Homenaje a El Maestro, de creadora a creador


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Y me hice maestro, que es hacerme creador no solo es el título de la exposición que ocupa por estos días la Sala transitoria del Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución, sino también el eje motivacional que ha acompañado a la artista de la plástica Iris Leyva Acosta, en sus acercamientos, recurrentes, al exuberante bosque que es José Julián Martí Pérez. 

Desde 1998 la creadora se inspira en su legado. Y más que representarlo o dibujar su rostro, reinterpreta y condensa ese “misterio que nos acompaña”, captura en personales pinceladas sus esencias como “alma de Cuba”. Y nos lo comparte con intencionalidad pedagógica, no en pose de sabia, ni para ser escuchada —vista más bien—, como juicio definitivo, sino como semilla de curiosidad por él, incentivo para nuevas búsquedas.

“La creación está en todos los espectadores, en todos los seres humanos, los que seamos capaces de hacer, los que seamos capaces de continuar. Quiero que todos aprendan y aprehendan de esta exposición que puedan continuar su estudio”, comentó la propia artista en la presentación de la muestra. “Martí es un concepto tan amplio que lo podemos ver de miles de formas, yo no lo voy ilustrar, solo quiero que prendan y estudien como él planteó. Todos nosotros somos sus discípulos y debemos adquirir sus enseñanzas. Yo solamente planteo, cada cual debe continuar sus estudios, leer sus libros, su obra y ser capaces de crear su propia forma de ver la vida y la historia”.

Inaugurada el viernes 24, en homenaje al Héroe Nacional y por el 167 aniversario de su natalicio, la muestra se conforma por sus últimos descubrimientos, vertidos sobre el lienzo entre el 2014 y 2020. Puentes líricos, entre el público y ciertos versos del poeta habanero, unos bien conocidos, otros no tanto. Siete pinturas al óleo (En el altar de la vida, El canario amarillo, Noche de mayo, La niña de Guatemala, La Perla triste y sin par, Tres Héroes y Mucho señor daría), otra de técnica mixta a la que añade tejidos (Lo mal puesto de un broche), como en la maravillosa pintura instalada en el fondo (La bailarina española). Y en el centro del salón, su original instalación Los Zapaticos de Rosa, con 36 pinturas encuadernadas como las obras completas, en las que va desgranando, verso a verso, ciertas claves masónicas tras sus encantadoras metáforas.

Así ha venido haciendo por años, en paralelo a sus series de bailarinas y sobre la naturaleza, vuelve con Martí, como una necesidad vital a su ideario y humanismo. En el 2003 y en el 2013, fueron sus últimas exposiciones aquí en el Memorial. Resultados de una investigación profunda, para una de ellas indagó sobre todas las plantas que mencionó Martí en su Diario de campaña. “Él lo dijo todo, de cualquier tema que busques él reflexionó”. “Con una sola página haces una exposición. Ni infinitamente viviendo puedes abarcar toda la obra martiana”, me confesó Iris Leyva.

Tan extenso y diverso como la obra del Maestro se presenta el mundo pictórico de esta martiana que pinta y dibuja. Alejada de convencionalismos y pautas estilísticas, su obra es ecléctica, poética y barroca. Con trazas evidentes de la pintura universal, del romanticismo y el simbolismo, del surrealismo y del expresionismo europeo; aunque son más intensas las del Caribe en el que habita. Ciertos rostros aluden a Víctor Manuel y la composición de algunos cuadros, al muralismo mexicano. Amplia paleta de colores. A veces alegres, y en otras cual sombras del color que fue o está naciendo. Ora puros, ora velados.


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