Jesús Orta Ruiz y su obra de gracia inconfundible y perdurable resonancia


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Hoy Cuba celebra el aniversario 98 del natalicio del escritor Jesús Orta Ruiz, quien ha pasado a la historia de la literatura y la cultura del país como uno de los más notables cultivadores de la décima, esa expresión poética de cubanía que nos distingue.

Jesús Orta Ruiz nació en el año 1922, en Los Zapotes, un barrio de San Miguel del Padrón en La Habana; su familia, de origen campesino y procedente de Islas Canarias, le enseñó las tradiciones y el folklor español tan común en los campos de Cuba, fundamentalmente las décimas, con el cultivo de las cuales se inició la carrera poética del después conocido en Cuba y en el mundo como Indio Naborí.

Desde los nueve años de edad ya Orta Ruiz improvisaba, pero luego de terminar la enseñanza primaria no pudo estudiar más por la necesidad de trabajar, y laboró entonces como pastor de ovejas, aprendiz de operario de zapatero y dependiente de comercio, entre otros oficios.

Sin embargo, la pasión por la lectura no lo abandonó y ya en 1936 compone su primer soneto, dedicado al mártir Luis Melián dirigente juvenil de la barriada; nótese que el tema que lo inspira está asociado al hombre, la política y la justicia, tópicos que lo acompañaron durante toda su vida de escritor.

En 1939 ingresó en el Partido Unión Revolucionaria; este hecho lo ayudó a radicalizar su pensamiento, pues en la organización compartió sus ideas con Juan Marinello, Mirta Aguirre, Nicolás Guillén, Manuel Navarro Luna, Raúl Ferrer y otros influyentes intelectuales cubanos.

  

Fue un activo revolucionario; respondió con su participación consagrada a todas las convocatorias de la Revolución desde antes del triunfo de esta, ya que fue colaborador del movimiento 26 de julio, conoció a Abel Santamaría, Jesús Montané, Raúl Gómez García, al propio Fidel Castro, y a otros miembros de la Generación del Centenario, los cuales también contribuyeron a perfilar su personalidad comprometida con la causa de la soberanía nacional.

Escribió poemas revolucionarios clandestinos que circularon en todo el país, como «A sus órdenes Comandante Ramos», que se dijo en Radio Rumbos de Caracas, y se divulgó en Cayo Hueso, Estados Unidos, con el seudónimo de Jesús Ribona.

«Marcha Triunfal del Ejército Rebelde», es la primera pieza literaria que dedica en 1959 a la Revolución victoriosa, a la que le siguieron otras muchas, pues Naborí fue un genuino cantor de la Revolución cubana y de las luchas y victorias de su pueblo.

En 1960 aparecieron sus libros De Hatuey a Fidel y Cuatro cuerdas, y recibió el Premio al Mejor Poema por «Victoria de la Revolución»; al año siguiente escribió artículos, crónicas, poemas y programas radiales y televisivos, a la vez que organizó y animó actividades culturales en apoyo a la Campaña Nacional de Alfabetización, y editó Cartilla y Farol, poemas de dicha campaña.

También en ese año 1961, fue corresponsal de guerra en la batalla de Playa Girón, y al siguiente año, durante la Crisis de Octubre o de los misiles, se incorporó a la Unidad 1700.

Cuando se realiza la convocatoria a la zafra de 1970, o Zafra de los 10 millones, Naborí se integra como periodista y machetero voluntario.

En 1981 recorre el sur de Angola, desde Luanda a Mozámede, estimulando a los combatientes internacionalistas cubanos que se encontraban allí combatiendo.  

Concibió, redactó y presentó a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños el proyecto de crear la Jornada Cucalambeana, encaminada a exaltar la figura del poeta Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo, «El Cucalambé», así como a reanimar y preservar la cultura campesina.

Fue un fiel embajador de la cultura cubana y de la Revolución, en numerosos países de Europa, Asia, África y América, por su participación en eventos y su intervención como conferencista, u ofreciendo recitales y charlas sobre la Revolución Cubana y sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano, ruso, checo, chino y yugoslavo.

La crítica ha resaltado su accionar en el enriquecimiento de la espinela, en haber sabido lograr la fusión de lo popular y lo culto, hechos que lo sitúan en el neopopularismo de la Generación del 27, y también reconoce que el poeta supo ensanchar el horizonte de su poesía con el ejercicio de las más variadas formas clásicas e incluso el versolibrismo, concibiendo su producción lírica en tres vertientes: campesina, social y autobiográfica.

Entre sus obras más celebradas se encuentran su decimario Entre, y perdone usted, 1973; Viajera peninsular, 1990; el poemario Entre el reloj y los espejos, 1989; Con tus ojos míos, 1995; la compilación selectiva de su poesía íntima Desde un mirador profundo, 1997, y Eros en tres tiempos, 2000.

Con el título Décimas para la historia (La controversia del siglo en verso improvisado) se publica en Islas Canarias, este valioso testimonio de su etapa juvenil de repentista, con prólogo y notas del doctor Maximiano Trapero, Catedrático de Filología Española de la Universidad de Las Palmas.

Por otra parte, sus textos en prosa que se dividen en prólogos, ensayos, estudios de tradiciones, folklore y literatura, trabajados también con bello lenguaje y precisión han recibido el reconocimiento de los especialistas.

