Guerra a las faltas de ortografía


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Un cartel: “No  hechar basura en la calle” y nada menos que echar con h, un diploma que me enviaron con mucho cariño: “A la poetiza” y lamentablemente  con z y para terminar el día, en plena Tele, la palabra “confeciones”,  con c, determinaron este artículo.

¡No es posible!,  me dije. ¿Nadie ha detectado el cartel mal escrito, ni el diploma, ni el letrero de la televisión? Parece que no y entonces me decido a escribir y así lo hago.

¡Guerra a las faltas de ortografía!, este es mi lema.

Quizás sea bueno decir, ante todo, que el lenguaje es una actividad humana que nace con nosotros mismos. Se forma en nuestra propia Sociedad.

Desde que nacemos, necesitamos comunicarnos. La comunicación es una necesidad en la vida. Es una acción recíproca. Lo que digo o escribo responde a un fin determinado. Emito un mensaje y quiero que se conozca, que se escuche, que se lea, que se reciba.  Así es la cosa. Siempre existirá un emisor y un receptor. El momento de la respuesta ya llegará. De aquí para allá y de allá para acá.

Desde niños debemos ejercitar correctamente la comunicación.

La comunicación es un fenómeno social, natural y personalmente ineludible.

La lengua materna hay que amarla y cuidarla como amamos y cuidamos a la Patria que nos vio nacer, o al monumento entrañable que ahora es patrimonio cultural, o a la calle del barrio que nos pertenece.

Los que hablamos el español o castellano y pertenecemos a la comunidad iberoamericana, nos entendemos perfectamente, aunque muchos de nuestros países,  tienen formas específicas, en el uso social de la lengua común.

Yo, como muchos importantes cultivadores de nuestro idioma, me siento muy orgullosa de poder hablar y escribir en español. Es importante que los padres, se preocupen por estas cosas.

Conocer las normas fundamentales de la lengua que nos pertenece, es muy importante para la educación de nuestros hijos.

Si los padres, tienen dificultades con el español, especialmente  de carácter ortográfico, deben tratar de eliminarlos, para de esa manera, estar atentos a los errores en el lenguaje, que puedan cometer los más pequeños de la familia.

La práctica del diccionario, es una buena vía para despejar las dudas que se puedan presentar en el significado y escritura de las palabras.

Si no sabemos escribir bien las palabras de nuestro idioma ¿cómo nos vamos a entender de forma correcta?

La escritura de las palabras, debe ser igual para todos. Si cada uno escribe como quiera, sería muy difícil mantener la comunicación necesaria y realmente no nos entenderíamos jamás.

Lo primero que hay que recomendar es hacer que la ortografía sea una preocupación  natural  y que nos dé pena, mucha pena, escribir algo con errores ortográficos.

Una carta a la novia, llena de errores, una décima a un amigo con faltas de ortografía, un texto patriótico para un matutino, con errores garrafales, nos debe avergonzar.  Todo ello debe constituir, para el que los haya redactado, una verdadera derrota.

Para evitar que esto suceda, desde muy niños, se deben tomar medidas.

Yo siempre he considerado con muy buenos resultados, el dictado de palabras.

No está de más decir, que el dictado no es para aprender la ortografía de las palabras. El dictado es para comprobar si dominamos la ortografía de las palabras. Así y todo, el dictado obliga a estudiar ortografía y eso es lo importante.

La competencia entre los alumnos, es algo muy recomendable. El dictado no faltaba en mi aula. De niña recuerdo, que esas competencias también la hacíamos  como un juego en mi casa, entre hermanos y primos. ¡Y valga el buen resultado que nos dio!

De aquellas competencias, mi madre se convirtió para nosotros, en una defensora de nuestro idioma. Cuando llegaba y nos proponía el juego, todos risueños le decíamos: “Ahí llegó la miembro de la Real Academia”. Era el momento, y muy feliz, de comenzar el dictado que, por cierto, nunca fueron palabras raras y desconocidas; eran   palabras del lenguaje común, que estábamos acostumbrados a usar diariamente.

Una preocupación, que es necesario tener en cuenta, es que cada vez que escribimos algo, bien sea un cartel, un diploma, una frase en la Tele, debe comprobarse si está bien escrito. Si hay dudas, debe revisarse y corregir cualquier falla que se haya cometido. Eso se llama: respeto a la Lengua y a los receptores a quienes va dirigido el mensaje.

