Estos terribles tiempos de pandemia nos han prodigado, a lo largo de casi dos años, noticias terribles. Fallecimientos de personas queridas, entrañables, amigos y familiares. Acaba de fallecer, hace apenas un puñado de minutos, Juan Valdés Paz, reconocido sociólogo y pensador de muchas zonas del conocimiento de nuestra sociedad y política.
Juan fue un maestro para muchos investigadores jóvenes y no tan jóvenes. Sus charlas en la casa a mí se me antojaban como clases que gratuita y generosamente regalaba a sus amigos. Disfruté en los últimos años de ese magisterio que se deslizaba entre las conversaciones de café y comentarios de esto y de lo otro, como son los encuentros entre socios (como le gustaba decir a él). Fui casi siempre acompañado de mi hijo Roberto para que también bebiera de esa sabiduría entre mundanal y académica. Sé que Roberto lo apreció mucho también, en su caso como un padre-tutor. Juan le regaló varios libros y su amistad, a pesar de la diferencia generacional.
La inteligencia y el talento de Valdés Paz eran enormes y bien afilados. Sus juicios nunca fueron irresponsables, ni producto de la inmediatez, sabía equilibrar los argumentos y no temía elaborar razonamientos críticos de una agudeza impresionante. Conocía profundamente la geopolítica mundial.Preferí escucharlo que leerlo, aunque nunca dejé de estudiar sus textos, algunos de los cuales me obsequió con cariñosas y simpáticas dedicatorias. Hice lo mismo y convertimos ese intercambio como algo muy saludable. Tengo muy frescas cosas que analizamos hace apenas unos días, quedan para continuar pensándolas en el bregar de los días, ahora sin su sabiduría.
Ya tendremos tiempo de escribir con largueza y mesura sobre su obra y persona. Hoy solo quiero dejar testimonio del sentimiento de pérdida que nos invade a los que lo conocimos y sabemos de la hondura de su partida.
No es este el momento de hacer una historia de vida, pero sí de ponderar la alta calidad humana de Juan y el vacío que deja a las ciencias sociales cubanas. El joven de Pensamiento Crítico, el ponente en el Congreso Cultural de La Habana de 1968, el funcionario y directivo de la agricultura cubana, el investigador a tiempo completo en el Centro de Estudios de América y otras instituciones de investigación, el autor de libros que son referentes para el conocimiento de aspectos cardinales de la Revolución Cubana, ya no está entre nosotros. Recibió Juan los mayores reconocimientos que, con el Premio Nacional de Ciencias Sociales, alcanzaron el escalón más alto. Queda ese legado escritural para trascenderlo y el cariño y amistad de sus familiares y buenos amigos, estos últimos en número considerable, para recordarlo por siempre.
¡Te recordaremos siempre querido Juan!
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