Guillén, entre Coloquio y Festival en tiempo de Son Cubano


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Este 8 de mayo comenzó en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el XIV Coloquio y Festival Nicolás Guillén 2024, evento que fue inaugurado por Nicolás Hernández, director de la Fundación que lleva el nombre del Poeta Nacional de Cuba, sobre cuya obra igualmente disertó el investigador, ensayista y profesor Leonardo Sarría Muzio, Doctor en Ciencias Literarias quien expuso su conferencia titulada Magia, Mito y Ritual en la poesía de Nicolás Guillén.

Dedicado a los aniversarios 90 de West Indies Ltd. y los 60 del poemario Tengo, durante sus sesiones —que se extendieron hasta el  10 de mayo— los más de cien expertos nacionales y extranjeros participantes ofrecieron coloquios y charlas en torno a los libros ya citados, así como sobre Poesía de Amor, volumen que cumple 60 años de editado, y se valoró la trascendencia periodística y literaria de las crónicas de Guillén publicadas hace una centuria  en la sección Pistos Manchegos, del periódico El Camagüeyano.

En ese programa académico, que se realizó en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), también se debatió sobre la mujer, la racialidad, la obra de Nancy Morejón, el estado de conservación y digitalización del Archivo Nicolás Guillén en el Instituto de Literatura y Lingüística, y el trabajo comunitario en barrios vulnerables, entre otros tópicos.

A la apertura de este encuentro asistieron Alpidio Alonso Grau; Luis Morlote Rivas, funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, el embajador de México en Cuba, Miguel Díaz Reynoso y el vicerrector de la Universidad de La Habana, Dr. José Ángel Baujín Pérez, entre otras personalidades, además de reconocidos intelectuales.

Jornada por el Día del Son Cubano

Coincidente con el Coloquio y Festival dedicado a Nicolás Guillén, en el capitalino Pabellón Cuba este miércoles igualmente comenzó la Jornada por el Día del Son Cubano, la cual evoca el aniversario 130 de Miguel Matamoros, nacido en Santiago de Cuba el 8 de mayo de 1894 y fallecido en esa emblemática ciudad del oriente cubano el 15 de abril de 1971; así como en recordación de otro relevante músico: Miguelito Cuní, también venido al mundo en esta fecha del año 1917, en Pinar del Río, y fallecido en La Habana el 3 de marzo de 1984.

La celebración del Día del Son Cubano se instauró a propuesta de otro grande del pentagrama nacional, el compositor, escritor, arreglista, cantante y pianista Adalberto Álvarez, Premio Nacional de Música 2008 y bautizado como El Caballero del Son,  (La Habana, 22 de noviembre de 1948-1 de septiembre de 2021), a partir de octubre del año 2020, por acuerdo del Consejo de Ministros, en su Decreto 19, se instituyó el 8 de mayo como el Día del Son Cubano. Con anterioridad, en septiembre de 2012, este género vocal e instrumental bailable, una de las formas básicas dentro de la música cubana, había sido declarado Patrimonio Cultural de Cuba.

La notable musicalidad en la poesía de Guillén

A propósito del Coloquio y Festival Nicolás Guillén y la Jornada por el Día del Son Cubano vale reflexionar sobre la notable musicalidad en la poesía del popular vate nacido en Camagüey el 10 de julio de 1902 con el nombre de Nicolás Cristóbal Batista Americano, fallecido en La Habana el 16 de julio de 1989, gran sonero poético, entre cuyas obras sobresalen las recogidas en Motivos de son.

Algunos estudiosos de la vida de Guillén afirman que antes que se introdujera en el mundo de la poesía, aún niño, profesaba extraordinaria vocación por la música, la cual trascendió a sus encendidos versos; así como fue notable en sus crónicas sobre diferentes figuras que cultivaban variados géneros del pentagrama insular, entre estas Rita Montaner, Virgilio Diago, Brindis de Salas, Roberto Ondina, Ignacio Villa (Bola de Nieve) y Benny Moré.

Reconocidos vocalistas, conjuntos y grupos musicales de Cuba, del Caribe, Latinoamérica y España, han popularizado numerosos poemas de corte popular y folklórico creados por quien, más que “negra”, calificó a su poesía como “mulata”, para de tal modo conferirle un carácter más general e ilimitado al mestizaje.

Guillén, se nutrió de la vida en los barrios pobres, de los bembés y cultos a los santos que se realizaban en los solares de su natal Camagüey, con tambores, cajones, claves y timbales, proceso de formación de una intelectualidad que también se alimentó de la conga, la rumba y el guaguancó; además de las manifestaciones religiosas orales-musicales que, expresadas por los negros esclavos, fueron heredadas por las siguientes generaciones de afrodescendientes.

Esas experiencias enriquecieron su interés por el vibrante ritmo del son, también con raíces ancladas en lo popular, donde se entretejen la melodía, la métrica y los instrumentos musicales con la tradición del canto y el ritmo africano: “Yoruba soy, lloro en yoruba/ lucumí./ Como soy un yoruba de Cuba, / quiero que hasta Cuba suba mi llanto yoruba,/ que suba el alegre llanto yoruba/ que sale de mí./…Yoruba soy,/  cantando voy, / llorando estoy,/ y cuando no soy yoruba, soy congo, mandinga, carabalí./ Atiendan, amigos, mi son, que empieza así:/ (…)”, expresa su Son número 6, del libro El son entero (1947).

La herencia Yoruba

Los versos de Guillén emanan, de forma fluida y candente, desde las más auténticas raíces afrocubanas. Buena parte de su obra posee un ritmo, cadencia y movimiento mayoritariamente provenientes de las culturas traídas a la Mayor de las Antillas por unos 275 mil negros nigerianos, apresados y convertidos en esclavos, quienes entre los años 1820 y 1860 arribaron a las costas cubanas, trayendo consigo su creencia Yoruba; proceso sincrético mediante el cual se fusionaron aquellos dogmas africanos con el catolicismo traído a la Isla por los colonizadores españoles.

En su poesía encontramos esas coloridas referencias resultantes de la mezcla de tradiciones y costumbres arraigadas en una importante zona del Continente Negro —en menor cuantía también llegaron esclavos procedentes de la costa occidental del África sub-sahárica, desde el norte de Senegal hasta el sur de Angola—, así como de la típica musicalidad existente en buenas parte de la obra de los bardos cubanos de los siglos XVIII y XIX.

En la creación literaria de Guillén sobresale un estilo único e irrepetible, sustancialmente marcado por un talante expresivo afrocubano, el cual se evidencia desde sus primeros libros Motivos del Son (1930) y Sóngoro Cosongo (1942), de este último muchos de sus poemas son recurrentemente llevado a disimiles espectáculos musicales, escenificaciones teatrales y producciones cinematográficas.

 

 


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