Felicidades a Antón Arrufat y gracias por su capacidad de resistencia


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El dramaturgo, poeta, narrador y ensayista cubano Antón Arrufat, uno de los más agudos intelectuales de nuestro tiempo, está hoy de cumpleaños; arriba a unos lúcidos 85 años con un rotundo amor por la literatura que no se extingue.

Antón Arrufat, (Santiago de Cuba, 1935), desde muy niño, escribía poemas y pequeñas piezas teatrales.  Residió en La Habana de 1947-1955, y aquí estudió el bachillerato; trabajó en la revista Ciclón, dirigida por José Rodríguez Feo desde 1955 hasta 1957; en este año estrena su primera obra teatral, El caso se investiga, y posteriormente viaja a Estados Unidos; regresa al triunfar la Revolución, y al año siguiente integra la nómina fundacional de Casa de las Américas como jefe de redacción de la revista Casa.

En este período escribe algunas de sus piezas teatrales de afanes experimentalistas: El vivo al pollo (1961); Los días llenos (1962); La repetición (1963), y El último tren (1963), y en 1962 apareció su primer libro, En claro, que reúne sus poemas de adolescente.

Luego vendrían Todos los domingos (1966), estrenada en 1998, por la Compañía Hubert de Blanck, bajo la dirección Mónica Guffanti, y Los siete contra Tebas, (1968), su obra más célebre y polémica, que recibiera el Premio de Teatro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

 

En una entrevista que concediera el también licenciado en Filología, a Emilio Bejel, hace algunos años, el escritor cuenta el proceso de la intertextualidad que usó en la escritura de Los siete contra Tebas: «Usé una traducción inglesa, una traducción francesa y varias traducciones españolas. Después leí todas las obras que han tratado el tema de Esquilo. Entonces, escribí esa obra rápidamente...Luego, a medida que se la di a directores para su estudio, introduje una serie de variaciones y algunos diálogos... De modo que hubo un proceso de estudio y maduración, previo a la ejecución de la obra, que duró varios meses, y me ayudó a reinterpretar el mito, que es lo que en definitiva hice, una reinterpretación materialista del mito».

Ediciones Unión en 1995, publica la pieza teatral La divina Fanny. Esta obra fue escrita originalmente por Arrufat en el año 1984 a petición de la Maestra Alicia Alonso, como un guión de ballet. A este le habían antecedido algunos otros guiones como Romeo y Julieta, en forma de retablo medieval que el Ballet Nacional de Cuba ya había estrenado.

El nuevo libreto debía basarse en la visita que Fanny Elssler, la bailarina austríaca, hizo a La Habana en 1842 y debía contar con la peculiaridad de que los bailarines pronunciaran ciertas palabras y pequeñas frases mientras bailaban; cuando lo entregó al BNC, le solicitaron que los bailarines dijeran más textos, por lo que la segunda versión resultó una obra extensa, según palabras de Arrufat: «una especie de teatro total, en el cual varios géneros están mezclados, donde se canta, se baila, se habla en una prosa rítmica». 

Obras dramáticas de Arrufat han sido estrenadas en México, Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Checoslovaquia, Polonia Francia, Italia e Inglaterra, y muchas de estas han sido traducidas al polaco, inglés y francés.

Múltiples han sido los reconocimientos que ha conquistado con su obra dramática y poética: El Premio Casa de las Américas le entregó Mención de Teatro por El vivo al pollo, en 1961, y Mención en poesía por Repaso final, en 1963.

Recibió igualmente el Premio de la Crítica por su primera novela La caja está cerrada, (1984); Premio Alejo Carpentier y Premio de la Crítica Literaria con la novela La noche del aguafiestas; Premio de la Crítica Literaria por La tierra permanente (teatro); Premio de la Crítica literaria en el año 1995 por el libro de poesía, Lirios sobre un fondo de espada, y el Premio Nicolás Guillén por Vías de extinción (2014).

