Joel Franz Rosell: Todavía no hemos escrito el libro indispensable


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Joel Franz Rosell.

Creo que si alguien en este mundo ama de verdad los libros para niños y jóvenes, ese es Joel Franz Rosell (1). Pocas veces he visto alguien tan acucioso, lleno de inquietudes, pertinaz, en crear una obra propia y conocer la ajena, como este autor nacido en el centro de la Isla, y no muy favorecido durante años por las veleidades de nuestro sistema editorial, y que un buen día enrumbó sus pasos tierra afuera para hacerse ciudadano del mundo. Por décadas, he tenido esporádicos contactos con él y siempre aparece en un sitio diferente, pero actualizándonos de lo más reciente, en especial si de libros valiosos se trata. Su obra discurre por varios caminos expresivos y como todos los nacidos (o que se hicieron mejor lectores) en los años 60’ del pasado siglo, Joel es una especie de lector-coleccionista, siempre en pos de la última novedad y un verdadero devoto de las grandes series en las que algunos bebimos una u otra vez. Desarrolla un trabajo teórico e investigativo que con toda justicia le permiten expresar muy convencido la contundente afirmación de que en el patio “todavía no hemos escrito el libro indispensable” y, aunque suene algo polémica, creo que comparando con ese enorme acervo mundial clásico y contemporáneo, tal sentencia deja un margen a la reflexión…

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

La literatura infantil existe como existen la poesía o el ensayo: es un discurso estético que adquiere su especificidad gracias a la explotación literaria de la manera peculiar que tienen los niños de interpretar y expresar la realidad, las relaciones sociales y el mundo imaginario. Por esa razón es una literatura que se pone al alcance de los infantes sin por ello excluir los otros públicos, que pueden encontrar importantes verdades sobre la vida y enriquecedoras experiencias estéticas en las mejores obras del género… término que utilizo, siguiendo a Demetrio Estébanez Calderón en su Diccionario de términos literarios, como: “modelo estructural que sirve como criterio de clasificación y agrupación de textos (atendiendo a las semejanzas de construcción, temática y modalidad de discurso literario) y como marco de referencia y expectativas para escritores y público”.

¿Qué piensas de la infancia?

La infancia es un momento único y privilegiado de la existencia humana. No porque sea una “edad de oro” donde todo es inocencia, maravilla y felicidad, sino porque es el período en que el ser humano realiza lo esencial del conocimiento de sí mismo (en lo físico, lo psíquico y lo social) y de los demás, así aprehende el mundo contemporáneo y pasado, y echa las bases de su visión y acción futuras. De ahí la inmensa responsabilidad que reposa sobre los hombros de quienes nos atrevemos a consagrar a la infancia el fruto de nuestro (mayor o menor) talento.

En tu concepto ¿los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

Por experiencia propia, pero sobre todo por lo que dicen quienes disponen de estadísticas confiables, sé que las niñas leen más que los niños y que, en general, los infantes de uno y otro sexo leen hoy –a nivel mundial– más que antes. Leen de manera diferente, eso sí. Hasta finales de los años 1990, casi toda la lectura se hacía sobre textos impresos, mientras que en la actualidad cada vez es mayor la lectura (de imágenes y de texto) a través de pantallas electrónicas. Los países donde la oferta de impresos consigue ser competitiva en número y atractivo, logran que la lectura de textos se mantenga e incluso incremente. Pero tenemos que aceptar que el tiempo que los chicos dedican a la información y al ocio no volverá a ser, como hasta los años 60 del siglo XX, monopolizado por libros y revistas. Algunos de mis editores publican mis obras también en forma de ficheros descargables en computadoras y tabletas de lectura. No tengo cifras de esas ventas, pero supongo que si se invierte en edición electrónica es porque hay mercado. En diciembre 2012, la editorial gallega Galaxia ha dado un paso más al presentar como auténtico libro electrónico uno de mis cuentos. Es un nuevo tipo de lectura donde el texto, no alterado, se acompaña de sonidos, música, movimientos e interactividad que acercan la obra literaria a los dibujos animados y los juegos electrónicos. No creo que los primeros escritores que beneficiaron de ediciones ilustradas se hayan quejado, así que no veo porqué he de sentirme perjudicado ante la aparición de estos nuevos complementos.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