Entre sus ensayos despuntan Poesía Gauchesca, Pensamiento martiano y otros fulgores, Décima y folclor, El jardín de las espinelas, y muchos más.

Mención aparte merece su vasta labor periodística, que comenzó en la década del 40 como escritor radial en la emisora Radio Progreso, otrora, Progreso Cubano, y que apareció en la prensa cubana y extranjera durante cuarenta años, la cual ha sido menos comentada pero muy bien justipreciada y laureada por el gremio, y se recoge en gran medida en el volumen Huellas en el tiempo.

Colaboró con El País Gráfico, las revistas Nuestro Tiempo y Bohemia, donde comenzó a laborar en 1957 y permaneció durante 23 años; también escribió para publicaciones clandestinas del Movimiento 26 de julio, y luego del triunfo de la Revolución, en la década del 60, fue redactor de los periódicos Hoy y Granma, y concluyó sus estudios en la Escuela Profesional de Periodismo.

También desplegó una faena periodística en la televisión y para la radio fundó con el escritor Manuel Navarro Luna, el programa «Balcón de América», donde comentaban la actividad cultural hispanoamericana.

El Indio Naborí fue homenajeado y recompensado tanto en Cuba, como en otras muchas latitudes.

Le fueron otorgados la Distinción por la Cultura Nacional, 1981; Medalla Alejo Carpentier, 1982; Machete de Máximo Gómez, 1986; Orden Félix Varela, 1991; Título Honorífico «Héroe del Trabajo de la República de Cuba», 1998, otorgado por el Consejo de Estado, y Premio Nacional de Cultura Comunitaria, 1999, entre otras.

  

Muchas provincias cubanas lo honraron con títulos como Huésped Distinguido de la ciudad de Santa Clara; Hijo Distinguido de la ciudad de Matanzas; Hijo Ilustre de la ciudad de San Felipe y Santiago de Bejucal, e Hijo Predilecto de Guanabacoa, en La Habana.

Fue merecedor de la Distinción Vicente García conferida por la provincia de Las Tunas y de las réplicas de la pluma del Cucalambé, en esta provincia, y del machete de Serafín Sánchez en Santi Spíritus; reconocimiento de la Unión de Periodistas de Cuba y el Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, de Matanzas como corresponsal de guerra de Playa Girón, con la medalla 40 Aniversario de las FAR;   Llave de la Ciudad de Santa Clara, y la  Medalla San Cristóbal de La Habana en su 450 aniversario.

En España, recibe El Árbol de Olivo de Jaén, 1997 en Andalucía, y se denomina Indio Naborí a la Asociación de Amistad Hispano Cubana de esa ciudad; a la par la Asociación Canaria de Cuba, «Leonor Pérez Cabrera», le otorga el carné de socio de honor por sus muchos aportes a la transculturación cubano-canaria; luego en 1999, recibe en Alcalá de Henares, la Medalla 450 Aniversario de Cervantes.

Asimismo fue nominado por la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo, junto al Instituto de Literatura y Lingüista de Cuba y la Universidad Camilo Cienfuegos, de Matanzas, al Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000, resultando uno de los principales finalistas.

En 1998, participó en el VI Encuentro al Festival Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado en Las Palmas de Gran Canaria con la conferencia “Autobiografía de un Improvisador”, donde por unanimidad de los participantes fue declarado el 30 de septiembre –fecha de su nacimiento– el Día Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado.

Antes, en al año 1995, el Instituto Cubano del Libro y el Ministerio de Cultura de la República de Cuba, le confirieron el Premio Nacional de Literatura.

El tribunal que realizó el otorgamiento estuvo presidido por el importante intelectual Ángel Augier, y conformado por los escritores Gustavo Eguren, Waldo Leyva, Virgilio López Lemus y Rafael Acosta de Arriba, todo los cuales expresaron, como se recoge en el acta que:

«En el coro de la mejor poesía cubana contemporánea, la voz de Naborí se destaca de manera excepcional, por sus singulares características. Su obra tiene raíces en la hermosa tradición artística popular de la música guajira, que utiliza como canción folclórica la forma estrófica de la décima.

La crítica reconoce como hazaña artística literaria de Naborí, el haber elevado ese género popular a la más alta categoría estética, al aportarle a la décima un lenguaje culto y expresivo, con las ganancias tropológicas y otras conquistas de la poesía moderna. (...) Desde sus raíces de tan profunda cubanía, el poeta ha dejado fluir su verso por todos los registros posibles de formas estróficas sin olvidar las clásicas, en las cuales también es maestro.

Su poesía expresa con gracia inconfundible y perdurable resonancia, los más puros acentos de la sensibilidad humana y las más sagradas aspiraciones alentadas históricamente por el espíritu nacional de su pueblo».

Más allá de todo lo que se pueda decir de su obra literaria, es de obligada justica recordar al buen ser humano que era el Indio Naborí, y esa ternura que inspiraba y entregaba, al igual que su querida esposa Eloína Pérez Collazo, quien estuvo a su lado desde 1949, sin dejarlo solo nunca, alimentando con su amor y bondad la inspiración del poeta, y dándole luz a su camino con sus ojos, que eran de él.

Jesús Orta Ruiz, falleció, en La Habana el 29 de diciembre de 2005, a la edad de 83 años, dejándole al mundo una obra hermosa, un canto a hitos importantes de la historia de la Patria, la que también escribió con su vida. 

 


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