Fidel Castro Ruz a través del arte de su palabra


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 “ (…) frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan”.

Fidel Castro Ruz, en Palabras a los Intelectuales (1).

"(...) Los contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la Revolución, no tienen ningún derecho contra la Revolución, porque la Revolución tiene un derecho: el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el derecho a vencer (…) cuanto más que una Revolución es un proceso histórico, cuanto que una Revolución no es ni puede ser obra del capricho o de la voluntad de ningún hombre, cuanto que una Revolución sólo puede ser obra de la voluntad y de la necesidad de un pueblo. Y frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan”.

Aquel no era tan sólo, como había acontecido en otras épocas, el discurso demagógico de un político o de un politiquero avezado y comprometido a un poder neocolonial y dictatorial. Aquel fue el discurso claro, certero, honesto y digno de un Líder prominente para todos los tiempos, estudioso profundo y continuador del legado del Apóstol, e imbuido en el fragor de pertenecer a la Generación del Centenario de su Natalicio.

Era la voz de un joven intelectual forjado en la lucha revolucionaria desde hacía décadas y que tuvo la capacidad de liderar una Revolución verdadera, sobre las bases de su riquísima Historia patria y de sus próceres y mártires, caídos valientemente en tres guerras independentistas. Por vez primera acontecía en este otro lado del mundo el nacimiento de un proceso revolucionario dirigido a los humildes, por los humildes y para los humildes.

Y fue Fidel Castro Ruz, a través del arte de su palabra, de su imponente personalidad, quien presidió y participó en las reuniones históricas que acontecieron los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional José Martí, entre la dirección de la joven Revolución y un grupo de escritores, artistas e intelectuales. Reuniones que marcarían el espíritu y destino de la política cultural de un nuevo país y a las que asistieron, entre otros, Lisandro Otero, Roberto Fernández Retamar, Alfredo Guevara, Pablo Armando Fernández, Graziella Pogolotti, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Miguel Barnet. Este último, el más joven escritor de tan sólo 20 años de edad.

Como toda Revolución que llega al poder por vez primera ésta se hallaba enfrascada en un arduo proceso de unidad entre todas las fuerzas dirigentes de aquel entonces –Movimiento Revolucionario 26 de Julio, Partido Socialista Popular y Directorio Revolucionario 13 de Marzo--, y el pueblo revolucionario. Momento urgente para hacer extensivo también dicho proceso a los escritores y artistas cubanos, a la intelectualidad en general, cuando también el país acababa de propinar su primera gran derrota en América al imperialismo norteamericano en las arenas de Playa Girón, y cuando al mismo tiempo se intensificaban los planes subversivos contra  la Mayor de las Antillas desde Washington, entre otras muchas acciones, como fueron a la vez las llamadas guerras psicológicas.

En esa primera etapa, en los días en que los cambios se precipitaban en una escalada de golpes y contragolpes, cuando se imponían las respuestas rápidas a las agresiones del enemigo, Fidel concurría a la televisión. Entraba en los hogares en una conversación para todos y, simultáneamente, individualizada, clara, abierta, de una honestidad ilimitada.

Fue en medio de ese contexto de guerra abierta en pleno apogeo que el Líder de la Revolución cubana decide reunirse con los intelectuales de la Isla para abordar los problemas relacionados con la cultura del país, de su pueblo creador y militante, consciente que lo primero que había que salvar era la Cultura.

Durante tres días la máxima dirección dialogó y profundizó en diversos problemas concernientes a los cambios que se avecinaban y demostrando que la Revolución para poder sobrevivir y avanzar tenía que ser, ante todo, un hecho cultural. Como bien lo demostró la virtuosa carga de intelectuales –escritores, artistas, poetas, músicos…héroes y mártires en su mayoría--, durante los tres períodos de guerras independentistas, y durante los primeros años de República neocolonial.

Asimismo, aquel año de 1961 ya existían, entre otras instituciones culturales,  la Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y, pocos meses después del encuentro de Fidel con los intelectuales, en noviembre de ese año, se crea la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. A esto hay que agregar que en cada rincón del país se desarrollaba una gran Campaña de Alfabetización, algo que ameritaba aún más el proyecto cultural revolucionario.    

En su intervención final en Palabras a los Intelectuales, Fidel expresó, entre otras cuestiones: “(…) dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”, frase que en muchas ocasiones ha sido manipulada y hasta descontextualizada si se tiene en cuenta en los momentos --ya históricos--, en que se pronuncia.

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Al respecto vale la pena analizar el criterio del inolvidable escritor, ensayista y poeta Cintio Vitier, quien resaltó en su libro Resistencia y Libertad (2):

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“(…) La nación es inseparable de la Revolución, que desde el 10 de Octubre de 1868 la constituye, y no tiene otra alternativa: o es independiente o deja de ser en absoluto. Si la Revolución fuera derrotada caeríamos  en el vacío histórico que el enemigo nos desea y nos prepara, que hasta lo más elemental del pueblo olfatea como abismo. A la derrota puede llegarse, lo sabemos, por la interrelación del bloqueo, el desgaste interno, y las tentaciones impuestas por la nueva situación hegemónica del mundo. Esa posibilidad es nuestro imposible".

“En el Zanjón, en el 98, a la caída de Machado, nuestro imposible era la liberación. Ahora nuestro imposible es la no liberación. No pudimos aceptar el Zanjón, ni la intervención norteamericana, ni la frustración del 30. Se dirá factográficamente que sí, pero en realidad no pudimos aceptarlo. La Revolución fue acumulando esas no aceptaciones, que la fortalecieron y profundizaron hasta identificarla con el país, con el pueblo, con la historia y con la geografía misma (…) Y si la fe en la victoria no nos abandona, es porque en ella va la lección y la vida de los mejores de nosotros. La fidelidad a ellos es la garantía de nuestra fe en la victoria”.

En junio de 1961 trascendió que, una vez más en la Historia de Cuba, en el proyecto político-ideológico de la Revolución triunfante en Enero de 1959, la vanguardia política y la vanguardia intelectual volvían a unirse por el bien de la Cultura nacional, de la Cubanidad, y por la sensibilidad y actuación de un Líder, a quien el primer ministro cubano de Educación, doctor Armando Hart Dávalos, calificó “como cultura de hacer política, en ese justo equilibrio de prudencia y audacia, como minucioso y paciente constructor de unidad”.

El Fidel Castro que yo conozco (3)

Por  Gabriel García Márquez

• Su devoción por la palabra  • Su poder de seducción  . Va a buscar los problemas donde estén  • Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo  • Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos  • Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo  • Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico  • Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente  • Paciencia invencible  • Disciplina férrea  • La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos  • Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar. Fatigado de conversar, descansa conversando  • Escribe bien y le gusta hacerlo  • El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo  • La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo • Es el antidogmático por excelencia  • José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista  • La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos. Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo  • Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio  • Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar  • Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria • Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble. Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida  • Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas…pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz  • Otra fuente de vital información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos  • Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención  • Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo  • El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo  • Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de trasmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal. Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal

 • Tiene la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.

 

Notas: 

  1. Fidel Castro Ruz. Palabras a los Intelectuales. Fragmentos de discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, como conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos, efectuadas en la Biblioteca Nacional José Martí, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961).
  2. Vitier, Cintio. Resistencia y Libertad. Ediciones UNION. La Habana, 2012.
  3. Tomado de: Resumen Latinoamericano—14 de agosto 2019.-

 

 


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