Está considerado como uno de los bateristas más importantes de Cuba y a todos los reconocimientos y premios hay que sumarle su originalidad, su estilo de hombre “campechano” y buen conversador. Es Enrique Plá, el artista, el Maestro.
¿Se cansa un percusionista después de los sesenta años?
¡Sí, cómo no! El percusionista se cansa con cincuenta y hasta joven, lo que nosotros estudiamos con una técnica de relajación que te ayuda mucho y los profesores siempre nos están recalcando eso. La relajación te ayuda—aunque toques rápido— a mantenerte. Esto es una mezcla entre intelecto musical, percusión y deporte.
¿Cómo descubrió Enrique el secreto de la percusión?
A mi parece que siempre me gustó. Siempre tuve condiciones, según mis padres. Mi hermana estudiaba el piano y entonces un día, yo tenía unas “maraquitas”, y me vieron acompañando a mi hermana una pieza musical que era… (tararea). Al lado de mi casa vivía un señor, por cierto español, que dirigía la Banda Municipal de Concierto de Santa Clara y le dijo a mi mamá: Oye el niño ese tiene tremendo ritmo (se ríe).
Me gustaba ir a la retreta del parque de Santa Clara, las comparsas, los carnavales y en la escuela cantaba…
Niño prodigio…
(Se ríe). No, no, eso vino conmigo. Y para que tú sepas era buen estudiante. Pero después me descarrilé un poquito en la Secundaria Básica, la terminé y en 1964 decidí venir para la Escuela Nacional de Arte y ahí estudié la percusión, la batería y toda la parte teórica.
¿Ya en la escuela de arte nunca intentó estudiar otro instrumento?
No. Pero ahora al cabo de tantos años—y se lo digo a mis alumnos—, si vuelvo a nacer, vuelvo a estudiar percusión, pero terminado la primera clase voy para la de piano (se ríe). Porque el piano, la guitarra, cualquier instrumento armónico, le da al percusionista otra visión. El piano lo tiene todo.
¿Cuáles fueron y son los percusionistas admirados de Enrique Plá?
El primero fue Guillermo Barreto y de los extranjeros Jimm Krupa, muy famoso por las películas, Buddy Rich… pero siempre Barreto estuvo en mi preferencia porque fue un músico muy talentoso, muy musical.
¿Intentaba tocar como Barreto?
Sí. Como Barreto y como los otros percusionistas que te mencioné. También Tony Williams.
Dicen que si un músico no está constantemente innovando, explorando nuevos campos, se queda atrás. ¿Piensa así?
¡Claro! Yo me mantengo dando clases en la Escuela Nacional de Arte y hay una retroalimentación con los muchachos. Les enseño y aprendo de ellos. Es muy reconfortante. Doy clases los miércoles y los jueves y esos dos días son intocables.
¿Cuándo despertó ese interés por la enseñanza?
¡Increíble! Parece que lo tenía dormido. Empezó desde 1971 a 1974, cuando yo pasé el Servicio Militar en la Banda del Estado Mayor, allí se ideó traer en superación a los percusionistas de las bandas del centro y oriente del país y ahí empecé a dar clases. Descubrí esa posibilidad que no es usual en un intérprete. No tuve el don para la composición musical pero sí para impartir clases.
¿No tiene el don para la composición?
Bueno, creo que no.
¿Nunca ha compuesto?
Nunca. Para percusión si, quizás inventar un coro. La musa me baja para la percusión: diferentes tipos de improvisaciones para el jazz. La base de datos de la percusión a nivel mundial es muy variada, pero la cubana más.
¿Qué siente Enrique cuando está frente a las baterías?
Mira, yo me siento frente a otro instrumento y normal. Pero en la batería sí me siento cómodo.
Dichas y desdichas…
Yo no he sentido desdichas, me siento muy satisfecho cuando toco con cualquiera. Parece ser que lo que produzco gusta.
Cuándo la obra no queda como quiere, ¿qué pasa?
Soy el primero que la critica y el primero que pide disculpas. Yo tengo esa forma de ser. Mi línea de trabajo es que quede con calidad, con técnica, que quede estéticamente dentro de los patrones del estilo que estamos tocando.
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