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Ernesto Fernández Nogueras : “La obra artística la define el tiempo, la propia vida”


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Aunque desde muy joven en que se inicia como artista del lente su trabajo ha sido calificado por expertos como de indiscutible excelencia, para Ernesto Fernández Nogueras ha existido tan solo un propósito esencial a la hora de apretar el obturador: “Realizar mis imágenes consciente de que cumplo con un gran deber y que lo hago con mucho amor. Es de la única forma en que saldrán perfectas”. Premio Nacional de las Artes Plásticas 2011, “(…) por una obra fotográfica de altísima calidad, que conjuga la experiencia estética con trascendentes valores testimoniales”, le ameritan además su sencillez, espontaneidad y elocuente sinceridad a la hora de dialogar. Atributos bien evidentes durante la presente entrevista concedida al periódico digital Cubarte.

¿Por qué la fotografía en su vida? ¿Cómo se inicia, dónde y por qué?

Ante todo, quiero comentarte algo que con el paso del tiempo tuvo una gran influencia en mi formación como fotógrafo. La pregunta lo amerita. Y es que siendo un niño-adolescente en La Habana existían los policías de turismo. Uno de ellos, con quien llegué a tener una buena amistad, siempre me hablaba de las películas que proyectaban en los cines cercanos. Recuerdo que en el cine Alcázar —ubicado en las calles habaneras de Virtudes y Consulado—, disfruté del largometraje La carga de los 600; de Bungadin; del cine negro del autor estadounidense Dashiell Hammett; de comedias musicales como Un americano en París, Cantando bajo la lluvia…Disfruté, en fin, de todos los largometrajes realizados por los grandes directores y guionistas de cine de aquella época. Realmente, si en un inicio hice alguna fotografía se la debo a él, porque me llevó a ver cine de todos los colores y a intercambiar con personas conocedoras del mundo cinematográfico. Es así como se inicia mi interés hacia el mundo de la imagen, algo que llegó a hacerse ostensible cuando tuve la oportunidad de tener en mis manos por vez primera una cámara fotográfica. Me enamoré de ese mundo hasta hoy.

 

Así, uno de los hechos fundamentales en mi vida que posibilitaron mi entrada en aquel mundo ocurrió cuando tenía unos trece años de edad. Fue en el lobby del habanero Hotel Plaza —donde trabajaba mi madre—, que conocí a Josefina Mosquera (1). Simpatizó de inmediato conmigo. A tal punto que, al día siguiente me recogió en su auto, y me llevó a un campamento de verano ubicado en la playa de Santa Fé, donde se hallaba una casa pequeña con habitaciones muy bien distribuidas. No olvido que las literas instaladas en ellas eran producto de la transformación y adaptación de unos diez o doce vagones de tranvías.

 

Tras aquellas inolvidables vacaciones, Josefina me lleva a conocer el edificio donde se encontraban las revistas Carteles y Vanidades —propiedades en aquel entonces del conocido empresario Alfredo T. Quilez (2)—, inmueble compuesto de tres naves que cubrían la manzana completa de las calles habaneras de Infanta y Peñalver, provisto de unas maquinarias muy modernas para la buena realización de ambas publicaciones. Imagínate mi sorpresa cuando entré en los talleres y observé aquellas bobinas de papel de cuatro colores corriendo y cortando a una velocidad insospechada, al igual que el trabajo fotográfico que se realizaba con sumo cuidado y dedicación por los creativos en otro salón… Estaba sumamente impresionado.

 

Aquella mujer se percató al instante y fue entonces que me propuso comenzar a trabajar allí, no sin antes aconsejarme que “quien aprende un oficio siempre tendrá su vida asegurada”. De esa forma y con tan solo trece años de edad, inicié mi vida laboral, sin dejar nunca de estudiar durante las noches. Mi madre me apoyó en todo esto.

