La guantanamera de Orígenes vs la de Berlín


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Martí amaba la música.  Con solo 22 años expresó: “La música es la más bella forma de lo bello” y “es el hombre escapado de sí mismo: es el ansia de lo ilímite surgido de lo limitado y de lo estrecho: es la armonía necesaria, anuncio de la armonía constante y venidera”.  Y no solo la música que hoy llamamos culta, sino también la música popular, por eso resulta significativo que “La  Guantanamera”, obra colectiva  y una de las canciones más populares en nuestro país, haya devenido en vehículo natural de sus versos sencillos.
Al músico hispano-cubano Julián Orbón y al influjo martiano del Grupo Orígenes, al que  estuvo estrechamente ligado, les debemos lo que al decir de María Teresa Linares le “da vuelo y estatura a la Guantanamera”, “la presencia de los versos de José Martí, sentidos, más que entendidos, por los que escuchan el bello canto cubano”. El propio Joseíto Fernández patentizó el gran significado que le atribuía a que su Guajira guantanamera se hubiese enriquecido con los Versos Sencillos de José Martí. Incluso él también escogió varios fragmentos de dicha obra poética para brindar una versión de su creación musical.
Cintio Vitier en su importante libro Lo cubano en la poesía (1958), contó sobre la inclusión de los versos de José Martí a la guajira guantanamera. “Experiencia inolvidable, verdadera iluminación poética, la de oír a Julián Orbón cantar con la música de La Guantanamera, esas estrofas donde Martí alcanza, en su propio centro, las esencias del pueblo eterno: Si dicen que del joyero/ tome la joya mejor, / tomo un amigo sincero/ y pongo a un lado el amor”. 
En 2001, el ensayista y poeta declaró a la revista Clave que las reuniones en casa de Orbón terminaban “con un gran coro loco cantando La Guantanamera […] Una noche […] él nos dijo que había descubierto cómo se podían cantar los versos de La Guantanamera, y aquella noche la tocó por primera vez en Cuba”. 
Orbón, después de experimentar con la tonada popularizada por Joseíto Fernández, realizó los cambios armónicos pertinentes para yuxtaponer, al ya conocido estribillo, las cuartetas de los “Versos sencillos”. El estribillo que creó Orbón, consta de cuatro secciones, y se alterna con cada cuarteta, de las que se repiten las dos primeras, es decir, las cuartetas se convierten en seis versos octosílabos, que sumados a los cuatro del estribillo nos proporcionan las diez secciones de una décima.
Fue esta le versión que conoció y popularizó internacionalmente el folklorista norteamericano Pete Seeger.  En un campamento de verano, cerca de Nueva York, Seeger se fascinó al escuchar los Versos Sencillos del Héroe Nacional cubano, con la música de La Guantanamera,  entonada por el músico cubano Héctor Angulo. “Creo que fue una bendición ese descubrimiento”, dijo Pete Seeger, “llevé la Guantanamera a más de 35 países”.
Es también la que se escuchó, interpretada por Compay Segundo, en la tercera temporada de la serie española “La Casa de papel”, producción de la española Atresmedia y adquirida por la poderosa Netflix.  En una de  las escenas  del capítulo 3, Berlín se acerca a un tocadiscos de aguja y pone a reproducir la guantanamera. Frente a El Profesor, el ladrón empieza a entonarla, y de pronto rapta un verso y prosigue: “Bajo el sol, hermanito. Yo quiero morir en una playa. Quiero que cuando el juez venga a levantar mi cadáver diga: ¡qué cabrón!”.