Respeto y vergüenza, ante lo mal hecho. Todo ello es fundamental. Es un problema ético.

El que lanza una palabrota inadecuada en un ómnibus o el que escribe inescrupulosamente en la fachada de un edificio o de un monumento histórico, está demostrando que no tiene respeto ni vergüenza y si además, grita o escribe con faltas de ortografía, el daño es todavía es peor.

Pero vamos a lo que me motivó a escribir estas líneas.

¡La Guerra a las faltas de  ortografía!

Es importante  señalar, y aquí va un pequeño consejo, que la mejor manera de aprender ortografía, y esto ya lo he dicho muchas veces, es a través de la lectura.

Si un país puede  hacer gala de su buena ortografía, es CUBA, que dedica grandes esfuerzos a la formación intelectual y moral de todos sus ciudadanos y que no ha tenido reparos, para poner en manos de su pueblo, la mayor cantidad posible de libros en librerías, bibliotecas y escuelas. La Feria del Libro que todos disfrutamos así lo refleja.

¿Ha probado usted, que dice que no le gusta la lectura, dedicar un rato, cada día, a leer aunque sea una página de un libro, antes de dormir?  Lo invito a hacer la prueba. Después me dirá. Todo es cuestión de hábito y si se logra desde niño, mucho mejor,

Se ha comprobado por estudios realizados, que la persona que sistemáticamente lee,  tanto periódicos, revistas, como libros, tiene mejor ortografía, que los que no han desarrollado esas prácticas.

Un buen regalo para un adolescente, es iniciarle una biblioteca en su cuarto y regalarle  libros para engrosar la misma, sobre todo, si los textos que se escojan son  atractivos y lo entusiasma a leer.

Algo que también se ha demostrado, es que, en ocasiones, se hacen lecturas defectuosas, sobre todo, cuando aún no se ha adquirido el verdadero hábito de leer y entonces, aparecen problemas ortográficos, sobre todo al pronunciar mal las palabras.

Los maestros cuando hacen ejercicios de lectura, aprovechan la oportunidad para que los alumnos expliquen por si solos el sentido de lo que han acabado de leer, sin dejar de señalar detalles ortográficos importantes y corregir la pronunciación de las palabras. 

¡Buen ejercicio para fijar el significado y la ortografía de las palabras!

Leer bien, mejora la escritura.

Las maneras de enseñar ortografía han variado y por supuesto, no hay que temerle a los cambios, pero hay algunas normas que aprendimos desde niños y permanecen como eternas  Por ejemplo,  antes de p y b va m. ¿Alguna duda?, como no la debe haber,  cuando decimos que todas las palabras esdrújulas llevan acento. Si es así ¿por qué fulanita, puso hepático sin acento, en la Historia Clínica que le correspondía confeccionar.

Es imposible concebir que un estudiante de medicina, se le ocurra poner ojo con h o vesícula con b. Si así lo hiciere, ese estudiante, al acercarse a su libro de texto, leyó  con defecto, quizás sin preocuparse de tratar de resolver algunos errores ortográficos,  que debe haber arrastrado, desde sus años de primaria o secundaria.

Debemos evitar que esto suceda.  

La computadora es un gran invento. La rectificación ortográfica en ella es útil, pero no resuelve el problema. Reviso con la máquina, sin casi analizar mi error. La máquina lo resuelve y ya está. Quizás hasta sea peor, si de verdad el actuante, no tiene interés en tener buena ortografía y ha decidido no preocuparse por eso.

Y no quisiera hablar de los mensajes por correo electrónico y la escritura que generan como de moda, algunos  internautas.

¡Menos mal que los mensajes de correos, se borran fácilmente!

No resulta igual, el escribir una carta a la persona amada, de esas muy personales, pluma en mano, esas cartas que se conservan toda la vida. ¡Ahí está el grave problema!

Nuestro idioma exige respeto. Debemos  sentirnos orgullosos de dominar al menos las palabras más utilizadas, normales, necesarias para la comunicación más efectiva y avergonzarnos siempre, cuando no seamos capaces de dominar su ortografía.

De todas estas cosas, podríamos hablar mucho más. Espero que estos consejos, a manera de mensajes, lleguen a los receptores necesitados de ellos. 

¡No debemos dejarnos vencer! La guerra a las faltas de ortografía está planteada.


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