Isabel Santos: una gran mujer, una gran actriz


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El espacio Encuentro con… que organiza la Asociación Hermanos Saíz en el contexto de la Feria de la Cultura Arte en la Rampa estuvo dedicado a homenajear a la actriz cubana Isabel Santos, en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba.

Magda Resik, conductora habitual de estos encuentros, presentó a Isabel Santos con estas palabras: «es una gran mujer (…) el cine cubano encuentra en ella el rostro más querido de los últimos tiempos; es una actriz completa, muy arraigada en el corazón de su gente y muy reconocida internacionalmente».

Sin embargo la actriz nunca se miró de niña al espejo soñando con ser actriz; primero, por el lugar donde nació.

«Yo nací el 4 de septiembre de 1961 en Camagüey. Vamos a hacer un poquito de historia, porque uno no se puede olvidar de dónde viene».

Contó entonces que su padre fue carbonero desde los catorce años en Cayo Romano y otros cercanos; su madre cocinaba en un comedor obrero y ambos se alfabetizaron en la campaña que con estos fines desarrolló la Revolución en el año de su nacimiento. Cuando Isabel tenía cuarenta días de nacida, ellos se enrolaron en la aventura que significó en la época fundar las granjas del pueblo en lo más intrincado de su provincia natal.

«Yo vine a ver la luz eléctrica de verdad a los catorce años; descubrí el cine gracias al Cine Móvil del ICAIC; no tuve tantos juguetes; no tuve una niñez tan feliz, pero ese faltante que tuve lo llené con otras cosas».

Rememoró cómo su madre caminaba una larga distancia para llegar al central y traerle una bolsa llena de libros; «quizás estar debajo del mosquitero en la oscuridad me creó un mundo… me gusta pintar, escribir. A mi madre le debo mucho, pero nunca me paré delante de un espejo, no tenía conciencia de que admiraba lo que veía en la pantalla, por eso para mí el cine es tan grande, porque creo que fue el camino que encontré y le debo a las carencias que tuve luchar muchísimo para tratar de llegar».

Comentó a la sazón que cuando hace un personaje lo asume como si fuera el primero y el último porque no sabe si tendrá un nuevo papel; y recordó que estuvo diez años en su casa sin trabajar, «porque yo también he cuidado mucho mi carrera, pero es el precio de amar intensamente mi trabajo; yo soy la mujer más feliz cuando estoy trabajando».

Seguidamente se refirió a su sentido del humor que está muy asociado a la capacidad de observación que desarrolló a partir de la enseñanza del inolvidable profesor Raúl Eguren. Asimismo señaló que imita a amigas, a personajes de programas de televisión: «no creo que sea una actriz que haga reír a la gente, pero soy como la payasa del grupo de mis amigos. Más vale reír porque se llora mucho», aseguró.

En cuanto a su trabajo en el cine apuntó que cuando le proponen un papel es como un regalo que le hace el director; expresó que siempre trata de «entrar a la primera toma; creo mucho en eso que he preparado tanto; con los años he madurado y sé que hay que respetar mucho a los directores porque los únicos que tienen toda la película en la cabeza son ellos (…) Para mí el cine es sagrado. Mi centro de trabajo es el ICAIC, soy disciplinada, llego temprano, me exijo y exijo, eso es trabajar».

Al descubrir cómo construye sus personajes expuso que siempre tiene una música interior para cada uno. «No preparo todos los personajes igual, por ejemplo Sissy, del filme Vestido de novia, me llevaba a un nivel de locura tal que un día me encerré con la verdadera y le grabé —bajo juramento de no revelarlo a nadie— toda su historia y ella me entregó su alma, por eso digo que soy una robadora de vidas».

Magda indicó que en el lugar de Isabel estuvo hace un tiempo el actor Luis Alberto García, y sobre él la entrevistada dijo: «cuando actuamos juntos es como competir sanamente; Luis Alberto te va a levantar la parada cada día, por tanto hay que estar preparada (…) No somos los muchachos de Algo más que soñar, la vida nos ha marcado».

Más adelante añadió que en Ya no es antes, ella y Luis Alberto se propusieron «mostrarnos con todos los años que tenemos, que duelen, a nadie le gusta verse las arrugas (…) A mí no me gusta entregar mis angustias, mis dolores, yo no trabajo esa memoria emotiva que pide Stanislavsky, yo me alejo de lo que me sucede a mí, voy a otras vidas, me reinvento».

Concluyó su opinión sobre Luis Alberto García, así: «Luisito es camaleónico, es un actor que todo el mundo quiere tener (…) cuando nos miramos hay mucho amor, hay mucha vida vivida, mucho desgarramiento».

A la pregunta ¿qué es actuar para Isabel Santos?, esta respondió: «Actuar es entregar la verdad, sin verdad no hay personaje».

Sobre su participación en los medios explicó que su voz nunca ha sido bonita para la radio; comenzó, al graduarse, por la televisión en una novela que se llamó Pasos hacia la montaña, dirigida por Juan Vilar; después vino Se permuta, aquella popular comedia cinematográfica de Juan Carlos Tabío, luego el serial Algo más que soñar, de Eduardo Moya y muchos otros proyectos exitosos que conforman su siempre ascendente carrera en estos dos medios.

Y del teatro confesó no sentirse bien en el mismo, «no me imagino ensayando todos los días el mismo personaje y sé que ya no lo voy a hacer».

Marilyn Solaya, quien la dirigió en Vestido de novia, y Lester Hamlet —quien lo hiciera en Casa vieja y más recientemente en Ya no es antes—, se encontraban entre el público; ambos celebraron haberla tenido como actriz en sus filmes, coincidieron en que es una gran mujer y una gran actriz y declararon que ha sido un honor dirigirla.

Marilyn expresó: «todas hemos querido ser Isabel Santos; Isabel es verdad, es transparencia; a veces es tormentosa e intrépida».

Lester Hamlet relató algunas divertidas anécdotas de la actriz, de la cual aseveró: «ella hace que las películas crezcan (…) Es muy responsable, aprovecha las películas para que estén contadas de la manera en que ella ve la historia, la sociedad y su momento, con su perspectiva».

A ambos Isabel agradeció los personajes que le dieron, al igual que a Humberto Solás.

La periodista quiso conocer por qué Isabel, con sus especiales dotes actorales, no había probado suerte trabajando en otros países, y la actriz ofreció una muy humana y natural respuesta:

«Yo vivo en Cuba porque quiero vivir en Cuba, a mí nadie me obliga (…) Vivo aquí porque soy martiana, porque he sido muy fidelista, porque creo en esta Revolución y lo digo porque muchos se avergüenzan, yo no me avergüenzo; creo enormemente en el cine que se hace; soy hipercrítica (…) me da mucha rabia lo mal hecho, que se robe, la falsa moral, pero a pesar de esa rabia decidí vivir en Cuba porque cuando he tratado de vivir fuera me parece que estoy viviendo con la suegra y no me gusta.Yo no podría vivir en otro lugar».


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