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Fidel, Manuel Porto y el Korimakao


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“¡No se apuren! Esa escena tiene su tempo dramático”. Los actores tratan de cumplir cada orientación. Más que molestias ante las exigencias, en sus rostros juveniles se aprecia la admiración. Es una oportunidad única, bien lo saben, cada ensayo de Manuel Porto representa una clase magistral de actuación.

Porto se incorpora y como un bólido sube el escenario donde permanecen tres actrices del Conjunto Artístico Korimakao. El ensayo corresponde a una obra dedicada a Fidel. El afamado actor escenifica un fragmento, minutos después se sienta en una silla. Las manos permanecen cruzadas sobre su abultado abdomen.

Cerca de Manuel Porto permanece un grupo de periodistas deseosos de entrevistarle. En agosto la agrupación fundada por él hace 25 años, cumplirá aniversario. Con cierta modestia responde: “No soy yo quien está dirigiendo este espectáculo, yo solo estoy aquí para pulir la puesta en escena, el grueso del trabajo lo hicieron los muchachos. Busquen a Yander, él es el director artístico”.

Pero no siempre se tiene la oportunidad de estar cerca de una personalidad del calibre de Manuel Porto. Ante la insistencia de los reporteros accede a conversar. Entonces conocemos que su ausencia en la Ciénaga cada vez será más prolongada. “La ausencia será permanente. A partir del 2008 me puse muy mal de salud, regresé en el 2010, estuve par de años luchando, pero los médicos insistieron en que tenía que cambiar de estilo y forma de vida”.

“Desde hace cuatro años vengo al Korimakao dos o tres veces al mes, permanezco varios días, aconsejo a los muchachos, sobre todo a Yander quien funge como director artístico y ha hecho un trabajo genial. Coopero según me permita la salud”, comenta Porto desde un extremo del gran anfiteatro.

“En La Habana sigo haciendo algunas cosas para cine y televisión. Sobre todas las cosas soy actor. Me gusta dirigir, pero disfruto más actuar. Como he dicho muchas veces, mi vida es la actuación, pero la obra de mi vida es el Korimakao. Y ya ve, vamos a cumplir 25 años”.

“Aunque muchos han augurado el final del Korimakao como proyecto seguimos ahí, asumiendo la tesis de Faustino Pérez, quien defendía que para mover los brazos y producir hay que tener pensamiento y conciencia, y el arte es un arma extraordinaria para que las personas concienticen y piensen.

Asegura que el proyecto comunitario cuenta con detractores. “Incluso se manejó la idea de convertirlo en un centro de enseñanza”.

No ha terminado la construcción y se moja, hace 11 años esperan por la culminación, hoy se moja, y criticó la gran cubierta del anfiteatro, para él excesivamente grande. Incluso la han dado por terminada cuando falta mucho por hacer.

“Fidel dijo una vez que la cultura es el escudo y la espada de la nación, y para eso se hizo esta obra para trabajar por los demás".

“Recuerdo aquella vez cuando Faustino Pérez se acercó a mí para hablarme del proyecto. Filmábamos la novela Cuando el agua regresa a la tierra. Él solicitó mi apoyo para crear un movimiento cultural en la Ciénaga, yo le dije que solo podía contribuir en la creación de un movimiento artístico, la cultura iba mucho más allá, desde el que cuida el bosque hasta el que hace carbón vegetal”.

“En cambio el arte, es la forma más elevada de expresar la cultura de un país, y ahí sí podía ayudar, eso es lo que hemos intentado este cuarto de siglo”.

Pero en ese tiempo Korimakao no ha transitado por una alfombra roja, muchos han sido los escollos, tropiezos y contradicciones, como la errónea concepción que algunos tienen de la cultura.

“Desgraciadamente muchos interpretan que el arte y la cultura consiste en un equipo de audio para que la gente mueva la cintura, y eso es una actividad cultural, para mí el arte es mucho más”.

Pone como ejemplo una obra de teatro capaz de hacer reflexionar, limpiar el alma y estimular el pensamiento, algo que ha logrado en este cuarto de siglo buscando una propuesta de alto nivel estético.

El nombre de Fidel aflora en la conversación. Los azules y expresivos ojos de Porto brillan como cuando habla de algo cercano y querido. Nunca olvida que tenía 13 años cuando su padre le llevó al Cuartel Columbia. Eran los primeros días de la Revolución. Allí habló Fidel y una paloma blanca se le posó en el hombro. “Ese es tu futuro”, le dijo el padre.

En el 2001 se vieron en la Ciénaga, Porto y Fidel. “El Comandante en Jefe nos aprobó un presupuesto para que esta institución trascendiera las fronteras de Palpite, de la Ciénaga y del país. Esa fue la conversación que tuvimos él y yo en aquella callecita que está allí cuando llegó el 19 de abril del 2001”, se incorpora de la silla y señala a un punto de lugar.

“Este nuevo aniversario lo celebraremos trabajando, con cosas por lograr y otras por hacer. Fíjese las obras constructivas no han terminado, desde hace 11 años esperamos la culminación de la luces, el telón, los baños del camerino.

Habla sin cortapisas ni pelos en la lengua. Con una mirada jocosa asegura que “me estoy jugando la inmortalidad o el asesinato. Gracias por oír mis dolores”, y lanza una sonrisa estruendosa que estremece su robusto cuerpo.

Regresa a Fidel nuevamente: “Él me dijo aquel abril, Porto este proyecto no se puede parar, porque es muy importante para toda Cuba. Y así lo hemos hecho, a pesar de todo”.


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