Hace cincuenta años… / Por: Rafael Acosta de Arriba


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Hace medio siglo, por estos mismos días de enero de 1968, La Habana fue el escenario del Congreso Cultural de La Habana o Congreso Mundial por la Cultura. Fue una reunión extraordinaria de intelectuales, artistas y hombres de ciencia venidos de los cuatro puntos cardinales del orbe.

La idea de organizar este evento surgió justo un año antes, en enero de 1967, en una reunión del Comité de Colaboración de la revista Casa, que terminó con una Declaración que apuntaba hacia la unidad de los escritores latinoamericanos de izquierda y los invitaba a un debate tercermundista abierto y crítico sobre todos los problemas de esta amplia zona de la humanidad. El último día de esta reunión, Fidel Castró convocó a los escritores organizados en torno al referido Comité de Colaboración a una cena y reunión que duró hasta el amanecer del siguiente día, en la que se abordó en profundidad la idea germinal del Congreso, y en la que cambió el modo de organización y el alcance del evento. A partir de ese momento su organización corrió a cargo de un comité nacional presidido por el entonces ministro de Educación José Llanusa Gobel. Dejó de ser una reunión de intelectuales del Tercer Mundo para abarcar a intelectuales del planeta todo, en particular del mundo occidental.

Otro posible origen del Congreso lo ofreció el propio Llanusa Gobel en su discurso en el Seminario Preparatorio Nacional que se efectuó en el otoño de 1967, cuando atribuyó la iniciativa a “una vieja idea de Fidel”. De manera que lo más atendible a considerar es que la idea original fue, finalmente, producto de una elaboración colectiva que, durante todo ese año, mantuvo ocupada a la intelectualidad y a las instituciones culturales cubanas. Tampoco tengo dudas, al menos desde la perspectiva actual, de que el Congreso formó parte de un grupo de acciones en el plano internacional para darle cobertura a las acciones que la guerrilla del Che llevaba a cabo en algún lugar del continente latinoamericano. Una confirmación de esta hipótesis se encuentra en textos de varios intelectuales extranjeros, entonces amigos de la revolución y conocedores de la política cubana del momento. Todos coinciden en que el evento se organizó como parte de lo que se llamaría entonces la Operación Che, inicio proyectado de la creación de los Viet Nam latinoamericanos que propugnó el comandante guerrillero argentino. Sobre este punto vale la pena citar a Luisa Campuzano, quien escribió décadas después: “Con este Congreso, que debía haber servido de apoyo a la lucha del Che, asesinado unos meses antes, culmina el proceso de identificación de vanguardia política y vanguardia literaria y artística”. (1)

Como antesala del Congreso, en el ámbito local, entre el 25 de octubre y el 1 de noviembre de 1967, se realizó, en el Círculo Social Obrero “Félix Elmuza” un Seminario Preparatorio Nacional que incluyó previos seminarios en cada provincia del país. El periódico Granma y los demás medios radiales, televisivos e impresos brindaron una exhaustiva información acerca de todo el proceso previo, en el que participaron alrededor de 1 323 intelectuales y científicos cubanos.

La red de conexiones que los dirigentes y las instituciones culturales cubanos habían tejido durante los nueve años de la revolución en el poder, fue acelerada y potenciada con vistas a la realización del Congreso. Destacaron en esa urdimbre de relaciones las del Comité de Colaboración de la revista Casa con escritores, artistas e intelectuales en general y la de cineastas e intelectuales vinculados con el cine, gestada por el ICAIC y Alfredo Guevara personalmente. Dichas redes estaban creadas con los escritores, artistas e intelectuales del Continente, pero también se movían hacia la intelectualidad europea y norteamericana, así como a la de los países africanos y asiáticos. Sobre esta condición, frente o alianza con las nuevas izquierdas del momento, en su libro Cuba y la Nueva Izquierda, el académico español Kepa Artaraz apreció, como lo hicieron entonces muchos observadores, que con el Congreso Cultural, “con más de quinientos intelectuales de más de setenta países, la Isla anunciaba al mundo que era algo más que ese régimen cerrado y dogmático que se le endilgaba a la URSS”. (2) André Gorz, otro de los delegados y reconocido intelectual de izquierda, apuntó que, por primera vez en la historia, un país autoproclamado socialista, en el décimo aniversario de su revolución, era reconocido y aceptado por intelectuales del mundo entero. (3)

Al mismo tiempo que estaba sucediendo un duro período de desencuentros entre las direcciones políticas de Cuba y la URSS, el entendimiento de la isla con las izquierdas mundiales había entrado en un nivel que puede considerarse de estado de gracia. Desde 1960 importantes intelectuales arribaron a la Isla para ver con sus propios ojos lo que sucedía en la Cuba revolucionaria; Jean Paul Sartre el primero, y casi todos regresaron a sus países prodigando contundentes elogios sobre la realidad cubana. Entre 1965 y 1968 decenas de intelectuales de izquierda visitaron la isla.

