De África también nos llegaron riquezas y aportes, cada cubano de una forma u otra ha tenido el acercamiento a muchos de los elementos que se han imbricado en nuestra cultura, heredados y trasmitidos por generaciones, ocupando un importante lugar en la salvaguarda de la Identidad Cultural y Nacional, su conocimiento y promoción por parte de la población optan por ser en la actualidad lo primordial; con la elaboración del Atlas Etnográfico de Cuba: Cultura Popular Tradicional se dieron a conocer muchas de estas manifestaciones que prácticamente se encontraban en el olvido. Cada individuo, familia, grupo o comunidad de estirpe africana encuentra la forma de expresarse a través de la herencia asimilada por cientos de años, no solo en lo mágico religioso o en el horizonte festivo y músico danzario, sino también en otras formas de vida como: el panorama oral, en lo culinario, en la artesanía, entre otras.
Con la abolición de la esclavitud, en 1886, cesa la introducción masiva de africanos a Cuba, y ya durante el siglo xx, tanto su peso absoluto como su valor relativo respecto de toda la población del país es insignificante. Sin embargo, perdura en diferentes sectores sociales, transformado por sus descendientes cubanos inmediatos y mediatos, es decir, con independencia del color de la piel, un rico legado cultural de cuatro siglos que hoy forma parte indisoluble de la cultura nacional.
Las investigaciones realizadas por destacados estudiosos del tema en nuestro país constituyen significativas obras; encabezados por Don Fernando Ortiz, Lidia Cabrera, Argeliers León , Miguel Barnet, Jesús Guanche, entre otros, sobre todo, en el ámbito lingüístico, antropológico y religioso, gracias a ellos y algunos más conocemos hoy la raíz africana en Cuba, su amplio espectro como originario de diversos pueblos y culturas del “negro” o viejo continente, interesarnos y profundizar en el tema sería la única forma de agradecer las gentilezas que un día nos brindaron aquellos que llegaron del otro mundo sin saber su futuro.
En lo específico, el sistema de Casas de Cultura ha trabajado diversas expresiones de estipe africana como fuente nutricia en la formación y puesta en práctica de un repertorio en las obras o procesos de creación de los instructores de arte del movimiento de artistas aficionados al arte, teniendo como eje fundamental las habilidades, dominio, destreza, así como conocimientos y saberes heredados de las culturas portadoras de tradiciones que se han formado como producto de los procesos migratorios devenidos de todos los continentes del mundo y que se asentaron en determinadas comunidades cubanas, en lo particular la esencia africana en la cultura cubana vista desde el proceso investigativo y su compartimiento en nuestras instituciones también ha sido fundamento y experiencia por nuestro sistema institucional a través del propio acercamiento y atención a individuos, familias, agrupaciones y comunidades tradicionales desde los mismos inicios en el desempeño de los instructores de arte en estos escenarios identitarios hasta nuestros días, mientras años más tarde aparece una oleada de especialistas e investigadores de diversas ramas del arte, la cultura y la Antropología Cultural que dignifican mucho más dicho propósito.
Un ingrediente importante de este caldo nutricio, proviene, como se sabe, de los fundamentos de la cultura yorubá, los patakíes o historias sacras de las deidades africanas. Los avatares de los orishas son el reservorio de la sabiduría de este pueblo africano, seríamos más consecuentes cuando sea parte de los planes de estudio de la enseñanza general en cada escuela de Cuba por no solo ser parte de la cultura literaria e imaginaria, sino también por todo el poder de instruir a través de enseñanzas que muy bien vendrían a las nuevas generaciones.
Como principales aportes en la culinaria nos llega de África: los picantes, algunos vegetales, el quimbombó, el plátano, el congrí, el ñame, entre otros, infinidades proyectos culturales generados en comunidades cubanas han formado parte de este importante legado, en lo particular se le ha dedicado sesiones de trabajo a este rubro de la cultura popular tradicional en eventos y espacios académicos significativos, como: la Feria Nacional de Arte Popular en Ciego de Ávila, en la Jornada Nacional Cucalambeana de Las Tunas, en el evento de raíces haitianas Eva Gaspar In-memoriam de Primero de Enero, también en Ciego de Ávila, entre otros.
