En imágenes Frank Domínguez


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Frank Domínguez

Corría el mes de febrero del año 1992 cuando los hermanos Luis y Efraín Ríos, que para aquel entonces dirigían el septeto Raison, me incluyeron en el grupo de amigos invitados a compartir una tanda de frituras de yuca a su regreso de una larga gira por Japón;  era domingo y un lejano viento invernal azotaba la calle San Lázaro, debido a las dificultades de la crisis de esos años demoré unas tres de horas en recorrer caminando el trayecto desde mi casa en Playa hasta el número 64 de aquella calle, tiempo empleado en disfrutar la ciudad que para aquel entonces se movía parsimoniosamente en dirección a la noche.

Las frituras fueron el pretexto para organizar una fiesta en honor a Elena Burke que había sido parte del grupo de músicos invitados a trabajar en aquel país por unos tres meses y habían recorrido más de cincuenta ciudades. Desplazada a un segundo plano mi gula me vi formando parte del grupo que con mucho trabajo llegó hasta casa de la Burke para rendirle honores, pues ella partía a la mañana siguiente para México a cumplir un compromiso contraído desde hacía meses, y allí además de su guitarrista del momento, estaban algunos amigos entre ellos Frank Domínguez, a quien solo conocía por fotos y por sus apariciones en TV siempre sentado al piano.

Era el cumpleaños de Elena y según ya había escuchado sus fiestas eran una gran caja de sorpresas que terminaban siempre con un gran sopón que cocinaban todos los asistentes por turnos y a los que la Burke daba el toque final con no se sabía que ingrediente secreto y que comerlo era el fin de la celebración. Y como obligado que los invitados debían llevaran  “algún traje”, yo estaba en el grupo de las frituras de yuca que más que para una picada quedaron reservadas para agregar al sopón al final. Pero lo más significativo era la vestimenta de la gran cantante cubana, consistente en un kimono de vistosos colores que se había comprado en Japón y que estaba destinado a ser la prenda que la acompañaría en  “su fuga”, de acuerdo a la definición dada por José Antonio Méndez a la muerte; y que ella pronosticaba dentro de unos veinte años, si disponía de tiempo.

Preferiría a estas altura de la memoria no extenderme en una larga lista de invitados o asistentes (relación larga por demás) y si concentrarme en dos hechos ocurridos aquella noche que aún conservo frescos en mi memoria.

El uno fue las casi dos horas que Elena estuvo cantando canciones sin ser interrumpida acompañada por Luis Ríos; fue un derroche de canciones, unas más conocidas que otras, pro todas hermosas y entre una y otra contaba como las había aprendido y hasta alguna chispeante anécdota sobre su autor… yo; debutante en los vericuetos de la historia, tuve la oportunidad de viajar en la máquina del tiempo gracias a sus chispeantes palabras, que terminaban siempre con la coletilla… “tú te acuerdas Frank…” y que era respondida por este desde el piano vertical situado a una esquina de la sala.

Para aquel entonces descubrí que Frank Domínguez había estado todo el tiempo sentado en aquel rincón y sonreía ante cada ocurrencia de la Burke.

El otro acontecimiento fueron ocurriendo los dúos cada vez que alguien comenzaba una canción, hasta que toco el turno a Imágenes, entonces toda atención se concentró en Elena y Frank y así estuvieron hasta que solo quedó él con sus canciones, el piano y su voz; y volvió el silencio de los presentes, hasta que con una larga nota dio por concluida su estancia y todos le aplaudieron. Le vi despedirse en Elena con largo abrazo y la promesa de que se encontrarían en México en cualquier momento. Fue la primera y única vez que estuvimos frente a frente.

Pasaron los años y una noche de 1998, La Habana reabrió el club Imágenes en un intento de devolverle parte de su encanto bohemio, y para su apertura se pretendió hacerle un homenaje a Frank Domínguez que para aquel entonces estaba ya radicado en México, y ante su ausencia se dejó la noche en manos de Elena que padecía fuertes síntomas de la enfermedad que acabaría con su vida; sin embargo, ella estuvo allí y cantó y contó de sus encuentros un par de años antes con Frank en México y cuantas historias disparatadas se le pudieron haber ocurrido. Era Elena Burke.

Frank por su parte comenzó a perderse en la bruma del tiempo, solo se sabía que vivía en México y que nunca más había vuelto a La Habana, una Habana que reabría el Gato Tuerto sin la presencia y los encantos de Felito Ayón; donde se perdía el Club Sherezada ante la ignorancia de quienes pasaron a administrarlo. Él era ya parte de una historia que alguien un día contaría.

Elena y algunos de los que estuvieron aquella noche de su cumpleaños hoy son parte del recuerdo y de una historia que alguien escribirá algún día y que salpicará de leyendas todas cuestionables pues a estas alturas del siglo solo Marta Valdés, Omara Portuondo y Ela Calvo, quedan para desmentir o validar los hechos y cada una está en su propio mundo y sus recuerdos. Otros hoy viven allende los mares o están dispersos por la vida; lo cierto es que los años seguirán pasando y aquellas canciones que cantaron esa noche de febrero de 1992 aún le recuerdo como si estuvieran ocurriendo.

Frank Domínguez ha muerto hace unos días en México, después de veinte años volvió a ser noticia entre nosotros, quienes le conocimos le volvimos a recordar fugazmente, para algunos fue uno más que acababa de morir y era noticia… él que siempre ha estado presente es sus canciones… de eso se trata.v


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