En este contexto se celebró el Congreso Cultural de La Habana, entre el 4 y el 11 de enero de 1968, quizás uno de los eventos cubanos más significativos de la década en su conjunto, y que abrió el año con enorme resonancia y circulación mediática. Cerca de quinientos intelectuales de setenta naciones, llegaron a la Isla para participar en esta reunión. La representación de los países socialistas sobresalía por su escaso número y por su pobre reconocimiento al comparar sus nombres y talla intelectual con los de la mayoría de los participantes. Las delegaciones de Francia y España resaltaban por ser las más nutridas y por contar con figuras de mucho relieve en el mundo intelectual de Occidente; igual sucedía con algunos intelectuales latinoamericanos presentes. Algunos nombres relevantes del cónclave fueron: Julio Cortázar, Roberto Matta, Antonio Saura, Max Aub, Blas de Otero, Ives Lacoste, Michel Leiris, Edouard Pignon, André Pierre de Mandiargues, Luigi Nono, Giangiacomo Feltrinelli, Francesco Rossi, Aimée Cesaire, David Alfaro Siqueiros, Han Magnus Ensensberger, Roman Karmen, Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Nicolás Guillén, entre otros.

Resulta obvio, visto con la distancia temporal de cincuenta años y un grupo de investigaciones realizadas, que uno de los propósitos del Congreso fue la conformación de un frente intelectual, “la nueva vanguardia”, que contribuiría a propiciar una subversión revolucionaria a tono con los tiempos y de la cual se encargaría centralmente el foco guerrillero abierto por el Che en Bolivia. Al caer el Che en octubre de 1967, ese motivo central perdió su importancia, pero ya el evento estaba citado y se mantuvo su realización. Allí se concentraron hombres de letras de disímiles orientaciones: surrealistas, troskistas, marxistas por la libre, comunistas del bloque soviético, liberales de izquierda, católicos, guerrilleros, pacifistas, masones, freudianos, existencialistas, guevaristas y fidelistas, así como socialistas de diversas filiaciones estaban presentes en la cita habanera, una amalgama de tendencias que es poco probable que se haya vuelto a reunir en ningún otro foro de intelectuales con posterioridad.

El Congreso se estructuró por comisiones, como mismo laboró el Seminario Preparatorio. Las comisiones fueron organizadas según los siguientes temas principales: Cultura e independencia nacional, Formación integral del hombre, Responsabilidad del intelectual ante los problemas del mundo subdesarrollado, Cultura y medios masivos de comunicación y Problemas en la creación artística y del trabajo científico y técnico. Según Llanusa, a propuesta de Fidel fueron invitados científicos e investigadores de ramas técnicas, quienes ensanchaban el concepto de intelectual en un rango más amplio y abarcador. La presidencia oficial del evento estuvo integrada por: José Llanusa Gobel, presidente; Eduardo Muzio, secretario; Haydeé Santamaría, Carlos Rafael Rodríguez, José Ramón Machado Ventura, Regino Boti, Carlos Chaín, Oscar García y los respectivos presidentes de las cinco comisiones (integradas por un trío internacional en cada una).

El Congreso fue inaugurado por Osvaldo Dorticós Torrado y clausurado por Fidel Castro Ruz. No podía concebirse una mayor jerarquización para una reunión de este tipo. Las máximas autoridades políticas y estatales participaron de los detalles organizativos, en la recepción de los invitados y en la activa participación del trabajo en las comisiones y en los plenarios. El hotel Habana Libre se convirtió en un espacio abierto, cosmopolita, de francos debates e intercambios, establecimiento de contactos y de relaciones de todo tipo entre los propios intelectuales y los dirigentes de la Revolución. Un verdadero hormiguero babélico en el que laboraba, pensaba y discutía una buena porción de lo más aventajado del pensamiento de izquierda mundial del momento. El discurso de clausura de Fidel Castro es una joya dentro de su oratoria y constituyó una dura crítica a la política no vanguardista, en materia de política exterior de la URSS y el campo socialista, una posición verdaderamente inédita en aquellos años.

La palabra revolución, la imagen del Che Guevara como ejemplo incendiario, el apoyo a Viet Nam en su lucha contra el gobierno de los Estados Unidos, y las proyecciones futuristas y emancipatorias del Tercer Mundo, fueron expresiones escuchadas día tras día en el Congreso Cultural. En los debates de las comisiones y plenarias no se plantearon, en esencia, discusiones académicas, sino fórmulas objetivas y viables para ayudar a los procesos de liberación nacional y a contribuir a la salida del subdesarrollo de los países del llamado Tercer Mundo. Apoyar a la revolución, donde quiera que esto pudiese ser, fue la esencia del llamado de La Habana a toda aquella intelectualidad.

La Habana fue por una semana la capital de las ideas más radicales de la izquierda mundial. Fue un evento extraordinario, pero con una pobre continuidad posterior de sus conclusiones y declaraciones.

 

 

NOTAS:

 

  • Luisa Campuzano y Ambrosio Fornet: La revista Casa de las Américas: un proyecto continental. CIDC Juan Marinello, La Habana 2011, p. 48.
  • Kepa Artaraz: Cuba y la Nueva Izquierda, una relación que marcó los años 60, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011., p 178.
  • Andre Gorz: “Castro ouvre un nouveau front”, Le Novel Observateur, 24-01-1968, p. 20.

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