La literatura para infantes, como la que se destina exclusivamente a los adultos, puede tener todos los tonos (humor, poesía, solemnidad, ironía y hasta desencanto). Es cuestión de dosis, y de conocimiento y respeto de las posibilidades intelectuales de cada edad. Un niño pequeño –tres o cuatro años, digamos– tiende a tomar las cosas al pie de la letra, y la ironía o una excesiva poetización del lenguaje y las situaciones pueden inducirle a confusión. Por su parte, un adolescente, que busca sobre todo modelos en los cuales mirarse, tiende a rechazar personajes o historias excesivamente alejadas de su propia experiencia o intereses (aunque ya a esta edad la diversidad de caracteres y madurez intelectual desaconsejan las generalizaciones). Entre uno y otro extremos, las posibilidades expresivas son muy ricas y variadas. Esta pregunta implica la famosa cuestión de los temas llamados tabúes o difíciles. Todo tema es abordable en un libro para infantes. Un escritor responsable y comprometido, sabe hasta dónde debe llegar y cuál es la forma adecuada a cada tema y edad.

¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?

Todo autor está en sus libros, en mayor o menor medida, según el tipo (tono, tema, destinatario) de libro. Conozco autores que no temen abordar cualquier temática o cualquier género. Yo no puedo alquilar mi alma; solo puedo escribir lo que me interesa e implica, y por tanto me atrevería a invertir la formulación: no es mi personalidad la que está contenida en mis libros, sino mis libros los que forman parte de mi personalidad. Creo que por lo general no me parezco a uno de mis personajes, sino a todos (cada uno puede contener porciones distintas y, ¿por qué no?, contradictorias de mi alma). Lo más frecuente no es que el autor sea uno de sus personajes, sino ese personaje anónimo y sin acciones directas en la trama que es el Narrador. Yo escojo –más o menos consciente y programadamente– de qué voy a hablar y cómo voy a hacerlo; en esa elección es donde mejor se revela, con certeza, mi personalidad. Sin que me haya detenido a reflexionar en ello, y ciertamente a posteriori, creo que me parezco mucho a los héroes de Javi y los leones (no fui un niño arrojado y realista) y Vuela, Ertico, vuela (fui un niño solitario, con una abuela fabulosa y, como todo escritor, escribo para tener más amigos). Pero el que más se me parece –por su destino de eterno viajero y su lápiz mágico– es seguramente el Juan/Perico de los Palotes de la novela casi homónima.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

Un escritor para infantes tiene que poseer una rica imaginación, debe ser un lector incansable y extremadamente crítico de literatura infantil y para adultos (ficción, historia, ciencias, artes y todo cuanto le caiga a mano, pues ya se ha dicho que todo libro no es más que la punta de un iceberg y la enorme masa que permanece invisible al lector se compone –en un 90% de su volumen– de lecturas). Un escritor para infantes debe conocer a los susodichos y mantenerse lo más próximo posible a sus intereses y experiencia (pero nunca escribir para sus propios hijos y/o nietos, y menos aún confiar en lo que estos puedan decirle sobre sus textos). Un escritor de literatura infantil –como los de cualesquiera otros géneros– debe corregir incansablemente (un autocrítico insobornable) y ha de ser sumamente modesto: los infantes raramente recuerdan el nombre de un escritor –incluso si su libro les ha encantado– y no disponen de medios de remuneración: ni otorgan premios, ni tienen dinero, ni dominan los órganos de comunicación. Has de escribir como si en la tapa del libro no estuviera impreso tu nombre, pero comprometiéndote como si cada palabra comunicase a todo el mundo tu dirección, tu número de teléfono, tu e-mail y hasta tu código genético.

¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Es evidente que he sido influido por una gran parte de mis lecturas (generalmente las que me han fascinado, pero también algunas que detesto), pero ¿cómo estar plenamente consciente de quiénes te influyen sin asumir un magisterio que podría resultar peligroso para tu propia autonomía creativa? Creo que lo mejor que le puede pasar a un escritor es tener excelentes influencias, pero sin saberlo. De todos modos, siento que algo profundo me une a Hans Christian Andersen y estoy seguro de que la lectura de El hombrecito vestido de gris, del español Fernando Alonso, me indicó la dirección del camino donde dejo mis huellas desde finales de los años 80. También debo haber aprendido algo del francés Pierre Gripari, comparto con el belga Hergé el concepto de “la línea clara” y sé que haber estudiado a Cabrera Infante para mis clases de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Marne-la-Vallée, me enseñó a templar el acero de la lengua.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

Creo que la primera novela que leí y me encantó, fue En busca de la gaviota negra en el suplemento infantil del periódico Revolución. Más conocida como Aventuras de Guille, esa obra de Dora Alonso me marcó tanto como, con sus méritos y defectos, la abundante producción de novelas detectivescas de la inglesa Enid Blyton, las historietas de Hergé (Aventuras de Tintín), que solo podía encontrar en la biblioteca provincial, y las novelas de Julio Verne. A los tres últimos autores los imité en las 54 novelitas –todas justificadamente inéditas- que escribí entre mis 12 y 19 años. También me fascinaron autores escandinavos como Astrid Lindgren, Tove Jansson, Edith Unnerstand y Ake Holmberg, y alemanes como Erich Kaëstner. Leí varias veces los libros soviéticos Timur y su pandilla, Los tres gordinflones y El viejo Jottábich. Siempre quise imitar, sin lograrlo, el tono de Las aventuras de Tom Sawyer; admiré y sigo adorando Peter Pan y Wendy, y La isla del tesoro sigue pareciéndome la novela que escribió Dios bajo el pseudónimo de Robert Louis Stevenson.