Además, la música tradicional de origen africano tiene orígenes religiosos en tanto la música ritual yoruba, bantú, iyesá, arará, longobá y abakuá, tiene evidentes nexos con las formas profanas que se encuentran en la música popular tradicional de la rumba, el son y hasta en la Tumba Francesa. Del siglo XVII hasta hoy, la música de antecedente africano han tenido un hondo proceso de transvaloración musical que ha modificado, no solo los elementos formales, sino los modos de ejecución, los patrones rítmicos, el desarrollo melódico y tímbrico y la conjunción armónica. No sólo en el plano estético, sino en sus contextos histórico-sociales o extramusicales, ha cambiado la textura sonora. Cuando se habla de música de origen africano, un elemento recurrente es hablar de los tambores y del sentido rítmico que le es inherente. Si bien la polirritmia y la estrecha relación entre lenguaje y música y lenguaje y tambor; vista sobre todo en estas expresiones identitarias de tipo laicas. Es muy común hoy encontrar instrumentos musicales en las agrupaciones o expresiones netamente campesinas, tales, como: el guayo, la tumbandera o kaolín, la marimbula, los tambores, entre otros, así como elementos lingüísticos referidos a éstos bailes rurales como: la caringa.
Tanto para su estudio como para la práctica cultural misma de las expresiones de influencia africana hemos tenido en cuenta premisas a considerar: las zonas de procedencia de los esclavos llegados a Cuba, las cuales corresponden fundamentalmente a la costa occidental de África, desde Cabo Blanco hasta el sur de Angola; en mayor o menor proporción aparecen de zonas del interior del continente y, como caso excepcional, de la región oriental bañada por el Océano Índico; la inmensa mayoría de estos pueblos pertenecen al grupo lingüístico Niger-Congo, de la familia nigero-cordofana; los grupos humanos que son llevados a Cuba desde el continente africano poseen una marcada heterogeneidad económico-social, que se refleja en los distintos niveles de influencia cultural de forma fragmentada según la diversidad existente entre unas comunidades étnicas y otras, así como, las cantidades de esclavos traídos de cada lugar en diferentes períodos históricos, las zonas de ubicación en Cuba y las expresiones culturales que aportan, mientras la formación y proliferación en las áreas urbanas de los cabildos de africanos y descendientes, como sociedades de ayuda mutua, muy vinculadas tanto a la organización y funcionamiento de los Batallones de Pardos y Morenos como al desarrollo de las artes y los oficios fundamentales, condicionaron una impronta indeleble en la vida cotidiana de las ciudades, desde las creencias y sus complejos mecanismos sincréticos intrafricanos y/o con el catolicismo popular y el espiritismo, hasta la amplia diversidad de expresiones musicales y danzarias que han llenado el ambiente social de cada época; desde los «bailes de cuna» en zonas marginales y suburbanas hasta el salón aristocrático; desde la misa católica con la participación de miembros negros y mulatos de cofradías hasta el teatro vernáculo. En las zonas rurales, la plantación tanto azucarera como cafetalera, especialmente la primera, condiciona un intenso encuentro intra e interafricano a partir de las relaciones establecidas durante el proceso de producción, y en el resto del ciclo vital de los esclavos, con todas sus implicaciones culturales y de comunicación. La vida en el barracón o –tras el largo proceso de cimarronaje– en el palenque, constituyen hitos de la síntesis de los componentes etnoculturales de origen africano en el etnos cubano, pues la mayoría de los cargamentos de esclavos están destinados a la plantación y el principal proceso de producción y reproducción social se efectúa en este contexto (ciclo económico-productivo), o como rechazo (apalencamiento) al alto grado de explotación de la fuerza de trabajo y al régimen de castigos corporales y morales.
Un poco para sistematizar nuestra labor; tanto docente, investigativa como de creación artística de la estirpe africana en la cultura cubana en un mundo tan complejo, hemos un poco resumido algunos significados etnodemográficos que nos llevan a facilitar tales propósitos:
En Cuba se considera a los “Lucumí” como una denominación metaétnica que designa varios grupos étnicos introducidos con la trata esclavista: bariba, bini, bolo, chamba, ekoi, fon, gbari, hausá, ibibio, ibo, mosi, nupe y yoruba propiamente dichos. Esta denominación aparece en las relaciones de compraventa de esclavos, en las actas parroquiales, en el registro de cabildos y otras fuentes escritas. De manera popular también se designa como “lucumí” la variante de lengua yoruba heredada del siglo XIX que aún se habla en Cuba, en el contexto socio-religioso.
