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Jamaica. ¿Una identidad en peligro?


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Varios son los asentamientos poblacionales en Cuba que fueron bautizados con el nombre de Jamaica y, sin lugar a dudas, cada uno de ellos atesoró desde su génesis las características que lo presentarían al mundo como entidad única. El poblado que se aborda aquí está ubicado a 8 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, en la carretera que conduce a Yateras y, siguiendo la información publicada en EcuRed, sus orígenes anteceden al 6 de junio de 1741, fecha en que Manuel de Jesús Pérez Pérez obtuvo la merced de Jamaica como hato o corral, aunque tendrá que pasar una centuria —hasta 1850— para contar con el reconocimiento de villa con todos los atributos que ello trae consigo. ¿Podría Jamaica tener el título de villa 20 años antes que Guantánamo, su madre? (1)

Paradójicamente la referida fuente indica que “según los datos históricos que existían en relación con la localidad”, Jamaica fue fundada en 1920, año en que fue sede de la Alcaldía del Municipio Jamaica-Yateras, funcionando el poblado como cabecera de un territorio que comprendía los actuales municipios de Yateras y Manuel Tames. Desde la antropología cultural, a los efectos de la fragua de una identidad, lo sustancial es que desde la primera mitad del siglo XVIII Jamaica es la alquimia de negros, blancos, criollos, mestizos, moros y españoles en un proceso inacabado.

Hechos históricos vinculados a las Guerras de Independencia reafirman la importancia de Jamaica como núcleo urbano en el siglo XIX. Destacan entre ellos el ataque al poblado protagonizado por Antonio Maceo en 1871 y la existencia de un núcleo independentista en 1895 en coordinación con Periquito Pérez, acontecer que puede explicar la presencia de una logia masónica bautizada con ese nombre en la calle Bartolomé Masó, una de sus principales vías. ¿No resulta incomprensible que tras ser cabecera del municipio de Yateras hasta 1976, pasara a ser el espacio urbano desde el cual hace sus funciones administrativas el municipio Manuel Tames? Jamaica se debate hoy entre la expresión de su propia identidad y la tarea de representar desde su patrimonio la identidad del “otro”. Jamaica es cabecera de un municipio bajo el nombre de Manuel Tames y, en consecuencia, en su gráfica urbana encontrará el visitante la dualidad inherente entre uno y otro. 

En correspondencia a estos tiempos, muchos jamaiquinos se encuentran dispersos por el mundo, sin que por ello dejen de sentir el gozo de haber nacido aquí; por el contrario, desde la cosmogonía sedimentada entre las calles, instituciones y gentes del terruño, se proyectan para dar y recibir cuanto el nuevo contexto les pide y ofrece. Se es jamaiquino por naturaleza o por adopción; sin que por razón alguna se pueda dejar de serlo, y no es casual que ante una llamada telefónica o un correo electrónico aflore el recuerdo del barrio, el nombre de amigos, profesores, la imagen de su paisaje natural o urbano-arquitectónico, un rico texto cultural en el que pasado y presente se funden en solo uno, el patrimonio cultural.

La percepción de llegar a Jamaica aparece una vez que se deja atrás la entrada del Central Argeo Martínez; un punto en que la caprichosa naturaleza dejó una brecha entre lomas por la que se desciende en curva hasta cruzar las líneas del ferrocarril, punto en el que podría girarse a la izquierda para alcanzar el cementerio del poblado. Luego se cruza un puentecillo y a pocos metros aparecía a ambos lados una hermosa hilera de framboyanes, un extenso arco natural que tras pasar la entrada a Manuel Tames o el Servicentro, se prolongaba hasta el cruce de las líneas del ferrocarril, punto después del cual se está plenamente en Jamaica, hecho que verifica a la derecha el Tropi, centro de fiestas nocturnas; y, a la izquierda, la iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes.

Jamaica posee un trazado regular y alargado en dirección Sur-Norte, cual si se tratara de un núcleo urbano organizado a los laterales de la carretera Guantánamo-Yateras. Sus calles debieron haber sido bautizadas en el período colonial, pero no ha quedado huellas de ello en la memoria colectiva; en su lugar, los jamaiquinos rinden homenaje a sus mártires. Tres son sus calles principales: Bartolomé Masó, nombre de la referida carretera Guantánamo-Yateras; Flor Crombet, que familiarmente se le llama “la calle del Medio”; y la Avenida Martí, centro de los principales establecimientos e instituciones del poblado. Al este de B. Masó aparecen Los Maceos y Mariana Grajales y, al oeste de Martí, M. González y Carlos J. Finlay. Perpendicularmente se encuentran los ejes Pastor Martínez, Reinaldo Góngora o La Línea, Américo Desliz, Rigoberto García, Ángel Bouza, Carlos Toranzo, Félix Pena, Ciro Frías, José Faizán, Lorenzo Boicet, Silvio García y Argeo Martínez.

En la práctica, desde la cotidianeidad, los moradores de Jamaica no hacen uso de la toponimia urbana; en su lugar, siguen la tradición de hacer referencia a los vecinos, los establecimientos o las instituciones; patrimonio inmaterial que se expresa en tipologías arquitectónicas de fuerte lenguaje formal.