 

No olvido que el trabajo de los medios tonos de las fotos —muy interesante y delicado—, era el que más me gustaba, pero Josefina quiso, no obstante, que me ocupara del emplane. Era una mujer muy recta y disciplinada, incluso hasta con Belinda, su hija adoptiva, quien trabajaba en el archivo. Como Directora de ambas revistas era la primera que llegaba a la editora (entre las siete y siete y cuarto de la mañana), y a quien llegase tarde le pasaba la cuenta. Con ella aprendí a ser también disciplinado en relación con el horario laboral.

 

Debo subrayar que Josefina entró a trabajar inicialmente en esas publicaciones como auxiliar de limpieza hasta llegar a ser con el tiempo su directora. En aquel entonces muchos jóvenes aspiraban a trabajar en Vanidades pero para esto tenían que contar con el aval de ella. Aquella mujer tenía un carácter tremendo, no perdonaba lo mal hecho viniese de donde viniese. Si usted era capaz de aguantarle dos meses a Josefina, era un valiente.

 

Nunca olvidaré que, cercano a la sede de la publicación, existía un pequeño bar, nombrado La Cuevita de Luis —era el nombre del dueño—, donde se daban cita la mayoría de los trabajadores de la publicación a discutir sus ideas creativas. Al mismo tiempo se daban cita los scouts procedentes de Estados Unidos quienes indagaban con Luis quiénes eran los mejores creativos que tenía Josefina en aquellos momentos. Enseguida que contactaban con ellos, les proponían trabajo en aquel país. ¡Ni los probaban! Porque sabían que quien trabajase con ella tenía que ser un excelente experto en artes gráficas.

 

Por otra parte, la portada de Carteles la realizaba el diseñador Andrés García cada lunes, mientras que el letrero pasaba por mis manos como ayudante del dibujante; los martes se llevaba a cabo el proceso de edición y los miércoles, se concluía la impresión. Finalmente, la revista (ya embalada) se enviaba por vía aérea hacia Centroamérica.

 

Hay que destacar que en aquella publicación trabajaba lo mejor de la intelectualidad cubana de la época. Por ejemplo, el periodista Luis Gómez Wanguermert era su jefe de redacción. En 1953, el también periodista Miguel Ángel  Quevedo de la Lastra (3), compra ambas revistas al empresario Alfredo T. Quilez, y pasa a ser su propietario. En aquel momento es que me inicio en la realización de reportajes gráficos junto a connotados periodistas. Algo que me hizo muy feliz pues con esa tarea mi vida dio un gran vuelco.

 

¿Por qué el calificativo de fotografía de corte épico en su obra? ¿Cómo ha sido su relación con Fidel?

 

Lo desconozco, sinceramente. Parece que con dicho calificativo se ha querido resaltar o englobar a los genios, a los bárbaros de la fotografía de este país. Estimo que ese calificativo parte de un libro de fotografía publicado a principios del triunfo revolucionario, donde estamos Korda, el viejo Salas y yo.

 

 

Nunca olvidaré que en una ocasión el director de cine Fernando Birri (4), me manifestó: “Desde hace años observo lo bien que te mueves a través del auditorio o fuera de él para tirar tus fotos. No hablas con nadie ni antes, ni durante, ni después. Sin embargo, tiras tus fotos (incluidas las de Fidel) y, con el mismo silencio que llegas, te marchas. Nadie se percata de tu presencia como profesional del lente, hasta el otro día en que se publican tus fotos”.

 

Quizás ha sido por eso, por mi forma de ser y de conducirme,  que nunca he tenido una relación directa con Fidel. Sí sostuve diálogos con él en infinidad de ocasiones en que le tiré fotos, pero tan sólo de carácter profesional y cumpliendo siempre sus órdenes.

 

¿Cómo surge la realización de la foto de Fidel en Girón, que se muestra en la inmensa valla de las populosas calles 12 y 23 en el habanero barrio de El Vedado?

