Harold Gramatges y el misterio más grande


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"Soy un enamorado de la vida. Vivir es un privilegio que agradezco. Estoy convencido de que cualquier problema, por grande que parezca, tiene solución siempre que seamos capaces de buscársela con inteligencia", confesó en una ocasión el eminente músico cubano Harold Gramatges, uno de los más grandes creadores que ha dado la isla.

Nacido el 26 de septiembre de 1918, en Santiago de Cuba, Gramatges creció en un ambiente musical y antes de cumplir los seis años de edad tocaba de oído muchas de las piezas que escuchaba. A los ocho se presentó en público por vez primera y a los doce debutó en un concierto.

En su ciudad natal estudió música y el bachillerato. Era un adolescente cuando viajó a La Habana con la idea de buscar unas obras que necesitaba estudiar e irse inmediatamente, porque, según contó, iba a ingresar en el Conservatorio Real de Bélgica. Pero conoció a  Amadeo Roldán, director de la Orquesta Filarmónica y del Conservatorio Provincial de Música de La Habana, e hizo los exámenes de ingreso a esa escuela. A los tres meses estaba sentado en un pupitre con Amadeo Roldán delante enseñándole música.

Considerado desde muy joven por el escritor y musicólogo cubano Alejo Carpentier, como uno de los creadores «más sólidos y conscientes que haya producido la música cubana contemporánea». Gramatges fue pianista, pedagogo y compositor de excelencia. Su obra incluye temas para disímiles formatos vocales e instrumentales, que nos remiten a nuestras raíces y abarcan la música sinfónica, de cámara, coral, y también para piano, guitarra, teatro, ballet y cine.

Su oficio, señala Carpentier en el libro La música en Cuba (1946), "es de una aplastante seguridad. Y siempre sabe hasta dónde quiere llegar (...) sin embargo, a veces nos atemoriza un poco hallar tanta precisión y limpieza de factura en un artista tan joven".

Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, en su primera edición, y Profesor Emérito del Instituto Superior de Arte (ISA), Gramatges se definió a sí mismo como un cultor de las fuentes folclóricas.

En cada una de sus creaciones hay elementos de fuentes populares

"No un folclor crudo. A mí me gusta llamarle fuentes populares porque se renuevan acorde con la experiencia e influencias que uno recibe. En cada una de mis creaciones hay elementos de esa índole.

"Pienso que existen cambios en la composición, de acuerdo con métodos de trabajo. Los compositores, en un momento dado, nos interesamos por ver cómo se maneja una determinada técnica. Pero después volvemos a retomar lo que nos identifica. Miro mi música y sé que esa entidad no la he perdido nunca, aun en la forma en que más me haya movido o distanciado de obras donde se manifiesta de manera definitoria", dijo en una ocasión.

La música, solía decir, "está escrita para que suene. Y cuando el sueño acaba de sonar entra nuevamente en la partitura y se calla. Es, junto con la vida, el misterio más grande".

 

 

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