¡Cuán grosero modo de re-significar aquellos versos!  ¡Qué distintas  las motivaciones de Berlín  de las que impulsaron a José Martí a escribirlos, “aquel invierno de angustia, en que, por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”! 
Son los atracos simbólicos de la postmodernidad; operatorias para diluir certezas, extraviar las contradicciones centrales y raptar todas las conexiones históricas y aleccionadoras a las soluciones definitivamente revolucionarias de hoy. Son como apunta el intelectual venezolano Luis Brito, expresiones de esa “moda retro”, de esa “cultura de la nostalgia”, con la que se intenta “estabilizar el presente inmunizándolo contra el futuro”; “la muerte de las ideologías, la descalificación a toda lealtad y la relativización de todo código”. Como también hicieron con la partisana  y  rebelde  “Bella Ciao”.
Porque, ¿quién es Berlín? ¿Qué significaciones arrastra este personaje? 
Berlín es para muchos el personaje más interesante de La Casa de Papel.  Parece concebido para representar a los totalitarismos, pero su comportamiento y perfil psicológico consigue, para beneficio de la oligarquía, provocar corrimientos en los sentidos, ruidos que dislocan las preferencias políticas. Una operatoria descrita por Theodor Adorno en 1943, con la que se consigue “la ruptura total de un sentido lógico en los oyentes y eventualmente el colapso de cualquier significado que la idea de verdad pueda tener para ellos”. 
El personaje encarnado por Pedro Alonso, es cruel, cínico, dictatorial y misógino. Cuando la policía llega a descubrir su identidad lo describe así: es Andrés de Fonollosa, un ladrón de “guante blanco”; “es narcisista, egocéntrico, con delirios de grandeza; muestra una absoluta falta de empatía; es un excéntrico con tendencia a la megalomanía lo que le impide diferenciar el mal del bien”. “Tiene una necesidad patológica de causar una gran impresión sobre todo ante desconocidos”. Así  comenta el oficial de la policía, mientras se ve a Berlín en pose demagógica, como en un mitin, insuflándoles miedo a los secuestrados y reconociendo a los mejores trabajadores. 
En uno de los capítulos Berlín renuncia a la democracia y se declara dictador, a fuerza de cañón y de un secreto. “Si no pones cadáveres encima de la mesa” (…) no se te respeta”- le dice a un grupo de mujeres rehenes para atemorizarlas. Les confiesa, además, que no siente culpa, que, a diferencia de su hermano El profesor, no siente dolor por la supuesta muerte de Mónica Gaztambide, nada consigue conmoverlo. Disfruta torturarlas, que tengan miedo. A una de ellas la sojuzga sexualmente y la obliga a comprometerse a casarse y vivir con él hasta el fin de su vida. Finalmente la sacrifica en contra de su voluntad. 
Pero hay más. Berlín es un enfermo terminal, no tiene futuro. Y por el gran sentido del honor -es lo único positivo que le achaca la policía-, decide al final de la Segunda Temporada, “sacrificarse” por todos, entonando “Bella Ciao”.  Con su muerte, el sargento al mando de los atracadores arrastra hacia la banalización desmovilizadora, conceptos tan caros a las ideas genuinamente rebeldes  y socialistas como el sentido del honor y el sacrificio. "Berlín camina hacia la muerte como una mosca hacia el fuego"- describe Pedro Alonso el final del personaje. De tal modo, se cambia el significado de “morir con dignidad” y se banalizan conceptos como “el honor”, “la dignidad y “el sacrificio”, tan valiosos  en el pensar y actual de Martí  
Así también se arrastra, hacia sentidos desorientadores y desmovilizadores, ideas fuerzas como la que  enarbola nuestro Himno  Nacional, “morir por la patria es vivir. 
¿Será tan casual, ese contagio simbólico: Berlín- La Guantanamera-Cuba?  
Vale notar que la serie se desarrolla en España, pero el segundo atraco fue concebido en Italia.  Allí lo proyectaron El Profesor, Berlín y el sustituto de este Palermo, un argentino con iguales tendencias autoritarias y misóginas. ¿No se alude así al triángulo fascista europeo (Italia-Berlín-España) y su conexión con el fascismo latinoamericano? 
Recuérdese que con la tercera temporada, con el segundo atraco, la “resistencia” se convierte en “venganza” y al final en una “guerra contra el sistema”, en un caos.  Así se simplifica y trastoca la historia de las rebeldías, etiquetadas  y estigmatizadas como “populismo”. Otras de las operatorias  de la derecha mundial. Como ha sido la de equiparar todos los totalitarismos, al socialismo con el fascismo. Es lo que hace Tania Bruguera  al manipular el libro de Hanna Arendt.
Desde finales de los 80, con la caída de su muro, Berlín devino en el símbolo del apabullante triunfo del Capitalismo sobre el Socialismo y del “Fin de la Historia". Por eso a Gorbachov le pidieron, posar en Berlín, al lado del muro que ayudó a derrumbar. Una de las veces para la Vanity Fair y la reconocida fotógrafa Annie Leibovitz. La que vino a La Habana, después del 17D, a capturar el supuesto último empujoncito al socialismo tropical; para fotografiar, en locales intencionalmente seleccionados,  a la sensual Rihanna.
Así se manipula la historia y diluyen los sentidos de las rebeldías auténticas. Trastocando  los significados de nuestros símbolos, de creaciones con tanto peso identitario como “La guantanamera”. 

 


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