Habana, un alma palpable. Ser espacio. Ser frontera entrecruzada


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Habana, un alma palpable. Ser espacio. Ser frontera entrecruzada

 

“Yo te amo, ciudad, cuando persistes...”

 

Gastón Baquero

 

Parecería que para la habanera Sandra García Herrera, curadora de la muestra fotográfica “Habana, un alma palpable”, el adentro y el afuera fundamentan su aproximación lógica a la geometría que evidencia la distancia/proximidad/cercanía entre las cosas de esta ciudad. Sí, entre el artefacto fotográfico y ojo visor, y el objeto/sujeto fotografiado en ella. Entonces, de dicha aproximación, lo abierto y lo cerrado del aquí y del allá, de lo uno y de lo otro, vienen hacia el lector-espectador como una suerte de “espacialización” del pensamiento alrededor de las múltiples perspectivas que la legendaria villa ofrece. Y es que, por metafórica o figurativa que sea la imagen fijada de la fotografía, cabalga en ella una geometría implícita hacia el movimiento y la acción. Ah, el “drama” estaría en lograr que la comunicabilidad de una imagen singular de la Habana y sus gentes, se torne hechura de gran significado ontológico también para el lector-espectador.

Y digo esto, tal como aseguran las notas que acompañan la Expo, pues la selección de obras intentó huir de sitios comunes para transmitir, desde formas intangibles, los modos y miradas a través de los cuales los artistas reunidos habitan y desentrañan la ciudad que también han hecho suya. La misma ciudad que Sandra siente en carne y huesos, en amor y fascinación; al punto de seducir a varios artistas no habaneros para devolverse hacia la vieja ciudad con común pasión (responsabilidad, compromiso, imaginería, proposición).

(…) todos los elementos de la perfección coexisten en La Habana: un malecón comparable únicamente con los de Niza o Río de Janeiro; un clima que propicia flores en todos los tiempos; un cielo que no cubre los pavimentos con lodos grises; una situación geográfica que pone decoración de mar, nubes o sol, al final de cada calle… Y sin embargo… La Habana es la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico, diría Alejo Carpentier en Amor por la ciudad.

Y me atrevería a sostener contra toda subjetividad y posible malicia interpretativa, que es el amor a la urbe la línea de acción que transversaliza la sujeción de esta “alma palpable” de García Herrera y de los jóvenes artistas convocados. Quizás, como en aquella otra muestra de 2018 (“Habana imaginada: alma fotográfica para una ciudad”, con investigación y curaduría de Aline Marie Rodríguez) en homenaje a los quinientos años de la Habana patrimonial; la exposición que ahora exhibe el Salón Blanco del Museo de Arte Sacro, Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís, en el centro histórico habanero, nos regresa la pregunta de cómo desplegar de dentro y de fuera el permanente drama de habitar (saditar) la geometría íntima de los imaginarios colectivos.

Esos mismos imaginarios que la treintena de obras que conforman la selección hacen que viajemos de un lado a otro tratando de redescubrir/identificar/ubicar en espacio y tiempo las muchas Habana(s) aquí resemantizadas.

Yo te amo, ciudad, cuando persistes...”, el verso de Baquero que coloco de pórtico en estas notas, se vuelve paratexto en una Habana unívoca y variada a la vez. Sitial de confluencias y bifurcaciones, de encuentros y desencuentros, de afluencias y carencias, de ruinas y riquezas; todo esto y más, está contenido en las fotografías de “Habana, un alma palpable”. Imágenes manipuladas, otras crudas, matizadas, de atmósferas recreadas, encarnadas, blanquecinas, sepiadas, en zoom o alejadas; de gran, medio o pequeño formato, montadas con cuidado y otras dejadas. En su mayoría, propiadas del tema, algunas más distanciadas y, aun así, made in Havana. En ese sentido, mi lectura en paralelo y de frente al producto fotográfico inquiere, asimismo, hacia la construcción de la identidad en la fotografía contemporánea como suerte de-construida de su aparente construcción inherente.

Y si tratáramos de penetrar en los problemas planteados por la imaginación poética, también sospecharía que aquí el culto al pasado no cuenta, y sí. Es él relato y fábula subyacente, como también lo es el tratamiento progresivo del tiempo, el largo esfuerzo de los enlaces y las construcciones de pensamientos, atracción oportuna del proyecto para permitirnos habitar el presente. El presente de la imagen, estar en el minuto de la imagen, como si el producto colgado en los grandes muros del blanco salón unieran captación y expectación en idéntica temporalidad vivida y discursiva, en el aquí y ahora del instante, del obturador y del ojo veedor.

En “Habana, un alma palpable”, en las relacionalidades fundadas entre la imagen poética global y una nueva lectura (de ser posible) de aquellos arquetipos dormidos en el fondo del inconsciente del lector-espectador (también de los artistas), comprenderíamos que dicha relación no es, hablando con propiedad, causal (ni casual). La imagen poética no está sometida a un impulso, ellas arrastran (después de emerger), pero no son necesariamente las develaciones de un arrastre. La muestra “en la que se reúne un grupo de muy jóvenes y emergentes fotógrafos cubanos en cuya obra encontramos no una, sino muchas habanas”, aun huyendo “de sitios comunes”, el cliché simula nacer y renacer como ocurre en el verso de Baquero, como motivo dominante, como clamor y oda a la ciudad, creería que en adhesión aparencial a una imagen conservada y, también, en el embeleso autónomo de la novedad en la imagen.

En cuanto un arte se hace “autónomo”, emprende un nuevo y oportuno punto de partida. Entonces interesa considerar esta partida en el espíritu del proyecto general que persigue la plataforma tangible del Fondo de Arte Joven y la cooperación cultural que propicia la Embajada de Suiza y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) en acompañamiento a la creación en diferentes zonas del arte cubano de este tiempo.

De un tiempo a esta parte, el Salón Blanco viene destacándose como anfitrión de varios proyectos expositivos auspiciados por el Fondo de Arte Joven en complicidad con la Oficina del Historiador de la Ciudad y otras instituciones culturales cubanas. Más allá de las garantías espaciales que ofrece el salón, sería oportuno seguir pensando en la mejora de las condiciones acústicas y de emplazamiento de las propuestas que allí se acogen. Quizás, como lo soñara Sandra para esta muestra, haber tenido esa banda sonora alusiva a la Habana, hubiese actuado como dispositivo narrante simultáneo a los propósitos visuales de “Habana, un alma palpable”. Pues la puesta en espacio de las imágenes, su ser espacio, ser frontera entrecruzada entre lo visible, lo audible, lo palpable y más, permitiría ser ciudad, ser tiempo, ser comunidad in time specific. Ser cada uno en sí y todos a la vez. Y poder en nuestra ciudad anfitriona entretejer la vinculación de sus (im)posibles lindes y contornos; como territorio de convergencias múltiples es un “nuevo lugar”, de una nova lingua franca que explora la comunalidad de cuerpos, tiempos y espacios culturalmente mediados por la fotografía ante la irresolución de un posible modelo global.

Queda visitar el salón galería, agradecer a Sandra, a los artistas y organizadores de “Habana, un alma palpable”, por regalarnos la porfía de sentir la ciudad y que ella existe a través de la experiencia encarnada que posibilitan esas muchas Habana(s) fotografiadas. Al decir de Juhani Pallasma, la ciudad y mi cuerpo se complementan y definen el uno al otro, habito la ciudad y la ciudad habita en mí cual ojos de su piel transparente. Entonces sí, gritar a los cuatro vientos: “Yo te amo, ciudad, cuando persistes...


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