Isis de Lázaro: Mística rebelión de colores


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Inmersa en su místico universo de formas y colores, la artista de la plástica Isis de Lázaro Cubillas (La Habana, 1964) propone ahora una nueva serie que, aunque no es novedosa dentro del tratamiento temático del arte universal, ella le adjudica un carácter intimista, relacionado con sentimientos y emociones muy personales. Me refiero a Arlequín, ilusión de lo real, un conjunto de retratos recreados en ambientes que rememoran a aquel personaje de la   antigua comedia italiana del arte que llevaba un traje de cuadros o rombos de distintos colores.

La propia artífice ha dicho que estos trabajos constituyen una suerte de “simbiosis entre lo real y lo abstracto, lo evidente y lo subjetivo de la vida de personajes reales que marcan el mundo que me rodea; es un sitio ideal donde convivo con ellos, son mi familia, amigos y seres que me invento o que ya existieron por la mano de otros artistas y los traigo conmigo a esta vida abstracta”.

En ese intento por redimensionar la imagen de sus seres afectivos en una suerte de conciliación o ensayo entre su pintura expresionista y abstracto-figurativa con el cubismo y el surrealismo, centrando sus composiciones en el desequilibrio y la fuerza de los tintes y las formas, la también reconocida escultora y muralista logra identificar la esencia de la psicología de cada uno de sus personajes, a los que asimismo identifica mediante un cuidadoso uso del dibujo. En medio de figuras geométricas, de líneas y superficies fragmentadas surgen las fisionomías reconocibles, casi exactas.

Se trata de un juego con el arte y las exaltaciones de las pasiones individuales, donde la representación escénica del universo iconográfico que integra esta serie alude disimiles estados de ánimo: nostalgias, alegrías, miedos, ingenuidades… aunque “no hay tristezas evidentes, es todo un mundo perfecto, ideal, como lo desean cada uno de los artífices de mi obra”, ha dicho Isis; pero lo cierto es que ella asume sus narraciones pictóricas como si tratara de penetrar la conciencia de cada uno de los protagonistas de sus lienzos y luego exponerla a juicio del espectador en una intencionada recreación burlesca, divertida, atrevidamente insinuadora.

Amén del incisivo tratamiento del cubismo, Isis da riendas sueltas a su particular concepto del lenguaje de los pigmentos, los que fluyen en cada obra como una rebelión de colores. De tal modo, a los intensos estudios sobre la anatomía de sus congéneres, ella le adjudica un fuerte peso a los tonos y matices de sus piezas, los que en ocasiones se difuminan hacia los extremos de la tela, otras acentúan la voluptuosidad de las figuras con una amplia paleta de ocres, negros, rojos, verdes…

Una de sus creaciones está inspirada en la célere Gioconda de Leonardo Da Vinci, donde la apariencia visual tiende a anclar el discurso en la cálida atmósfera del Caribe, como se aprecia en la mayoría de sus cuadros de diferentes dimensiones, realizados con acrílico, en los que también pueden disfrutarse líricas transparencias enriquecidas por la luz y los colores brillantes.

Es precisamente el dominio de la psicología del color lo que define gran parte del cosmos visual de esta creadora. Ella construye una “realidad” utópica, reflejo ilusorio de su propio escenario existencial, en el que involucra a sus seres queridos y sus amigos, sometiéndolos a vivir sus sueños y quimeras: “lo irreal de la vida deseada es lo real, porque se desea ver. Trato en mi obra lo íntimo, que es el centro de un universo que todos tenemos, el espacio familiar y los sentimientos que desarrollamos hacia amigos y personajes que conviven en nuestro mundo”.  Esa es, en esencia, la tesis filosófica de Arlequín, ilusión de lo real.

Por eso su arte, en general, tiene que ver con la interpretación espiritual de la sociedad y el individuo, con la exaltación de la imaginación, personal y colectiva, para en última instancia provocar la reflexión sobre el mundo que nos circunda, en el que también conviven las personas que estima, todos inmersos en un tiempo lleno de contradicciones y paradojas, aunque Isis no se propone en modo alguno la solución de las adversidades que nos agobian. Ella quiere fundar su arte con el mejor y más noble legado del hombre contemporáneo, a través de un esplendoroso, fértil y extremado cromatismo.


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