Enunciación: Rocío García de la Nuez


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Rocío García de la Nuez.

Más allá de figuras sensuales o de lazos culturales, Rocío logra hacer un pacto entre los anhelos y la posesión, sabiamente representados en sus trabajos. Arte que se renueva, en tanto se enrumba hacia un campo labrado de inquietudes, en cuyo entorno se van integrando cual sedimentos, obras y tendencias como posible cronología que moldea la espiral de una memoria sensible y de una herencia intelectual. De esta forma, la artista se propone hurgar en incógnitos procesos, que están en constante transformación.

 

Durante la época de los años noventa del siglo pasado, su naturaleza pictórica dio señales de alerta con un vigoroso despertar. Se puso a consideración de todo aquel que quería ver un arte diferente, obras en las que se precipitaba el pensamiento creador en su mayor madurez. Arte que pudo mostrar nuevos recursos a partir de exploraciones bien logradas, otras no tanto. No obstante, revolucionó el pensar de todo aquel que tuvo la oportunidad de ver series como: Geishas y Hombres, machos, marineros.

 

Sus primeros trabajos hacían referencia a un arte descriptivo, donde la lectura era lineal. Personajes violentos, cuerpos con plurales escondrijos, actores que se apresuran en revelar verdades ocultas, insinuantes escenarios, enigmáticos y eróticos, rostros indefinidos atrapados en su intimidad, son algunas de las piezas de un rompe cabeza, que la artista monitorea y a través de las cuales transita de espectadora a una especie de cronista. Luego irrumpe con un hacer más introspectivo, en donde analiza las complejas relaciones humanas, explora nuevas propuestas narrativas, se adentra en laberintos mentales para descifrar ocultos deseos y manipular el imaginario de las figuras.

 

De sus disímiles personajes su hacer creció a una ruta que tubo amplia aceptación, espacios dados a atmósferas congeladas en el drama, fuertes contrastes y la confrontación entre opuestos.

 

La exuberancia de un juego contextual e inquietantes composiciones espaciales:  el bar, la playa, el billar, el baño, el puerto y el espejo; recintos penumbrosos con puertas entreabiertas, luces de colores enfocadas en quien quiere resaltar, a las que se exponen personajes como: el barman, el encapuchado, los marineros y las geishas; son algunos puntos de mira para mostrar el universo de vicios y desenfrenos que puede llegar a experimentar la psiquis humana. Todo ello, rodeado de objetos como: collares, pasaportes, armas, entre otros; pues encajan en un juego que complementa la tentativa de un discurso estético y de diversas identidades. Diálogo imperecedero entre el yo y los desdoblamientos de la personalidad humana.

 

En sus obras Rocío deja ver un divertimento a través de un hacer de alta factura artística. Un espacio reinante de seres marcados por la ambigüedad sexual, pequeñas féminas desnudas subyugadas y otras iconografías socorridas. Juegos de tonos y coloraciones energizan las escenas de cada obra y el desarrollo de la trama de aquellos estereotipos donde el hombre se desconoce. Poco a poco nos va introduciendo en supuestos espacios, para legarnos un estilo y los distintos alcances de actores y objetos, por medio de un código expresionista acoplado a su espíritu de representación. Experiencias que trascienden a través de la práctica siempre renovada de una obra de particular consistencia dramática.

 

Las producciones de Rocío apuntan a un horizonte que gradualmente se va aceptando, pero que ella determinó que sería la bandera que moldearía su hacer. Dentro de esas vitales escenas de teatralidad, construye una identidad que descubre poesía e ironía, en tanto, el ideario que creó, aunque no es ampliamente reconocido, no deja de mover el espíritu inconforme de un discurso cuya naturaleza ha sido la aventura de la aceptación o el reconocimiento de la diversidad humana. Las transmutaciones de los espíritus errantes, siguiendo el itinerario que lleva al ritmo de su inconformidad con los estereotipos de la curiosidad, y sobre todo de la apuesta por el riesgo, se imponen. Pues hoy coexisten diferencias en nuestra sociedad que resultan necesario entender y respetar; un tipo de belleza otra, que perfila nuestro día a día, un sentir que cambia de forma en cuanto crees definirlo, por ello una pintura que estudia formas y procesos que expresan sensaciones. Cada obra, un mapa visual de insinuaciones, lo profuso de detalles que permiten dialogar con elementos vitales, de valor simbólico y de amplio sentido, que “rompen” con el “comportamiento sexual” que se supone que rija una sociedad machista.

 

Sin prejuicios, la artista hace un reclamo de revisión crítica a las posiciones discriminatorias. Hace frente a los modelos heterosexuales y demanda la legitimidad de la homosexualidad, poniendo voz a los efectos liberadores y desafiando al protocolo social.

 

Su obra, con fuerza y elegancia, transita por las arenas movedizas del placer y el deseo, empleando recursos que hilan los resortes de las falsas apariencias. Libera los enlaces sentimentales que se imponen y provee al establecimiento de ideas de particular sensibilidad como su única opción posible.

 

Transitando por los pasajes en los que conviven las subjetividades de la cultura cubana, Rocío intenta comprender el mundo desde una visión feminista, aun cuando el interés masculino es marcadamente visible; pues todo resulta relato visual de una mujer que pone a la mesa una única lectura, profundamente humanista.

 


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