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Julio M. Llanes: El libro infantil puede ser una lección de ética


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Julio M. Llanes.

Quizás Julio M. Llanes (1) sea, como pocos, uno de los autores cubanos que más se ha ocupado de promover y defender la LIJ como género. Desde hace casi dos décadas es el creador y organizador principal del Encuentro de Crítica e Investigación de LIJ de Sancti Spíritus, foro donde hace más de un lustro se concede el Premio “Romance de la niña mala” a personalidades destacadas en el trabajo con niños, adolescentes y jóvenes. En los inicios de su carrera se vio en Llanes –como familiarmente todos le dicen– un apego a la literatura de corte histórico, al recrear en sus primeras novelas a figuras de las gestas patrias. Sin embargo, en 1997, sorprende al jurado del Premio “Ismaelillo” de la UNEAC (2) cuando se alza con una primera mención que le fue entregada por un libro atrevido y singular: El día que me quieras, novela juvenil comprometida con los intereses de los jóvenes y que, con dulzura y acritud, presenta muy atinadamente la realidad de una escuela cubana de conducta. Vale aclarar que si el libro no se alzó con el premio nacional de la UNEAC en esa ocasión fue porque competía otra novela tan trascendente como El Oro de la Edad, de Ariel Ribeaux Diago. Creador incansable, Julio M. Llanes, además de sus responsabilidades durante años como Presidente de la filial de la UNEAC en Sancti Spíritus, ahora sigue fiel a la literatura para niños y a la razón de ser que esta tiene en su atareada vida, razón de ser que, como revela esta entrevista, forma parte de un proyecto esencial para su existencia.

¿Cuándo te acercas a la LIJ?

Mi acercamiento fue una compulsión más que una necesidad interior: en un encuentro de escritores con niños de una escuela primaria en Meneses, Yaguajay, me pidieron que leyera y no pude hacerlo, porque nunca había escrito algo para ellos. Hice un compromiso. Así, más tarde, cuando murió Celia Sánchez, quise expresar mi visión de la heroína y surgió mi primer texto para niños: Celia nuestra y de las flores, que ganó el Premio “La Edad de Oro” y recibió decenas de críticas favorables de la prensa y el público. Le elogiaban, sobre todo, la manera de evocar la historia a partir de la literatura. Se editó por Gente Nueva en una tirada de treinta mil ejemplares que se agotó. Paradójicamente, no se había vuelto a editar a pesar de que hace de esto ya veinte años hasta que Abril asumió el proyecto nuevamente en otra bella edición.


¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

Para mí no hay dudas de que deben tener un tono especial, una química, una magia que dé como resultado la comunicación del lector con el texto. Pero pienso que eso tiene mucho que ver con la sensibilidad, la biografía personal y formación del escritor. Hay quienes piensan que este tono significa entregar un lenguaje de ñoñerías, hacer historias tontas, dar lecciones de moral, o hablar desde el trono del adulto disfrazado de niño. Escribir para niños y jóvenes implica tener dentro un niño o un joven que sublima el texto. Tengo colegas que me han enseñado textos ortográficamente impecables, pero carentes de alma, incapaces de conmover, en los cuales nunca se ha alcanzado el tono que esa historia necesita. El “tono adecuado” para cada una de las historias se alcanza mejor con una buena intuición y mayor oficio. Pero sin ese tono especial, misterioso, único, yo no sería capaz de escribir la primera página. En cada libro hay un poco de mí. A veces en una historia, en una frase, o en un personaje. Paquelé es el sueño del dolor de mis antepasados; En Ana Sol, la protagonista de El día que me quieras, hay elementos de mi personalidad, como los hay en cualquier otro texto, en un personaje bueno o malo. Esto no debe confundirse: para hacer la sopa no hay que estar dentro de la olla. Para hacer la historia de un criminal no es necesario haber matado antes, pero sí se necesita sentir como autor, tener la sensibilidad para sentir el calor de la olla, el dolor de las víctimas y la angustia del asesino. Quiero a mis personajes, pero mi personaje más entrañable será siempre el de la próxima novela que voy a escribir.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?

Pienso que un autor ideal para niños pudiera ser el siguiente: aquel que con sus textos pueda encantar tantos a los niños, adolescentes y jóvenes, como a los adultos. Nunca olvido que son estos últimos (los llamados mediadores) quienes aconsejan, promueven y en definitiva compran. El que tenga cosas que decir y las diga de la mejor manera posible, sin temor a temas difíciles o tabúes; capaz, sobre todo, de conmover y hacer reflexionar. Aquel que sea capaz de escribir sobre temas y asuntos que están en la esfera de intereses de sus lectores y de abordarlos con la honestidad y valentía necesarias, además, el que se emocione, ría, llore y sufra con sus personajes tanto o más que sus lectores.

¿Reconoces en tu estilo algunas influencias de autores clásicos o contemporáneos?

¿Influencias? Debo tener muchas y de muchos, tanto nacionales como extranjeros: no hay nada nuevo bajo el sol de la literatura. Pero me gustaría deberle a Onelio Jorge Cardoso, Nersys Felipe, al autor del Pequeño Príncipe, Cervantes, Guillén, la orfebrería histórica de Carpentier, a las raíces maravillosas, casi mágicas, del pueblo cubano.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?