El espacio de mayor esparcimiento es el parque Martí, claramente definido por el mobiliario, particularmente por una réplica menor del escenario en forma de concha que reina en el Parque Martí de la ciudad de Guantánamo. Desde el punto de vista conmemorativo existen dos modestos bustos: uno dedicado a Flort Crombet y el otro a José Martí. Entorno a la iglesia y el parque existe un espacio vacío que rememora entre los jamaiquinos las proyecciones cinematográficas ofrecidas por Manet, un lugar habilitado al aire libre a causa del incendio que devoró en la calle Martí la farmacia de Martínez Mejía, el Juzgado correccional en el que ejercía Cristobal Brauet, el correo y el cine que Plácido Tamames arrendaba al Sr. Manet.

El Parque Martí deviene un mirador al paisaje arquitectónico de Jamaica, al diálogo que entre tradición y modernidad se observa por doquier. A un lado, las viviendas que por su elevado puntal y corredores delatan su conexión con las decimonónicas construcciones de la ciudad de Guantánamo, al otro, el cine Cosmos, en sus juegos de volúmenes contemporáneos. En las inmediaciones de este espacio recuerdan los menos jóvenes el café de Graciosinda y la figura de su hija, Teresita Forgoso, aquella mujer que desafió las costumbres del pueblo al conducir un lujoso Doche Coronel del 55.

Dentro de los principales hitos arquitectónicos de Jamaica se encuentran la Estación de Trenes, que durante décadas estuvo a cargo de Ring Beltrán; las escuelas primarias Gustavo Fraga, en la calle del medio, y la antigua Alfonso José Puentes Guerra, hoy Mártires 12 de Abril en Bartolomé Masó; en la Avenida Martí, la secundaria Básica Américo Desliz Hernández, ecléctica casa que ocupa la Casa de la Cultura, el rehabilitado restaurante El Jamaicano, las Tiendas Panamericanas Jamaica, la moderna sede del Banco de Créditos y Comercio, la sede de la Policía, la Asociación de Veteranos de la Independencia de Yateras, el parquecito infantil y; en la manzana delimitadas por las calles B. Masó, A. Bouza, Los Maceos y R. García, el conjunto de edificios La Reforma Urbana, testigo de una de las primeras leyes del gobierno revolucionario en la localidad.

Sin embargo, el más significativo testimonio patrimonial en lo arquitectónico lo constituye el amplio repertorio habitacional y las antiguas bodegas-viviendas, ubicadas generalmente en las esquinas de la calle Martí. Importantes huellas de la memoria resultan, en Martí esquina a la calle Ángel Bouza, la bodega y casa de vivienda que Manuel Vela y su esposa Estrella adquirieran a Bartolo Trejo, y la tienda mixta de Elicerio Cintra, única de ropa en la actualidad. Se suman a ellas la botica de la Dra. en farmacia Lola Beltrán y las bodegas de Luis Wilson y la de Los Guillama. En estas edificaciones encontrará el buen observador ingeniosas soluciones estéticas. 

Dos altares levantaron los jamaiquinos a sus mártires. En Martí, entre Carlos Toranzo y Ciro Frías, el monumento “A los mártires de Jamaica caídos 29/9/58 Pastor Martínez R. y Carlos Toranzo M” y, en las inmediaciones del paradero, el parque con el obelisco en el que fue colocada una tarja que declara: “Del pueblo de Yateras a sus mártires Reynaldo Góngora, Américo Deslíz H., Lorenzo Boicet A., // 2-4-58 // Pastor Martínez, Carlos Toranzo // 29-9-58”.

Distingue el Cementerio un total de 18 bóvedas y una capilla; el resto de los enterramientos se representan por cruces que se agolpan sobre la tierra en nichos adosados al muro que lo delimita. Entre los principales apellidos aparecen los Guillama (en la capilla); a los que acompañan formando un paseo central las castas: De la Torre Hernández, Canet Pérez, Tamames, Escalante-Charon, Mansfarroll, Gallinat, Sevila, Ivert y Méndez, Martín Gutiérrez, Viera, Griñon y Campo, Prevost-Betancourt, Medina y Sorlagos, Lahite Bignotte, Pérez Rancal, y Carbonel y Socarrás. 

En la cotidianeidad que reina en la ciudad de los vivos resuenan los Riverí, mulatos amantes a la música entre los que figuran Esperanza Riverí Jardines, clarinetista que se erigía en centro de atención de la Banda Municipal de Guantánamo por ser la única fémina del espectáculo, o el Sr. Lemes, trompetista encargado de animar los recorridos que en horas de la madrugada hacían los estudiantes de 6to grado entonando la marcha del 24 de febrero en las esquinas del pueblo; o Los Martínez, en la cercanía de la Planta Eléctrica, donde las quinceañeras del poblado ensayaban el vals que daría glamur a su fiesta en el segundo lustro de los 60 y los años 70, veladas en las que no faltaban las funciones de Ramón Martínez con su acordeón. Todo un patrimonio intangible que cualquier morador empieza y no encuentra cuando acabar.       

 

 

 

NOTAS:

(1) Guantánamo recibe el título de Villa el 1ro de diciembre de 1870.   


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