A la Condesa de Merlín, en el aniversario 232 de su natalicio


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Considerada precursora de la literatura cubana escrita por mujeres, María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O’Farrill, conocida internacionalmente, como la Condesa de Merlín, nació en La Habana el 5 de febrero de 1789, hija de los Condes de Jaruco.

Fue educada durante algún tiempo, por una tía abuela paterna, de manera muy libre, hasta que fue internada en el convento de Santa Clara, donde permaneció hasta los 12 años, tiempo suficiente para conocer bien a la hermana Sor Inés, de la cual más tarde escribió su biografía.

En 1802, su madre Teresa Montalvo, la lleva con ella a Madrid, donde era dama de honor de la reina doña María Luisa, y tenía un salón por el que transitaban políticos, escritores, aristócratas y artistas.

Este famoso salón, que relatan, competía con los de las duquesas de Alba o Benavente. La joven, conoció, entre otros, al poeta y dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín, y el pintor y grabador, Francisco de Goya, precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX, quien durante un tiempo fue profesor de dibujo de la futura condesa de Merlín.

Tras el fallecimiento de su padre, ella con su madre y sus hermanos son acogidos por su tío, el general Gonzalo O´Farril quien tenía buenas relaciones con el nuevo monarca José Bonaparte, y así María continúa recibiendo una buena educación.

Luego conoce en una tertulia de la corte al general francés Antonio Cristóbal Merlín, Conde de Merlín, y en 1811 se casan, siguiendo una costumbre de la época napoleónica de fomentar matrimonios entre la nobleza española y los oficiales del ejército de ocupación. En 1813, cuando las tropas francesas dejaron España, huyeron a París.

En la capital francesa la condesa comenzará a organizar sus propias tertulias que llegaron a hacerse famosas, ya que eran visitadas por relevantes figuras de las artes, las letras y la vida política de esa época como Gioachino Rossini, Giacomo Meyerbeer, Franz Listz, Federico Chopin, Louis Hector Berlioz, Honoré de Balzac―que le dedicó una de sus novelas―, Francois-René de Chateaubriand, ―que la llamó «la más bella de las mujeres»,y la transgresora George Sand, entre otros, para los que fue una anfitriona inteligente que los deleitaba con su voz de soprano. .

Alcanzó mucho éxito como escritora en lengua francesa, e incursionó en varios géneros: la autobiografía, con Mis primeros doce años (1831); la biografía, con Historia de la Hermana Santa Inés (1839), y La historia de una mujer de mundo, sobre la vida de su amiga, la cantante española María Felicia García Malibrán (1838), y el relato con Los esclavos en las colonias españolas, (1841), y Viaje a La Habana (1844).

Este últimolo dedicó a Leopoldo O´Donnell, el entonces gobernador general de Cuba; es una narraciónen tres tomos, de un viaje que realizóa la capital cubana en 1840, para arreglar asuntos de familia.

Se componede 36 epístolas, de las cuales solo diez están escritas en español; los destinatarios eran familiares, amigos, conocidos, artistas, hombres de ciencia, nobles y personajes influyentes, a los que ella les cuenta las impresiones de sus recorridos y describe, las costumbres, las tradiciones y las peculiaridades de la isla y también de Estados Unidos, ya que algunas de las cartas toman como referencia su estancia en esa nación.

Las misivas reflejan una aguda mirada a la sociedad cubana del siglo XIX; al duque Èlie de Decazes, primer ministro en el reinado de Luis XVIII, le describió críticamente la opresión de Cuba por parte de la metrópoli y la falta de escuelas populares en la isla; a la par, resaltaba los méritos intelectuales de algunos cubanos célebres; sobre el tema de la esclavitud, escribió a François Dupin, y del sistema judicial al Señor Berryer.

Dedica a George Sand, con evidente intención, una carta que refleja la posición de las mujeres en la sociedad cubana y la educación familiar de los niños.

Este volumen tuvo una amplia repercusión internacional, y ciertamente, es el que le asegura la notoriedad y hace que sea calificada por algunos segmentos de la crítica como la madre de la literatura cubana.

María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O’Farrill, la Condesa de Merlín, provocó opiniones y sentimientos contradictorios entre sus contemporáneos; fue una mujer que se ocupó de temas sociales vedados a los hombres, y osó convertirse en escritora para mayor intrepidez y transgresión.

Murió arruinadael 31 de marzo de 1852; no queda vivo ninguno de sus descendientes; sus restos descansan olvidados en el campo santo parisino de Père Lachaise, y  algunos cuentan que su tumba no tiene epitafio.


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