María Luisa Vaquer tiene 81 años y desafió las órdenes del médico para disfrutar en el malecón habanero del concierto del salsero boricua Gilberto Santa Rosa.
Maestra reiterada tras cuatro décadas de ejercicio profesional, María Luisa debió ser una de las personas de mayor edad en congregarse en el mítico rompeolas de la capital cubana, pero solo fue una generación más de las tantas que decidieron vivir en primera persona la primera visita del Caballero de la Salsa a la Mayor de las Antillas.
“Vine con mi hijos, nietos y hasta un bisnieto, la música de Gilberto es un amor de familia”, dice la octogenaria pedagoga minutos antes de que el boricua suba al escenario y de inicio a un concierto soñado por décadas.
Santa Rosa actuó hace dos días en el Festival Josone Varadero Jazz & Son, pero la verdadera prueba de fuego le aguardaba este lunes en La Habana, ante un público de miles que conocen bien de música, la disfruta y a la vez se atribuye el derecho de juzgarla.
“Algunos podrán pensar que viene a ‘bailar a casa del trompo’, pero es un cantante de primera, como muchos salidos de aquí, y me vienen a la memoria Benny Moré, Roberto Faz, y Vicentico Valdés”, recordó María Luisa como si fuera musicóloga y no maestra jubilada.
Son las 9:30 de la noche, la orquesta hace una fanfarria y el boricua sube al escenario para, sin presentaciones ni alardes, comenzar a cantar, la espera de décadas cobra sentido.
40 y contando se llama el espectáculo que el Caballero de la Salsa presentó en Cuba, una parada de la gira mundial homónima con la que el artista celebra cuatro décadas de carrera musical.
“Era pequeño y para hacerme notar ante una niña de la que me enamoré decidí cantar, la vida y sus cosas, ella no me atendió pero así nació una carrera”, compartió el multipremiado cantante con sus seguidores.
“Quizás por eso le canto tanto al desamor, a los corazones rotos, no me explico qué tenemos los latinos que nos hace disfrutar tanto sufrir por amor, aunque tengo por ahí dos o tres canciones para los enamorados”, comentó en tono de broma.
Santa Rosa es un producto de calidad certificada, una apuesta segura para cualquier espacio; también un artista completo: canta, baila, toca instrumentos, improvisa, es protagonista, y sabe cuándo ceder el escenario, a los ojos del público esa humildad lo hace más grande.
Sus canciones, las de siempre, las que se repiten una y otra vez en todas partes del mundo, pero que los cubanos nunca han disfrutado con Santa Rosa “en vivo”.
Solo segundos necesitó el boricua para convertir en cómplices a los miles de congregados en el malecón de La Habana y juntos tejer la historia de una noche memorable para la historia musical insular.
Conciencia, Vivir si ella, Sin voluntad, Por más que intento, Lo grande que es perdonar, La soledad, Que alguien me diga, Perdóname, La agarro bajando, Qué manera de quererte y Un montón de estrellas, entre otras, fueron el repertorio del concierto, canciones coreadas cual gesto de aprobación recíproca: el boricua quiere volver a Cuba, y los cubanos quieren más de su música.
Pasadas las 11:30, Santa Rosa y la orquesta que le acompaña dieron las últimas notas, y el público poco a poco comienza a retirarse, una de las leyendas de la salsa por fin cantó en la Isla.
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