¿Cómo te insertas dentro de la actual literatura infantil cubana?

Hace 23 años que no vivo en Cuba y, aunque he seguido leyendo mucho a mis compatriotas, debo admitir que mi obra no responde mucho a los cánones de la literatura infantil que se publica en la Isla. Corresponde a los críticos y no a mí mismo responder a esta pregunta, pero como mis referencias editoriales y la mayoría de mis lecturas están en Francia y España, estoy seguro de que –desde el punto de vista tipológico al menos– mis cuentos y novelas se insertan bastante bien dentro de la producción de ambos países. Al mismo tiempo, noto que mi voz desentona un tanto dentro de la literatura infantil francesa y española, y esto me hace concluir que probablemente mi lugar en la literatura cubana consiste en aportarle algunos enfoques y formas que no suelen ser practicados en la Isla. Si me parece que existe algo que podría calificarse de Novela cubana para adultos en la emigración, no creo que exista una equiparable Literatura infantil cubana en la emigración; así que por lo menos mi lugar no está en ese inexistente capítulo de nuestra creación.

¿Qué atributos morales piensas que debe portar un buen libro infantil?

Acertadamente has utilizado el término “atributos” y no “mensajes”. Cuando la moral deja de ser un principio, un cimiento, se vuelve algo tan pegajoso y engorroso como la moralina. Todo escritor tiene una moral y a menudo (que no siempre) sus obras reflejan esa concepción estructurante del espíritu y el comportamiento cotidiano. Pienso que un libro para infantes debe ser honesto, generoso, humanista, rendir culto a la inteligencia, la originalidad y la belleza, y obedecer a la divisa nacional francesa: Liberté, égalité, fraternité (creo que no hace falta traducir). Por supuesto, cuando en aras de esa (u otra) moral, el libro manipula a sus personajes y descuida su trama, todas las buenas intenciones se agotan en el inútil intento de cogerle los baches al camino que conduce al infierno. La primera regla de moral en una obra literaria es ser fiel a sí misma, respetar a su lector.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

He tenido decenas de editores (en Cuba, España, Brasil, Francia y diversos países de Hispanoamérica, entre otros). A veces no he tenido otra relación con ellos que la firma del contrato y los reportes anuales (cuando cumplen) de derechos de autor. Otras veces, han sido verdaderos editores; que me han hecho preguntas y propuesto soluciones, que me han consultado sobre la puesta en página y las ilustraciones, que incluso –¡oh, maravilla! – me han leído con lucidez y ofrecido una colaboración inteligente y mutuamente ventajosa. El editor tradicional –una persona concreta, con una buena formación literaria y conocimiento del mundo editorial, sobre el cual tiene algún poder efectivo– tiende a desaparecer. Muchas veces cuando tu libro se publica, la persona que trabajó en él ya no es plantilla de la empresa, y otras veces te das cuenta de que quien corta el bacalao –a la hora de decidir qué se publica, cómo y cuándo, y a la hora de trazar las estrategias posteriores a la impresión– no es esa persona intelectualmente competente con la que tuviste el gusto de trabajar (y de polemizar, ¿por qué no?). A veces la relación es la peor posible. Me ocurrió en el monstruo editorial Hachette (Francia) que, aunque me trató bien en algún momento, explotó mis libros como meros productos, tirándolos a la basura a la menor oportunidad. Pero también he tenido excelentes experiencias como con Canela (Sudamericana), Marinella Terzi (Ediciones SM) o con mis amigos –ahora puedo llamarlos así– de Kalandraka.

