¿Cuántos cambios y transformaciones hemos de vivir, experimentar? Cuantas preguntas debemos dilucidar para llegar a la misma conclusión: el mundo cambia, no se detiene, está en constante actividad y evolución; o, ¿quizás involución? La aparición del Covid-19, se suma a la extensa lista de padecimientos que afligen a los humanos, acaparando la atención de todos los medios de comunicación; ha monopolizado nuestras conversaciones familiares siendo el tema central en muchos hogares; olvidando muchos los asuntos personales, regionales, estatales y globales. Todas las inquietudes que veníamos arrastrando mucho antes de la pandemia pasaron a un segundo plano. El virus, como por arte de magia colapsó y borró nuestra memoria cómo si fuera un disco duro de una computadora, nos formatearon a cero, a lo básico; aprendiendo nuevas reglas de supervivencia humana para vivir o perecer.
Hablando sobre música, he aprovechado todo este tiempo para reflexionar sobre varios aspectos e ideas de como los seres humanos reaccionamos a la música como receptores de ondas desplazadas a través del aire. No dejo de pensar en cómo se ha degradado este arte maravilloso a la simpleza de lo grotesco; y si, está en boga y se vende; siendo seguido por millones en el planeta idolatrando ídolos de barro. Entiendo las reglas económicas; sé que vivimos en un mundo donde el comercio es primordial, pero me pregunto: ¿qué sucedía con las artes, y en especial la música popular en el siglo XX; o para ser más exacto, hasta finales de años ochenta. Recuerdo que existían artistas y orquestas que eran de alta calidad; entonces afloraba una industria que exigía el talento y la creatividad para poder acceder a un estudio de grabación; los artistas, tenían que poseer una fuerza y don especial para poder ser firmados por las casas discográficas, debido en gran parte a las limitantes tecnológicas del momento. Las hoy ya obsoletas herramientas de grabación elevaban forzosamente la calidad de esta industria debido a que no tenías muchas pistas para grabar, las ediciones en cinta eran muy limitadas y las posibilidades de hacer parches a cantantes y músicos era imposible, por lo que el privilegio de grabar era para verdaderos talentos.
El advenimiento de nuevos equipos electrónicos le puso la tapa al pomo; en especial las computadoras súper modernas capaces de permitir a cualquiera aficionado a la música a grabar, a experimentar con ritmos y fragmentos de música pre-empaquetados en el programa de música de turno; usando nuevas herramientas para afinar voces; en fin, todo un arsenal nuevo a la disposición de todo aquel que quisiera crear algún contenido musical. Sin darnos cuenta, se crearía una nueva tendencia en la industria en donde ya cualquiera es artista o cantante. Ya no se necesita tener una voz afinada, o tener la sensibilidad y calidez necesaria para enloquecer al oyente; al contrario, si la voz es fea, mucho mejor; y si no canta, mejor aún, se afina. Al parecer estos ídolos de barro no necesitan la elegancia, o el glamur; menos lo delicado y sutil del mensaje a transmitir; es toda una oda a la vulgaridad, al sexo, a la degradación a la mujer, usándola una y otra vez cómo un objeto de deseo sexual, con líricas repudiables; convirtiéndose en un caldo de cultivo para enajenar a seres humanos de la manera más burda y vil posible. La música ahora compite con otras industrias del entretenimiento, donde la belleza y la estética actual han desplazado y o extinguido los cánones de belleza que han venido dominando por siglos: las artes plásticas, la literatura, la danza, la arquitectura y la música, creando un mal gusto estético generacional muy difícil de corregir.
La creación y la ejecución instrumental es un arte que requiere de décadas de estudio, desarrollo y maestría, no se aprende de un día para otro. Me pregunto si confiaríamos la salud de nuestras familias a médicos sin licencia; o entregaríamos nuestra dentadura a un dentista que no esté certificado; ¿volarías conmigo de piloto de un avión?; posiblemente no porque sólo soy aficionado a la aviación. ¿Dejarías que algún amigo tuyo asiduo a ver el conocido serial de televisión Law and Order te represente en un caso legal? Si la respuesta es la que me imagino, entonces: ¿porque entregamos nuestros preciados oídos a lo primero que nos sirven en los medios, repitiendo una y mil veces el coro de una canción que todos sabemos no dice nada importante y que su mensaje nada enaltece la sociedad, por el contrario la denigra?.
La elección es nuestra, si, así es; pues cuando vamos a nuestro restaurante favorito, no dejamos que nos sirvan lo que quiera el chef, no aceptaríamos las sobras del día anterior; de hecho, miramos la carta una y mil veces hasta encontrar algo que satisfaga nuestro paladar, paladar que si es sabio en la elección y que bien sabe distinguir muy bien lo bueno y lo decadente. La elección personal es válida y respetable, cada cual puede y consume lo que quiere, eso lo respetaré siempre; pero me pregunto: ¿cuantas personas en realidad conocen de la existencia de compositores como: Vivaldi, Puccini, Bach, Strauss, Mozart, Schoenberg, Debussy, Saint Saëns, Chopin, Lutoslawski, Tchaikovski, Stravinsky, Falla y Rodrigo; y en las Américas: Villa-Lobos, Guarnieri, Piazzolla, Ginastera, De la Vega, Brouwer, Ponce, Chávez, por sólo nombrar algunos pues hay muchos más que aportaron en demasía a la cultura musical universal. Entonces, si no los conoces no los puedes elegir; pues sería como un menú de un restaurante en donde se han omitido platos deliciosos. Estos nombres nunca los elegirías en tu audición pues tu espectro de conocimiento ha sido limitado; y cada vez hay menos emisoras de radio que tengan una programación educativa musical, en donde se explore la música clásica, el jazz, y otros géneros musicales populares de buena facturación.
Nuestros oídos son órganos sensibles y frágiles a la vez; son transgredidos cada día por un sin número de ruidos de ciudad, notificaciones electrónicas, contaminaciones acústicas no deseadas que alteran nuestro ritmo cardíaco y emociones de una manera silenciosa y peligrosa. No nos queda más remedio que tolerar y adaptarnos a esta nueva obra teatral; pues no podemos aislarnos en una cueva completamente en silencio y sin ruidos. Si estimo que nuestros oídos se merecen el mismo trato que nuestro paladar y la vista; dándole tiempo a nuestro intelecto a escoger que tipo de alimento hemos de darnos a nosotros mismos para cultivar nuestras almas; y como un rico bombón de chocolate en el paladar, hemos de ofrecer a nuestro tímpano una escucha musical construida por verdaderos creadores de contenido y artistas con una carrera sólida y verdadera; siempre informándonos de quiénes son, su historia y el mensaje que en su obra transmiten, el mensajero es muy importante amigos; hay grandes mensajeros, y muchos ídolos de barro.
* El autor es Master in Music, Compositor y Candidato a Ph.D Ganador y 8 veces nominado al Latin GRAMMY
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