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En tiempos de Maricastaña


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María Castiñeira.

Hace algunos días, durante una amena conversación sobre costumbres de antaño que han ido perdiéndose, una compañera profesora de mi generación, al referirse al uso de los tirantes, profirió una frase que fue de la admiración de todos los jóvenes presentes: “Esa prenda es del tiempo de Maricastaña”, dijo. Uno de los profesores jóvenes le preguntó por la expresión de marras y ella le respondió que era muy empleada por su madre para referirse a cosas o situaciones muy lejanas en el tiempo; un equivalente peninsular de como decimos nosotros los cubanos que no nos parecemos a nadie: “de cuando los perros se amarraban con longanizas” o “en el tiempo de Ñañaseré”, añadí yo.

En ese instante recordé haber leído o alguien haberme comentado alguna vez, que la tal Maricastaña fue un personaje real. En ese momento no hice ningún comentario, pero la espinita de la duda se me clavó muy hondo y decidí buscar el origen de la ya desusada frase.

Llegué a la casa y la pesquisa resultó bien rápida; no en balde estamos en la era de las comunicaciones. Tomé asiento tras mi PC y abrí una carpeta con un compendio de Wikipedia del año 2012 que mi hijo instaló en mi máquina y tras solicitar “Maricastaña” apareció en la pantalla una fascinante historia que decidí compartir con ustedes.

Resulta que Maricastaña o, dicho con mayor propiedad, doña María Castiñeira, fue, nada más y nada menos, que una heroína gallega que lideró una revuelta contra el poder eclesiástico en la ciudad de Lugo en el remoto siglo XIV.

Todo empezó un buen día, cuando al rey Fernando II de León, le dio su realísima gana de ratificar ?para eso era el monarca por “derecho divino”? el testamento del obispo Odoario, en virtud del cual el entonces señorío de la ciudad de Lugo pasaba a manos de la catedral de la mencionada ciudad. Este edicto, por muy real y divino que fuese, no le gustó para nada a los pobladores de la urbe gallega que veían con creciente desagrado los cada vez más altos tributos que les imponía la Iglesia y se suscitaron varias rebeliones contra los atropellos de la diócesis de Lugo, erigida en señor feudal. Una de estas revueltas, la de 1389, organizada contra los designios autoritarios del cardenal Pedro López de Aguiar y en la que perdió la vida el mayordomo de Su Excelencia, don Francisco Fernández, fue encabezada por una valiente y decidida mujer: María Castiñeira, más conocida entre sus partidarios como Maricastaña.

La asonada fue sofocada y Maricastaña y sus dos hijos ?otras fuentes citan a sus cuñados, Gonzalo y Alfonso Cego? fueron apresados, acusados de haber provocado la muerte del citado mayordomo ?me imagino que los cargos de homicidio culposo o doloso no existían en el Código Penal en aquella época?, se les incautaron todos los bienes, entre ellos sus posesiones en Coto de Cereixa y tierra de Lemos y fueron obligados a pagar mil maravedíes a la Iglesia; en esto del traspaso oneroso de bienes y peculios a su favor la apostólica y romana siempre marchó a la vanguardia.

Pero aquí no termina la historia de Maricastaña. Resulta que, mientras la expresión popular de: “En tiempos de Maricastaña”, utilizada para señalar épocas remotas, se hizo harto popular en toda España y sus dominios de ultramar, la historia sobre la heroína gallega ?vaya usted a saber si por influencia de la Iglesia misma, que pretendió ocultar sus desmanes de antaño?, no trascendió de la misma manera y se mantuvo desconocida por largo tiempo. Tan es así que en el año de 1986, el Ayuntamiento de Lugo decidió poner el apelativo de la rebelde mujer a una de las calles de la ciudad y encontró una decidida resistencia por parte de la población local que asociaba dicho nombre solamente con la expresión popular y lo consideró un irrespeto a la dignidad popular.

Solo la tenaz y sostenida labor del profesor e investigador cultural lucense Isidoro Rodríguez Pérez, quien junto a otras prominentes personalidades crearon el grupo de activistas para revindicar la figura de la notoria luchadora luquesa, alcanzó a descorrer el velo peyorativo de la locución vernácula, logró llevar a la conciencia popular la verdadera dimensión de la heroína y en el año 2000, ya casi finalizando el milenio, una de las vías de la ciudad de Lugo en la región autónoma de Galicia, recibió el nombre de María Castaña en honor a la mujer que seis siglos atrás se enfrentara a los abusos del poder eclesiástico de entonces.

Gloria en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Hasta más ver.

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