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Geovannys Manso Sendán: Para mí, la infancia es otro mundo, otra dimensión…


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Geovannys Manso Sendán.

Hay autores que, con solo leernos una obra suya, nos dejan impactados para siempre. No hace falta más. Y eso me ocurrió cuando pude leer hace años una bien lograda edición de Violante, un peculiar libro de un ser para mí entonces desconocido y que responde al nombre de Geovannys Manso Sendán (1). Recuerdo que en aquel momento me dije que, si alguna vez tenía oportunidad me hubiera gustado publicar aquel libro en una editorial donde trabajara y, tras algo esperar, al fin pude cumplirlo, cuando este año una colega propuso el libro para el plan de Gente Nueva. Violante es un libro atípico, inusual, portador de una estética contemporánea que nos sitúa en un punto de vista que asume a la infancia como ente pensante, pero mediante el cual el autor juega de la manera más original y a veces hasta disparata con los sentimientos, el intelecto y la psiquis de su lector (y digo lector sin apellidos) pues Violante es de esos libros que no necesitan un público determinado. Quien lo lea sucumbe a los encantos de obra y personaje, de situaciones y motivos, de conflictos y desenlaces. Apenas he cruzado un par de palabras en mi vida con este autor, lo he visto en fotos, en eventos, pero quizás la timidez de ambos (en él reconocida) y en mí (apenas conocida por quienes me creen un ser mediático y no alguien que logra sobrevivir a los medios) han impedido que crucemos dos palabras. Sin embargo, este diálogo ya venía siendo necesario, pues con este y otros libros que ya va dando a conocer Geovannys se sitúa en un sitio de privilegio en nuestra serie literaria para infantes.

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

La verdadera LITERATURA se escribe sin condicionamientos, sin subdivisiones, muros. A finales del siglo XX, y sobre todo, en lo que va de este XXI, el mercado nos ha atrapado, se fundan “géneros” y “subgéneros” artísticos que buscan una extrema especificidad. Es un fenómeno que advertimos no solo en el arte sino en las ciencias, en la informática, en la medicina. Pero aun así, las personas continúan redimensionando el rito de entrar a una librería y encontrar “su libro”, “su autor”. Siempre habrá algo más sutil y humano en los lectores que no llegamos a comprender. Los lectores tergiversan una y otra vez ese “destino” que hemos soñado para nuestro libro; por ello creo que solo existe en verdad, la VERDAD de los lectores, la LITERATURA de los lectores. Mientras sigamos validando mucho más la “verdad” de los críticos, que la VERDAD de los lectores, este mundo seguirá obscureciéndose…

¿Qué piensas de la infancia?

Para mí, la infancia es otro mundo, otra dimensión, otro estrato de la realidad. Recién ahora que soy padre soy más consciente de eso que llaman infancia. Para mí, el amnios de la madre no se rompe durante el parto, ese amnios se extiende mucho más allá. La infancia es el sitio de todos los mitos, de todos los alumbramientos, de todas las fulguraciones y también, tristemente, a veces, el sitio propicio para todos los abismos. Yo, que llegué a conocer algunos abismos, solo extiendo puentes para mis hijos: fortísimos puentes de ternuras insondables…

En tu concepto ¿los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

Permíteme ser muy, muy pesimista al respecto. Creo que leen muchísimo menos. Aunque los niños de hoy hacen lecturas colaterales que hace 25 años no podíamos disfrutar. Los veo asediados por un universo tecnológico que los rebasa; adheridos a un ritmo que imponen los adultos y nuestra modernidad; con preocupaciones, que muchas veces, además de insustanciales, les crean falsas zozobras, falsos miedos, falsas incapacidades. El libro se desplaza, se desorienta, se aquieta. Recuerda que el niño es muy imitativo. Y tristemente: no es que los niños lean menos ahora; es que sus padres leen menos ahora. Se regalan menos libros y más “peluches”; menos libros y más “barbies”; menos libros y más “play station”, “tablet”, “laptops”, teléfonos celulares; menos libros y más realidad; menos libros y más silencio. Este, a no dudarlo, será un siglo de silencios, de perversas individualidades. Pero soy un idealista, y creo en los libros, en sus capacidades regenerativas, en su aliento milenario. Muchas veces se ha dictaminado la muerte del libro; de algún modo, el libro ha demostrado su inmortalidad. Y eso, además de conmovedor, nos llena de esperanza…

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

El tono del más absoluto rigor literario. El tono de la pasión, de la imaginación, el tono de la recreación del mundo, pero también el tono oscuro de la realidad que desconocen. ¿Por qué negar grisuras y manchas? La negación y la falsedad nunca será un “tono” adecuado para hacer literatura. El tono del conocimiento, de la ética, de la amistad, el tono del peligro. Sobre todo, el tono de los grandes duelos: pasados, presentes y futuros entre verdad y mentira, entre conversación y silencio, entre guerra y paz, entre individuo y sociedad, entre amor y desaliento, entre risa y lágrima…

Se suele decir que en cada libro que se escribe va un gran porcentaje de la personalidad de su aut@r. ¿Eres tú parecid@ a alguno de los personajes de tu obra?

