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Fayad Jamís, privilegiado del tiempo


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Fayad Jamís cumpliría 80 años de haber sido traído a Cuba desde su México natal. Fue allá por el año 1936. Nació en Ojocaliente, un pequeño poblado del Estado de Zacatecas, en 1830. Amigos del hermano pueblo mexicano, algunos muy jóvenes, me preguntan sobre él y qué gusto me da recordar a este poeta de padre de origen libanés y madre mexicana, que vivió en Cuba y que para mí y para muchos cubanos, fue tema de orgullo nacional cuando se convirtió en uno de los más destacados exponentes de nuestra cultura.

Una vez más Cuba y México, unidos por lazos históricos, imposibles de desatar.

Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz
violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar
a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre
un rayo parte la sombra de una guásima.

Muchos ejemplos de hermandad y solidaridad entre estos dos pueblos han contribuido a solidificar las relaciones que nos unen y los propósitos que nos impulsan a seguir adelante.

Yo oí hablar mucho de Fayad Jamís cuando ganó el Premio Casa de las Américas en 1962, pero realmente no conocía determinados detalles de su vida.

Por esta libertad,
bella como la vida,
habrá que darlo todo;
si fuere necesario
hasta la sombra,
y nunca será suficiente.

Recuerdo a un amigo, coleccionista de obras de arte, compañero mío del Instituto Cepero Bonilla, que lo conocía, admiraba y me habló de él, allá por los años sesenta.  Recuerdo que me dijo, que Jamís, había integrado el Grupo de los Once y le había regalado algunas pinturas, no me aclaró la nacionalidad del poeta. Creía yo, que era habanero y muy cubano. Por supuesto, aquellos versos no me hubieran desmentido:

Qué sería de mí si no existieras
mi ciudad de La Habana
Si no existieras mi ciudad de sueño
en claridad y espuma edificada,
qué sería de mí sin tus portales,
tus columnas, tus besos, tus ventanas.

Y aquellos dos versos emblemáticos que muchos hubiéramos querido escribir:

Si no existieras yo te inventaría
mi ciudad de La Habana

Sancti Spíritus también pudiera reclamarlo. En Cabaiguán, el poeta vivió algunos años y fue de adolescente, que comenzó a mostrar sus inquietudes literarias y pictóricas. Después supe que construyó familia en Cuba. Se casó con una poetisa cubana y tuvo una hija.  Marchó a París. Allá por 1954. Conoció al francés André Bretón, gran maestro que lo ayudó a exponer su obra pictórica en la Ciudad Luz.  Allí, también, Jamís, escribió el famoso poema Vagabundo de la noche. Ese texto, lo dedicó a Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional.

La mañana pálida de París crece sobre mis hombros
después de la noche larga mi amor esta brisa
Las hojas color de miel del otoño deslizándose por las calles
en las aceras las hojas del otoño sobre la cabeza de los mendigos

Luis Marré fue su amigo. Cuando se fue a París, El Moro, que así también le llamaban a Fayad, le dejó a Marré un paquete. Fue la época en que la dictadura, perseguía a los “sospechosos” por sus acciones revolucionarias y realizaba registros en las viviendas. La casa de Marré, fue objeto de uno de aquellos desmanes. Antes de partir hacia Europa, Fayad, le pidió que le cuidara un paquete y, por sus ideas, Marré, temió siempre que hallaran algo comprometedor. Por suerte, solo encontraron versos y en el fondo, mechones de pelo de su esposa cubana, Nivaria Tejera, quien lo esperaba en Francia.

Quédate para siempre
en mi noche, mi lámpara
que no se apague nunca
ni un día tu mirada,
que no se apague en mí
el azul de esta llama
clara como los días
que crecen en la Patria.

Desde muy joven, Fayad Jamís, mostró su simpatía por la lucha de nuestro pueblo, por conquistar su justa independencia. Sufrió en carne propia los problemas políticos, sociales y educacionales que dañaban la Cuba pre-revolucionaria. Todo ello le trajo algunas dificultades ideológicas con el padre.

Quizás estas diferencias fueron la base de los conocidísimos y memorables versos que nunca los cubanos hemos podido olvidar:

Con tantos palos que te dio la vida
y aún sigues dándole a la vida sueños.
Eres un loco que jamás se cansa
de abrir ventanas y sembrar luceros.
Con tantos palos que te dio la noche,
tanta crueldad, frío y tanto miedo.
Eres un loco de mirada triste
que sólo sabe amar con todo el pecho,
fabricar papalotes y poemas y otras patrañas
que se lleva el viento.
 

Cuando triunfó la Revolución gloriosa del Primero de enero del 59, regresó presto a ponerse al servicio de la justa causa, que siempre lo cautivó: 

 Lo mejor
que puedes hacer es convencerte de que la poesía te completa,
comprobar que has cruzado el lindero del horror y la angustia,
escribir que una tarde recorriste
la bella ciudad empedrada
para encontrar lo que no podía ser el amor
sino el poco de sueño
que recuerda un gran sueño.

La UNEAC, la Revista UNIÓN, la Casa de las Américas, la Escuela de Arte de Cubanacán, y muchas otras revistas e instituciones, lo vieron, con su nervioso andar creativo de poeta, diseñador y además, editor, periodista y traductor. Cuba lo premió con la Distinción por la Cultura Nacional en 1982.

Fue durante once años nuestro Consejero Cultural en la Embajada de Cuba en México.

No hay alternativa sino la libertad.
No hay más camino que la libertad.
No hay otra patria que la libertad.
No habrá más poema sin la violenta música de la libertad.

¡No hay otra patria que la libertad!! ¡Qué frase poética tan hermosa! Tan hermosa como cuando dijo: “empujando la inmensa humanidad”.

Así fue Fayad Jamís. Quizás no es ni de México, ni de Cuba. Es del mundo, de la humanidad que amó, de la noche y del alba, del cielo y las espumas, de la poesía que le completa, de un gran sueño.

Su palabra fue abrir, pero es que casi siempre anduvo de viaje, mientras las luces le recordaban el porvenir, y su mejor consejo fue: ¡Levántate y ayuda al mundo a despertar!

Murió El Moro, a los 55 años, en 1988. Una importante librería de la ciudad de La Habana lleva su nombre.

Roberto Fernández Retamar, su amigo, decía que Fayad parecía un príncipe árabe, contó que lo visitó en París y que el poeta vivía en un apartamento pobrísimo en la calle Daguerre. Lo recuerda Retamar como un ser íntegro, un hacedor incesante de belleza.

Todos los que lo conocieron, experimentaron la amistad más pura y hoy, emocionados, recuerdan aquellos versos que definen y engrandecen a este singular poeta:

Eres un pobre loco de esperanzas
que siente como nace un mundo nuevo.
Con tantos palos que te dio la vida
y no te cansas de decir “te quiero”.                                                    


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