Ernesto Rancaño, la absolución a través de la belleza.


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Más allá del carácter autobiográfico que, en mayor o menor medida, pueda emerger de una obra de arte, las que integran la exposición Ego te absolvo (Yo te absuelvo), abierta al público hasta el mes de abril en Villa Manuela, responden en su totalidad a la experiencia personal de su autor, Ernesto Rancaño (La Habana, 1968).

A una especie de exorcismo a que acostumbra el artista, deben su origen estas piezas, definidas en las palabras del catálogo como una nueva genealogía del pecado, tal como lo hiciera en el siglo XVI el pintor flamenco Jheronimus Bosch.

A modo de purificación espiritual, en momentos en que siente su ego excedido, ha dicho Rancaño que concibe estas obras, condenatorias de la violencia, el autoritarismo, la mentira y el oportunismo, entre otras actitudes que, de no ser frenadas, convierten al individuo en un ser miserable.

Básicamente objetual y fotográfica, prevalece en la muestra la resignificación de determinados equipos o utensilios de uso común, lo cual dota al conjunto de un notable simbolismo. Ejemplo de ello es, por sólo citar uno, la pieza titulada El acto de perdonar, en la que ambas hojas de una tijera han sido sustituidas por plumas.

El carácter poético y dramático que se le ha atribuido más de una vez al trabajo de este creador, vuelve a manifestarse en su actual propuesta que, curada por Arlettes Sandó y Luis Enrique Padrón, estará abierta al público hasta el mes de abril en dicha galería de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC.

Graduado de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro en 1991, Ernesto Rancaño es considerado uno de los autores más sobresalientes en el panorama contemporáneo de las artes visuales en el país.


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