 

Hoy existe algo indiscutible que es el cada vez más galopante y exitoso desarrollo de la informática. Ese mundo me ha permitido descubrir y reflexionar acerca de que todos los humanos poseemos un disco duro y una memoria ram. Posees un disco duro donde lo almacenas todo, además de una memoria ram que te permite dar a conocer esa gran cantidad o afluencia de conocimientos. Mas ocurre entonces que cuando envejecemos, lo que falla es la memoria ram, no así el disco duro. Por ejemplo, conocí a una señora de 106 años de edad —una lástima no haberla grabado en estudio—, quien cuando iniciaba su conversación lo hacía como si fuese una niña de siete años llamando a sus padres, tíos, abuelos… familiares en general; exigiendo sus muñecas, relatando anécdotas de su escuela, infinidad de situaciones, hasta que empezaba a llorar por el fallecimiento de su esposo. Iba rememorando hechos y sucesos que le habían ocurrido y que se encontraban almacenados o recogidos en su disco duro y que, en ocasiones, su memoria recogía.

 

¿Qué quiero decir con esto? Si quieres crear algo en tu vida, no te pongas con la memoria ram a hacerte el inteligente o a crear. Nadie puede hacerlo si no tiene un background o disco duro que almacene la infinidad de conocimientos que seas capaz de adquirir durante toda tu vida. Y si esta se ha vivido intensamente, mucho más.

 

Esto lo afirmaba el escritor norteamericano Ernest Hemingway con otras palabras: “A veces me siento frente a la máquina de escribir a tratar de trabajar, y no lo logro. Sin embargo, cuando me pongo a escribir boberías —sin pensar en nada—, es cuando me sube la inspiración.

 

Retomo mi discurso inicial en esta entrevista. Y es que al poder disfrutar de tanto cine desde pequeño, las imágenes se han ido almacenando en mi cerebro (disco duro). Por ejemplo, tengo una foto cuyo tema es la Columna Juvenil del Centenario —ojalá a alguien se le ocurra realizar un estudio sobre ella—, que la tiré como decimos a ojo, con una cámara montada en mi cintura sin telémetro, y a una velocidad bastante baja. Sin embargo, con ella logré tomar de manera impecable el gesto de un muchacho. Esa foto me recuerda una película que se realizó en 1952 titulada Arroz amargo, en que trabajaba la actriz italiana Silvana Mangano, vestida de forma muy tentadora (casi desnuda) y quien, con un gesto muy sensual desvió su rostro hacia la cámara. Esa escena fue elocuente y la guardé con mucho celo en mi disco duro.

 

 

La foto acerca de la cual hablamos la tiré luego del bombardeo a Playa Girón. Evoco que la gente venía caminando hacia mí y en derredor algunos ómnibus que iban hacia el frente de batalla. Voy caminando tras ellos y comienzo a tirarles fotos —realmente era una imagen muy cinematográfica como una película—, y es entonces cuando veo a aquel muchacho de unos doce años de edad y le digo: “Si tú no tienes miedo, te tiro una foto.” Fue entonces que hizo un gesto con su rostro y lo desvió; algo que tomé de inmediato. Tiempo después esa foto ganó premio durante un certamen fotográfico efectuado en Moscú.

 

¿Cuál ha sido el momento profesional más prominente de su vida hasta la fecha?

 

Ante todo creo en Dios aunque no soy católico, ni protestante, ni creyente de otras religiones. Y esto es porque sí creo que alguien tiene que estarme protegiendo siempre ante la gran cantidad de hechos, situaciones y problemas que he tenido que afrontar durante toda mi vida. Te cito una situación, y esta se suscitó en una ocasión en que me hallaba en las riberas del río San Juan —en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua—, cuando un puma se me encima y abraca y, sin embargo finalmente, nada me llega a suceder. Me lo quité de encima manteniéndome tranquilo y callado, pegadito a él.