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio, ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Ya sé que es una pregunta retórica, pero nunca me ha gustado… por cruel: preguntarle eso a un escritor –forzosamente un apasionado lector– es tan impiedoso como pedirle a una madre que escoja al preferido entre sus hijos. Debería contestarte con una pirueta del espíritu, una boutade, y decirte que jamás salvaría uno de mis libros pues, si me salvo de ese naufragio, como presupone la pregunta, siempre podría escribirlos de nuevo, o contarlos de memoria a mis compañeros de infortunio en la famosa isla desierta (cuando en alguna Escuela al campo no teníamos electricidad, yo entretenía a mis compañeros contándoles los libros que había leído: fue así que, estando en noveno grado, me gané el envidiable apodo de “Julio Verne”). Otra boutade consistiría en responder que salvaría diez Obras Completas (las de Shakespeare, Cervantes, Andersen, Martí, Homero, Proust…). En fin, sin pensar demasiado porque no lograría escoger del enorme cofre repleto de diamantes, y exceptuando libros para adultos (puesto que me interrogas en mi calidad de autor para la infancia), yo salvaría La isla del tesoro, Las aventuras de Tom Sawyer y Peter Pan y Wendy (claro), 20 000 leguas de viaje submarino; Los tres mosqueteros (asumiéndolo como la novela juvenil que, en rigor, no es); Simbad el terreno (sí, sí, no me confundo) que tampoco es un libro juvenil; La historia interminable; Cuentos de la selva (en una astuta edición que incluya Cartas de la selva), de Quiroga; Alicia en el País de las Maravillas y El señor de los anillos. Lo siento por los cubanos, pero todavía no hemos escrito el libro indispensable.

 

 

Nota:

(1) (Cruces, Cienfuegos, 1959). Narrador, crítico, investigador y teórico. Ha publicado, entre otros: El secreto del colmillo colgante. La Habana. Ed. Gente Nueva, 1983; De los primeros lejanos tiempos la lechuza me contó. Santiago de Cuba. Editorial Oriente, 1987 / La lechuza me contó. México. Editorial Progreso, 2004; Los cuentos del mago y el mago del cuento. Ediciones de la Torre. Madrid, 1995. Primera versión, en portugués, 1991; Aventuras de Rosa de los Vientos y Juan Perico de los Palotes. Santa Clara. Ediciones Capiro, 1996; Barcelona. El Arca, 1996; Buenos Aires. Alfaguara, 2004. Traducido al francés en 1998; Vuela, Ertico, vuela. Ediciones SM. Madrid, 1997; La bruja de La Habana Vieja (Para que se enteren de lo traviesa que es Porfiria Xenobia Marieka). Santa Clara. Capiro, 1999; La literatura infantil: un oficio de centauros y sirenas. Buenos Aires. Lugar Editorial, 2001; La Nube. Buenos Aires. Sudamericana, 2001; La tremenda bruja de La Habana Vieja. Barcelona. Edebé, 2001; Mi tesoro te espera en Cuba. París. Hachette, 2000; Buenos Aires. Sudamericana, 2002 y Zaragoza. Edelvives, 2008; El pájaro libro. Madrid. Ediciones SM, 2002; Javi y los leones. Madrid. Edelvives, 2003; Pájaros en la cabeza. Pontevedra. Kalandraka, 2004; La leyenda de taita Osongo. México. Fondo de Cultura Económica, 2006 y Santa Clara. Capiro, 2010; Don Agapito el apenado. Pontevedra. Kalandraka, 2008; Exploradores en el lago. Madrid. Alfaguara, 2009; La bruja Pelandruja está malucha. Madrid. Ediciones SM, 2010; Petit chat noir a peur du soir. Paris. Bayard, 2011; Sopa de sol y otros juegos de la imaginación. Buenos Aires. Tinta Fresca, 2011; El paraguas amarillo. Pontevedra. Kalandraka, 2012; Gatito y el balón. Pontevedra. Kalandraka; Gatito y la nieve. Pontevedra. Kalandraka; Hontzak kontatu zidan (traducción al vasco de La lechuza me contó). Bilbao. Desclée de Brouwer, 2006; La canción del castillo de arena. Bilbao. A Fortiori, 2007; Beste bat nahi dut! (edición en vasco). Bilbao. A Fortiori, 2008. Premios: Premio Nacional de Talleres Literarios, 1979: “La gran rosa blanca” (incluido en De los lejanos primeros tiempos la lechuza me contó); Premio Nacional Heredia (UNEAC. Santiago de Cuba), 1983: La leyenda de Taita Osongo. Distinguido como uno de los mejores libros juveniles de 2009 por el Banco del Libro (Venezuela); Distinción The White Ravens (mejores libros infantiles publicados en el mundo). Biblioteca Internacional de la Juventud. Alemania: 1996: Aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes; 2006: Pájaros en la cabeza; Prix de la Ville de Cherbourg y Finalista del Prix des jeunes lecteurs (Premio de los Jóvenes Lectores). Francia, 2001: Cuba, destination trésor / Mi tesoro te espera en Cuba.


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