Recientemente se han publicado en Cuba dos novelas: Un lugar en el mundo y Ven y mira por la Editorial Oriente. Ambas son extensamente autobiográficas. Extensamente aunque no excesivamente. Me acerqué a espacios muy reales de mi infancia, a personajes, a recuerdos muy sutiles, muy barrocos, y de algún modo me vi convertido en Maximiliano Manso Martínez un niño que sueña ser “actor de jóligut” aunque vive en una granja cañera. Me acerqué una vez más a los ambientes rurales; ambientes que formaron mi infancia: hecha de ríos, tomeguines del pinar, juegos de pelota y cañaverales: infinitos cañaverales que me rodeaban por todas partes…

 

¿Qué te hizo escribir para niños?

En el año 2003 comencé a vivir con una niña muy niña: la hija de mi esposa Lisy: Gabriela, y esa convivencia me llevó inevitablemente a escribir mi primera novela para niños: Violante. Yo había realizado intentos muy primitivos que no pasaron de ser borradores. Había escrito novelas, ensayos, poemas, artículos críticos. Luego ha sido como un vicio muy sano, un vicio al cual ya no puedo sustraerme. Siempre he sido un lector muy fiel de clásicos de la literatura para niños. Creo que necesitaba explorar un secreto aun no develado en mis libros anteriores, y mis novelas para niños han abierto muchísimas pulsaciones que nunca pensé recrear. Hasta ahora, los libros que he escrito “para niños” me han ubicado al centro de todos los juegos, de todos los mundos posibles. He imaginado lo inimaginable, y la experiencia ha sido muy reconfortante para mí y para mi familia…

De dársete otra vida, ¿hubieras sido lo mismo que en esta?

He sido hasta hoy el hijo de Malengo y Marilín, el nieto de Isabel y de Humberto, el esposo de Lisy García Valdés, el padre de Dylan Humberto y Lía Violante, el “hermano” de mi hermana, el lector de Dante, Borges, Walter Benjamin, Cortázar, Carpentier, Kafka, Dylan Thomas, T. S. Eliot, el autor de algunos libros de incierto destino futuro, he sido médico, he subido el Pico Turquino en 2 ocasiones, seguí la ruta de Martí desde Playitas hasta Dos Ríos, me he emocionado con miles de películas que guardo en mi memoria, he sido bateador designado, primera base y center field de equipos de pelota de dudosa reputación, he ganado algunas competencias, algunos premios, muchos abrazos, vivo en la ciudad que deseo, en la casa que deseo, con una familia que me ilumina. He luchado y he tenido que vencer muchísimos obstáculos para ser quien soy, para ser como soy, para defender mis ideas. Nada me ha sido dado. He tenido que cincelar arduamente el muro de la vida (disculpen lo trillada de la imagen), y sé que seguirá siendo así. Tampoco puedo negar que, sin proponérmelo, me he ganado el respeto, la admiración, el cariño, la afable amistad de personas, sin las cuales aún estaría yo entre anhelos, y no en el medio de un camino, de una avenida que ya me parece irreversible. Si tuviera que regresar a ser el hijo, el nieto, el esposo, el padre, el hermano, el amigo, el escritor, el soñador que he sido y seré, solo tendrían que abrir una puerta y decirme “pasa”. Incluso, si nada dicen, soy capaz de derribar esa puerta y regresar a mi casa, pues sé que el café estará recién colado, encontraré algún libro abierto y un ineludible destello en los ojos de mis hijos…

¿Quién es tu héroe favorito? ¿Y tu villano más admirado?

El Charlot de Chaplin es uno de esos héroes que me han acompañado siempre. Es un personaje único, transferible a toda época, a toda circunstancia. En cuanto a los villanos, soy un ferviente admirador de todos. Elegir a uno, sería traicionar tanta vileza acumulada en ellos; esa que nos recuerda distinguir los caminos luminosos…

 

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

Toda idealización es falaz, pero creo que un autor para niños, debe ser, por sobre todas las cosas, un mago, un nigromante, un hechicero; seres que saben que sus libros se ubican en sitios muy especiales dentro de una biblioteca, cerca de la cama donde duerme un niño; y a veces, si logramos escribir muy bien, el libro estará debajo de alguna almohada, o disputando el espacio de los sueños…

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

El estilo es tan complejo como las matemáticas. Mis influencias son diversas y todas me nutren, no solo los libros. A veces creo que el cine ha tenido tanta importancia para mí como la literatura. No sé qué me ha influido más, si Tom Sawyer o Vampiros en La Habana; si los libros de Roald Dahl, los de Tolkien, o el cine expresionista alemán. Mis influencias gravitan sobre cualquier superficie: real o imaginada. Pero es muy posible que todas ellas juntas, aun no hayan terminado de catalizar un estilo, aunque tampoco me preocupa demasiado. Preocuparse por el estilo me resulta insano. El estilo te nubla o no te nubla. Ahí termina y comienza todo…