 

También podría relatarte un sinnúmero de hechos que me ocurrieron durante la Lucha contra Bandidos en las montañas del Escambray, durante la guerra en Angola… He sentido miedo en muchas ocasiones; no lo niego. Pero es que mi miedo es bastante extraño, pues siempre me ha acompañado un pensamiento positivo, y es el de nunca verme entre los muertos. Estos jamás me han impresionado.

 

Y, en lo que respecta a lo más trascendental en mi vida profesional… Francamente, no existe. Considero que todo en la vida es importante de la forma en que se observe y analice. Sí aspiro a dejar organizada mi vida por mis hijos, y es por ello que en estos momentos estoy escaneando muchos negativos, realizando selecciones de fotos…

 

Igualmente, nunca he negado que he sido un bohemio, además de nunca brindarle gran estima a las cosas materiales. No me han importado. A esto sí quisiera agregar que la obra artística la define el tiempo, la propia vida, y mis fotos son testimonios de ello como reportero gráfico. Si los críticos las definen como un arte y las exponen en museos o en exposiciones, ¡me encanta! Pero este criterio yo nunca lo defino ni lo definiré.

 

En estos momentos estoy escribiendo mi autobiografía, mi discurso testimonial, y lo estoy haciendo con muchas fotos. Todas ellas relacionadas con la historia de esta Revolución desde sus primeros días de llegada al poder. Siempre he afirmado que la Revolución cubana es el hecho histórico más relevante de la segunda mitad del siglo XX, y es por ello que conservo infinidad de imágenes fotográficas que forman parte de la historia de mi país, testimonios que reflejan más de medio siglo de nuestro acontecer revolucionario. No es que sean las mejores del mundo, pero desde el punto de vista artístico, estimo que están entre las más completas que se hayan realizado hasta la fecha.

 

En cada una de ellas se incluyen momentos históricos relevantes de nuestra Revolución como han sido el triunfo de Enero de 1959, la Lucha contra Bandidos, las luchas contra los desembarcos piratas, Playa Girón, Crisis de Octubre, la Columna Juvenil del Centenario, las microbrigadas de constructores… Además de artistas y personalidades de nuestra Cultura. Tengo un deseo y sí quisiera que llegara a cumplirse, y es que me gustaría realizar una exposición permanente sobre mi trabajo fotográfico durante más de medio siglo. Ojalá llegue a realizarse, pues con ella reflejaría la historia de mi pueblo revolucionario, valiente y heroico. Único en el mundo entero.

 

Notas

(1) Josefina Mosquera: directora de las revistas Vanidades y Carteles (Ver Jiménez Soler, Guillermo: Los propietarios de Cuba 1958. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2014. Cuarta Edición).

(2) Alfredo T. Quilez (Guanabacoa, La Habana, 14 de abril de 1886). Estudio en el Colegio Belén, en La Habana, y en Estados Unidos. En 1916 fundó la revista Social, la primera impresa mediante la técnica off-set, dirigida a las clases altas, de gran calidad y con algunas de las mejores plumas del período republicano que se iniciaron en sus páginas, como Alejo Carpentier, Roig de Leuschsering, Miguel de Marcos, Max Henríquez Ureña y especialistas como José Luciano Franco y Joaquín Weiss. Con posterioridad compró la revista Carteles, que Conrado G. Massaguer fundara en junio de 1919, mientras este mantuvo la revista Social. En 1937 fundó Variedades.

(3) Miguel Ángel Quevedo de la Lastra: Cubano, periodista y propietario en tres revistas de prensa. Principal propietario de Publicaciones Unidas S.A., editora e impresora de las revistas de prensa semanales Bohemia y Carteles, y la mensual, Vanidades. Eran las de mayor circulación y las principales en el mercado, que prácticamente monopolizaban. El 23 de diciembre de 1953, Quevedo de la Lastra compró las revistas Carteles y Vanidades a Alfredo T. Quilez.

(4) Fernando Birri. Argentino. Prestigioso director de cine. En Cuba, fue director de la Escuela Internacional de Cine Latinoamericano de San Antonio de los Baños.

 

 


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