Las asociaciones favorecieron los cultos propios de la denominada Regla de Ocha o Santería, que es una forma de religiosidad popular en la que se sincretizan rituales, aportados por estos grupos, con algunas manifestaciones del propio catolicismo. En la actualidad existe un predominio de la práctica de estas creencias en las casas de los iniciados o los llamados templos yorubas.
Las danzas que predominan en la región occidental y central son las dedicadas a Legua, Oggún, Ochosi, Babalú Ayé, Obatalá, Changó, Oyá, Yemayá, y Ochún, las cuales abarcan un área extensa, se aprecian variantes en su desarrollo, mientras en la zona oriental no se cumple con el orden estricto en la ejecución de estos bailes, teniendo mayor incidencia las dedicadas a Babalú Ayé y Changó. También es común la presencia del orilé; baile en forma de círculo, propio del espiritismo de cordón, también la presencia de la integración de la santería con el palo, considerándolo como la presencia del espiritismo cruzao o Bembé de Sao con prácticas sobre tood en el oriente cubano con las agrupaciones portadoras “Bantú Yoruba” en San Luis y “Cabildo Cimarrón” en el Cobre; ambas en Santiago de Cuba.
Por su parte, “los Arará” proceden del antiguo Dahomey, actual Benín. El vocablo Arará es una denominación metaétnica que nos permite identificar a los africanos de origen dahomeyano, pertenecientes en su mayoría a la cultura fon y proviene de la alteración del topónimo allada, utilizado para designar la antigua capital del reino del mismo nombre, en la parte meridional del actual Benín. Las manifestaciones danzarias de este antecedente aún se mantienen vigentes en la provincia de Matanzas, específicamente en los municipios de Jovellanos, Agramonte, Perico, Cárdenas, y Jagüey Grande. Dentro de las agrupaciones portadoras con mayor relevancia encontramos “Ojjúnde gara” en Jovellanos y “Majino Arará” en el Central Halen, perteneciente al municipio Bahía Honda, en la actual provincia de Artemisa. Durante sus celebraciones rituales se le canta y toca, principalmente a los foddunes Jurajó (Elegguá), Ajuajun (Ogún), Ferequete (Yemayá), Ajosi (Obatalá), Gebbioso (Changó), Dallúa (Babalú Ayé), Masé (Ochún), Aggué (Ochosi), y Addañó (Oyá), siguiendo un orden (oru) determinado.
En Perico, Matanzas encontramos “Los gangá longobá”; único residuo de existencia de bailes y cantos de estirpe longobá en el mundo, los bailes gangá de carácter religioso se destacan por su gestualidad, ya que por medio de la misma logran mostrar las características de cada una de las deidades a las que se le rinde tributo. En la mayoría de los casos es posible identificarlas con las de la Regla Ocha, lo que denota su influencia sobre el gangá.
En las festividades dedicadas a Yebbé (San Lázaro, el 17 de diciembre), se ejecutan bailes en honor a Gegguá (Elegguá), Yembé (San Lázaro), Nou (Oggún), Obbé (Yemayá), Mambá (Changó), Oyá (Oyá) y Yeyé (Ochún), entre otras.
Mientras “El bantú” con sus expresiones músico-danzarias que provienen de esta área en África Occidental Subsaharana, abarca en la actualidad los territorios de las Repúblicas del Congo, Zaire y Angola, para los estudiosos cubanos se considera junto con la cultura lucumí y carabalí con las de mayor preferencia y trascendencia. Las zonas de mayor predominio de estas expresiones músico danzarias se encuentran localizadas en Pinar del Rio con el Tambor Yuka del Guayabo, (Agrupación portadora en Cuba más antigua), La Habana, Matanzas, Villa Clara con el Kunalungo en Sagua la Grande, y los Lobanfulas en Placetas, Cienfuegos con el Cabildo de San Antonio en Lajas, y Sancti Spíritus con el Cabildo Kulanga y los Congos Reales; ambos en Trinidad.
En estos bailes se manifiestan diversas formas de interpretación, en las que están presentes las temáticas religiosas, guerreras y laborales. Dentro de los bailes que tipifican al bantú se encuentran la makuta, el palo, el garabato, el limpio, el kinfuiti, la yuka, la masinga, y la ombligada, entre otros.