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

La lectura y yo nos saludamos en la adolescencia. No me recuerdo leyendo de niño. Estaba muy ocupado nadando en ríos, cazando tomeguines, jugando pelota, viendo televisión. Los libros y yo, salvo en la escuela primaria, jamás coincidimos. No había bibliotecas en los espacios que habitaba. Pero sí me recuerdo ganando competencias de lectura, devorando los libros de historia, de geografía, de matemáticas. Mi primer encontronazo, real, entre la lectura y yo, llegó en el preuniversitario, con 14 o 15 años. Un encontronazo total, definitivo, sincero…

¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil de tu país?

Para insertar un fragmento dentro de un todo, primero tendría que existir un consenso de que ese fragmento “aporta” un misterio, cierta energía, cierto fuego. Yo soy lo que se llama “un lobo estepario”, prefiero mis cuevas, mis encierros, mis silencios, que los aplausos colectivos. La búsqueda de reverencias y padres tutelares no me atraen. Salvo algunas críticas, muy dispersas; salvo algunos comentarios, muy escasos, mi obra, en general, sigue ostentando el estado de “invisibilidad latente”. Frente a eso, solo me queda escribir. Escribir más y mejor. Pero sobre todo, escribir, escribir, escribir. Solo eso me interesa. Lo demás son procesos inverosímiles. Cercano a cumplir mis 40 años, prefiero creer que me queda TODO por hacer y absolutamente TODO por escribir…

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

Los atributos morales han de ser un hilo muy fino que apenas se note en un libro. Salvo que queramos escribir un tratado de moralidad. Siempre recuerdo una frase de J. P. Sartre que reza más o menos así: “Jamás se podrá escribir una buena Literatura con malos sentimientos”. Muchos y excelentes libros se han escrito en contra de cierta “moralidad” establecida. Nunca pienso en palabras tan tremendas como la moral cuando escribo. Siempre pienso en palabras más sencillas, más humanas, más sinceras…

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

Tensa y dinámica relación la que se establece entre un autor y su editor. En Cuba, tristemente el escenario es poco propicio para desarrollar una relación aún más profunda entre estos dos seres. Hasta el momento, mi experiencia ha sido bastante fructífera. Desgraciadamente, ostento ambos títulos, no precisamente “nobiliarios”. Pero una estimulante relación entre un autor y su editor, solo puede propiciar que un libro llegue a las manos de un lector mucho más iluminado, más legible, más puro…

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Te puedo asegurar que jamás salvaría un libro que haya escrito. No me imagino en una isla desierta haciendo promoción de mi obra o buscando editores. Creo que cargaría conmigo La montaña mágica, de Thomas Mann; El guardián en el trigal, de Salinger; Las obras completas de Borges; Rayuela, de Julio Cortázar, toda la poesía de Federico García Lorca; El siglo de las luces, de Carpentier; la poesía de Raúl Hernández Novás; todos los ensayos posibles de Octavio Paz, los diarios de Kafka y las cartas de José Lezama Lima a su hermana Eloísa. Solo espero que estos libros me brinden todas las respuestas posibles y abran nuevos caminos para el hombre que seguirá buscando la palabra como único destino…

 

Nota

(1) Santa Clara, 1974. Escritor. Obra publicada: Libros de LIJ: Las palabras ausentes (cuento), Editorial Capiro; Violante (novela) Editorial Sed de Belleza; Un lugar en el mundo (novela), Editorial Oriente; Ven y mira (novela), Editorial Oriente 2012; Violante (novela), Editorial Gente Nueva; ¡Cuidado!: niña en el jardín (novela) La Pereza Ediciones, Miami 2013. Libros en otros géneros: La soledad y otras mentiras (cuento), Sed de Belleza Editores; Cifras de la muerte (poesía), Ediciones Ávila; Insomnios de la palabra (ensayo), Casa Editora Abril; La isla inmersa (novela), Editorial Capiro 2006-Editorial Letras Cubanas, 2007. Ha obtenido los siguientes Premios y Reconocimientos: Premio Ciudad del Che 2001; Premio de poesía «Raúl Doblado», Premio de poesía «Regino Pedroso», y Premio Calendario de ensayo, 2005; Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara de novela, 2006; Premio de Narrativa Joven «Reina del Mar Editores», 2007; Segundo Premio en el IV Concurso Literario Internacional Bonaventuriano de poesía, Colombia, Premio Oriente «Herminio Almendros»de literatura para niños y jóvenes y Mención en el Premio Ítalo Calvino de novela, 2008; Premio Cauce de cuento, 2010; Mención en el Premio Casa de las Américas de novela, 2011.


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