Nací en un hogar humilde, donde escaseaban los recursos para vivir, así que la literatura de mi infancia fue más oral que escrita. Me acerqué a la literatura universal y a los clásicos de la LIJ ya joven. Leí todo lo que cayó en mis manos, con la voracidad que me provocaron muchos años de necesidades espirituales. Comencé a escribir la literatura para niños y jóvenes fusionando mi amor por la historia y por la literatura, quizás eso haya influido en que en una parte de mi obra haya insistido en los textos de evocación histórica con un sentido lírico (de eso dan fe Celia nuestra y de las flores, Canción para una sonrisa, Mi amigo Serafín); algunos pensaron que esa iba a ser mi única línea, pero se equivocaron: me siento narrador y he abordado historias como Sueños y cuentos de la niña mala, recreación literaria de la labor pedagógica y humana de Raúl Ferrer y Onelio Jorge Cardoso; mi novela de la esclavitud y la formación de la nacionalidad Paquelé es un fresco del Sancti Spíritus colonial y sus contradicciones, a partir de la sensibilidad de un niño esclavo; El día que me quieras es la complejidad del amor adolescente entre protagonistas con situaciones difíciles; en mi novela La vida es un carnaval, recomendación Casa de las Américas, la música es un protagonista tan importante como los personajes. Son textos donde la ficción reina a partir de una investigación de la historia, de la psicología, de la música, apoyados por la intertextualidad. Me interesa conmover y hacer reflexionar.


¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la LIJ cubana?

No soy un crítico ni me corresponde ubicar mi obra en el conjunto de lo que se escribe para niños y jóvenes en Cuba. Solo sé que mis libros se leen, se agotan, y son degustados por lectores de diversas edades porque parece que les dicen algo a cada uno de ellos.

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

Un libro puede contener todos los atributos morales que el autor sea capaz de abordar en él. Me interesa que después de una lectura el adolescente o joven se mire así mismo. No obstante, pienso que el libro infantil puede ser una lección de ética, pero sin olvidar que tiene que ser literatura.

¿Quién como tú organizó durante años y ahora tanto contribuye a un Encuentro de crítica e investigación, que opina de la LIJ cubana?

Comparto el criterio de que en Cuba está la más importante serie literaria de la lengua. Es interesante la variedad de asuntos, géneros, enfoques. Pero tenemos lectores cada vez más informados y cultos y por tanto más exigentes. Sin embargo, tenemos grandes lagunas en las obras dirigidas a adolescentes y jóvenes, que son pocas y, a veces, parecen alejadas de los problemas e intereses de estos.

Aunque te sé narrador empedernido, en tus libros aflora un lirismo de las situaciones, ¿?

No he escrito poesía entendida como versos, ritmo interior, imágenes puras. He tratado, según mis posibilidades, de encontrarla en los textos narrativos a través del lenguaje, el nivel de sugerencia. Me he sentido mejor en la novela, en ella me muevo con más libertad.

¿Qué piensas de la relación literatura mercado?

No hay dudas de que el libro infanto juvenil es muy solicitado por los lectores y es el más vendido. Para hablar con propiedad de la relación literatura mercado habría que estar más informados. Pero tenemos casi una total falta de datos en este sentido. Muchas veces el autor no sabe, realmente, cuántos ejemplares se publicaron de su libro. No es que se pretenda una cultura del best seller, pero sí es necesario saber qué libros se venden más, cómo se recepcionan los diversos géneros, asuntos, qué literatura es preferida, en fin, estudios serios de mercado y recepción. Se ve el contrasentido de que libros agotados y perseguidos no se reeditan y otros que se pudren en los anaqueles tienen unas tiradas equivalentes. Muchos de los libros editados no circulan por el territorio nacional o son impresos en tiradas tan pequeñas que no permiten la distribución ni ventas adecuadas. Es decir, se han hecho esfuerzos extraordinarios por el país, sin embargo, mucho nos falta todavía en este sentido. Esto que he dicho es solo referido al libro que se comercializa en moneda nacional. Los problemas pueden ser mayores si se entra en el libro comercializado en la moneda convertible.

¿Podrías opinar de la relación autor editor?

Tengo experiencias buenas y malas de la relación autor editor. Pienso que un buen editor es aquel que es capaz de señalarte lagunas, advertirte, sugerirte a favor de mejorar el texto. Y lo hace sin imponer, con la sabiduría y el tacto necesarios. Por otro lado, hay también autores que se consideran infalibles. Creo que una buena relación entre estos factores es esencial.

¿Si debieras salvar diez libros de un naufragio, cuáles escogerías? ¿Alguno de los tuyos?

Si tuviera que salvar diez libros solamente de un posible naufragio, aunque después me arrepintiera de no haber incluido otros, escogería los siguientes: La Edad de Oro, El pequeño príncipe, Las mil y una noches, La noche, Peter Pan y Wendy, Cuentos de Guane, Cocorí, Platero y yo, Alicia en el país de las maravillas, Huckleberry Finn. He tenido la experiencia de convocar a mis lectores sin libro nuevo que brindarles y cada cual ha defendido su texto, podría ponerte ejemplos. Unos dicen que mi mejor libro es Paquelé, otros, El día que me quieras, o Sueños y cuentos de la niña mala. Prefiero no escoger yo mismo ninguno, son ellos quienes deben salvarlos o dejar que se hundan en la mar.

¿Qué es para ti lo más importante en la vida?

Tener un proyecto es para mí lo más importante en la vida. Ese proyecto puede llamarse indistintamente amor, familia, trabajo, patria, literatura. Sin un proyecto y la pasión necesaria para realizarlo, la vida no tiene sentido. Lo peor sería todo lo contrario: vivir sin un proyecto, perder el optimismo, la esperanza, la capacidad de creer en algo y amar algo.

 

Notas:

(1) (Yaguajay, Santa Clara, 1948). Algunas obras: Celia nuestra y de las flores (1985), Canción para una sonrisa (1988), Cuentos y sueños de la niña mala (1996, 1998), Mi amigo Serafín (1991), Las fuerzas telúricas (1987), El día que me quieras (1999), Paquelé (2000), El piojo ajeno (2005).

(2) Integrado por Iliana Prieto Jiménez, José Manuel Espino y este redactor.

 

 

 


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