Las sociedades Secretas “Abakuá”, fundadas a partir del año 1836, se desprenden de los antiguos cabildos carabalíes. En la actualidad, estas agrupaciones denominadas como potencias, juegos, plantes, partidos, es exclusivo para hombres, se encuentran solo en los municipios de Marianao, San Miguel del Padrón, Guanabacoa, y Regla en La Habana, mientras también los encontramos en Matanzas y Cárdenas.
Por su parte “las Tumba Francesas” son el resultado de la inmigración de colonos franceses como consecuencia de la sublevación de esclavos en Haití a finales del siglo XVIII, las mujeres, en su mayoría esclavas domésticas, no sólo se pernearon de las costumbres festivas de sus amos, sino en ocasiones también heredaban los vestidos, chales y pericones de las señoras, los cuales fueron incorporando a las propias fiestas y toque de tambor, que unido a la influencia de la elegancia y el estilo de los bailes de salón por parte de los hombres, como: el masón, el yubá, el fronté, y la cinta. Se interpretan con el refinamiento de las danzas de salón y se caracterizan por la formación de parejas y la elegancia de los movimientos, donde se conjugan el estilo francés y los ritmos cubanos. En la actualidad contamos con tres agrupaciones portadoras de Tumba Francesa; la Tumba Francesa de Bejuco, en Sagua de Tánamo (única de tipo rural), la Pampeduor o Santa Catalina de Rissi, en la Loma del Chivo, Guantánamo y La Caridad de Oriente.
Como parte de las ceremonias o práctica del “Vodú” se presentan danzas rituales, en las cuales se manifiestan a través de tres cultos principales: el radá, el congó, y el petró. La mayor influencia de estos inmigrantes a finales del siglo XIX y principios del XX se produjo en la zona desde la provincia de Ciego de Ávila hasta Guantánamo, conformando comunidades portadoras de este legado francófono. En la actualidad se destacan las agrupaciones Nagó (Primero de Enero), Okay (Venezuela), ambos de Ciego de Ávila, grupo Caidije y Bonito Patuá, de Camaguey, en Las Tunas el Petit Dancé, mientras en Santiago de Cuba encontramos a Haitianos de Barrancas (Palma Soriano), Pilón del Cauto (Palma Soriano) y Haitianos de la Palmita y en Guantánamo los Cossía.
La presencia del “caribe insular anglófono” lo encontramos esencialmente en Ciego de Ávila con la inmigración esencialmente de jamaicanos y en la Isla de la Juventud con Caimaneros. En ambos casos presentamos en la actualidad agrupaciones portadoras que han salvaguardado todo una impronta músico danzaria; en el caso de los jamaicanos lo presenciamos en la comunidad de Baraguá en la provincia de Ciego de Ávila, donde el grupo tradicional La Cinta cuenta en su repertorio cantos y bailes, como: el limbo, slay man Mouse (hombre que mata gallina, el donkey (burrito), el mentó, el calipso, los bailes de cuadro, los lanceros y las cuadrillas y el baile del tejido de la cinta, que le impronta el nombre de la agrupación.
En el caso de los caimaneros de la Isla de la Juventud se asentaron esencialmente en la comunidad de Cocodrilo, a la que denominaron jacksonville, dentro de las manifestaciones danzarias que preservan se encuentran fox trot, one step, two step, calipso, round dance, mentó y la cinta.
Los bailes que integran “el complejo de la rumba cubana” presentan diversas formas y modalidades, pero todos están encaminados a lograr el divertimento de los participantes. Es una expresión colectiva en la cual la música y la danza están relacionadas entre sí. Lo compone el guaguancó (baile sensual en parejas, con un alto sentido de acrobacia cuyo protagónico lo constituye la acción del “vacunao”, la columbia (género que es ejecutado por un solista quien demuestra destreza y habilidad de la rumba) y el Yambú (bailado esencialmente por aquellas parejas con mucha más edad, ya que no necesita de la complejidad del guaguancó). Si bien, en sus inicios fue una expresión de Matanzas y La Habana en la actualidad la presenciamos en toda la geografía nacional. También es una manifestación netamente cubana.
Sin duda, el legado africano en la cultura cubana y en específico en manifestaciones ligadas a las artes y la cultura ha sido un proceso acompañado de sincretismos y transculturaciones, proceso transitado por el camino que trazan las primeras expresiones, donde en lo más profundo se encontraban los esclavos y sus tradiciones religiosas o profanas, logrando aportes significativos a la formación del Etno- Nación como parte de la identidad cultural de todos los cubanos.
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