También es acreedor del   Premio Iberoamericano Julio Cortázar, en 2005, el Sello Bicentenario José Jacinto Milanés, en 2014 y la Medalla Alejo Carpentier.

Entre sus textos ensayísticos merece especial atención Virgilio Piñera: entre él y yo, publicado por Ediciones Unión, en 1995, y luego por Letras Cubanas, en 2000, ya que es una representación de lo que significó la verdadera amistad de ambos intelectuales, sellada además con el hecho de que el autor de Electra Garrigó, designara a Arrufat como albacea de toda su obra.

A propósito, de tal elección, Arrufat, que fue el presidente de la Comisión Organizadora del Centenario de Virgilio Piñera, en la clausura del Coloquio Internacional Piñera tal cual, en 2012 expresó:  «Virgilio, donde quiera que estés y te llegue mi voz, quiero decirte que he cumplido hasta el final con lo que me pediste pocos días antes de que la muerte decidiera separarnos; entre grave y sonreído me dijiste, pidiéndome “cuida mi obra”, así lo he hecho Virgilio, en los tiempos adversos y en los propicios».

Y en la intervención que realizara Arrufat al recibir el Premio Nacional de Literatura, en el año 2000 no faltó la evocación a su amigo:

«Aprendí con el ejemplo de Virgilio Piñera que, para un verdadero escritor, su oficio es un absoluto, el oficio más elevado y al que no debe traicionar. Bien merece la persistencia y la espera. Vivos o muertos, realizada la obra, ocupará su lugar».

Dicha alocución, bajo el nombre «Examen de medianoche o discurso de aceptación», es una pieza que exige una lectura detallada para aquel que quiera comprender un poco a este escritor, el cual subraya en este texto, que su «capacidad de resistencia ha sido siempre fabulosa».

De este lauro nacional, considera Arrufat en el escrito de marras que es « El último y más importante de cuantos entrega la cultura cubana, después de él, nada resta por ganar. Además, abarca la totalidad de lo que uno ha escrito y resulta, como alguien me dijo, la culminación del reconocimiento».

Sin embargo, más adelante confiesa haber discutido consigo mismo al conocer la noticia: «El Premio no es un descanso ni un sudario, la corona de laureles sobre un túmulo. Nunca te gustó ni concuerda con tu naturaleza el ser admitido. Cada aceptación fue en tu vida un acicate en busca de una negación. Eso está en tu obra: alcanzado un punto buscabas un punto diferente, más lejano y misterioso».

Posteriormente hace una profunda reflexión, consecuente con su vida:

«Desdeño ser aceptado como un viejo escritor que, como se dice, ha llegado. Tengo la certeza de que no he llegado a ninguna parte, y que en rigor no existe parte alguna a la que llegar. Un escritor que se respeta sabe que la posible madurez de su escritura es ilusoria. Para mí al menos el inicio de cada nueva obra es realmente eso, un inicio. Voy tembloroso e inexperto a la página en blanco, tan virgen como ella. Si la madurez implica la seguridad y la destreza, no he madurado. Cada obra que emprendo requiere un aprendizaje y una iniciación. Lo demás es el silencio y las manos juntas, o la fatigosa repetición. Cada una de nuestras valoraciones resultará bien dudosa y hasta díscola. Moriremos con la duda (con la sabia duda) de ser o de no ser creadores importantes. No hay que lamentarse: esta duda nos hace estar vivos».

Y vivo permanece felizmente el escritor de tantas cuartillas que enriquecen el universo de las letras cubanas; el intelectual cuya sabia interpretación de la realidad y de los hombres es tan necesaria en los tiempos que corren.

Felices 85 años, Antón Arrufat, y gracias por su capacidad de resistencia. 


1 comentarios

olga sánchez guevara
15 de Agosto de 2020 a las 02:09

felicidades antón!!! el tiempo gastado en las cuartillas no fue en vano, muchos las hemos disfrutado y otros lo seguiràn haciendo!!!

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