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La danza, ese espíritu inquieto


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Cuba es una Isla que danza, porque aquí todo se baila, y bien. No hablemos de lo popular, del folclor, y desde hace mucho tiempo, desde los 40 del siglo anterior, también lo clásico. Cuando ese trío de ases con apellido ALONSO: Alicia, Fernando y Alberto sembraron la semilla, con muchos otros, entre los que se encuentra nuestra directora: Cheri, NO PODÍAN IMAGINAR QUE CASI SIETE DÉCADAS DESPUÉS seguiría fructificada en miles y miles de esos espíritus inquietos, que desandan los escenarios de Cuba y del mundo, con el sello de la Escuela Cubana de Ballet. Imaginarse una famosa compañía de ballet clásico, en medio del Caribe, alejado del Viejo continente, donde nació siglos atrás, y en una zona completamente diferente donde retoza el sol que se mueve al ritmo de tambores, hombros y caderas… era algo inimaginable.

Pues así fue. Aquí surgió la más joven Escuela de Ballet con una personalidad diferente a las otras. Mucho ha dado de qué hablar en todas estas décadas, desde que apareció el Ballet Nacional de Cuba y todas sus ramificaciones, que levantan hoy un monumento al movimiento en la pequeña Isla, donde a cada paso surge una bailarina y un bailarín. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar, que cubanos hay en casi todas las compañías clásicas del mundo y en otras. Somos gente que danza per se. Por eso, nos hemos convertido en una suerte de fábrica de hacer bailarines que no cesa. Si no, una ojeada a este maravilloso Encuentro Internacional de Academias de Ballet, que hoy cierra sus puertas con broche de oro, y nos llena de alegrías las primaveras habaneras, desde hace más de dos décadas. Porque, quienes sentimos la danza, como algo sembrado en la propia carne, y que nos da fuerza, vida, ánimo, esperanza, certezas para deambular por la cotidianeidad del cada día, disfrutamos cada jornada como un nuevo amanecer.

Cuando vemos, en algunas compañías, que faltan rostros conocidos, ya sea porque se van a otras agrupaciones, foráneas, o cambian para otras del patio que les traerá nuevas alegrías –cualesquiera que sean-, o porque el tiempo ya hizo mella en los cuerpos, se ensañó con la otrora juventud, de pronto aparecen relámpagos de fuego, luminosidades, destellos sobre esas mismas tablas donde vibraron otros nombres. Es la ley de la vida, un reciclaje lógico, pero que en esta tierra, bendita al baile, al arte en todas sus manifestaciones, regala algo especial. Hay, cada cierto tiempo, y muy corto, nuevos nombres que llegan para mantener bien viva la llama, aquella que encendieron los grandes maestros, algunos de ellos aquí junto a nosotros, por suerte, para todos. Este evento tiene esa particularidad que lo hace grande. En esta Escuela se les da forma a esos diamantes –en bruto- del movimiento, al relevo. Por eso es tan importante su función, su existencia. De ella depende que la danza clásica siga respirando en esta pequeña Isla del Caribe, donde en una forma de surrealismo, quizá para muchos, es algo tan común como beber el agua. ¡A veces parece que tomamos vasos de danza para saciar nuestra existencia! a la vista del mundo. Para los maestros, los alumnos son los hijos que reaparecen en la escena, ellos mismos bajo otra piel que van a seguir el camino, para después entregarlo a otros que vendrán…

Al recordar estos días de marzo y principios de abril, signados por el más joven ballet, sentimos una enorme felicidad. Aunque NO quiere decir que sea completa. Conocemos de las angustias de cada día, en los salones de ensayos y clases. Allí, los maestros, profesores, ensayadores, que son pocos, luchan por mantener la Escuela. Y no hablamos de la Escuela Nacional de Ballet, nos referimos a la Escuela Cubana de Ballet que es algo grande, una insignia, parte ya de nuestra nacionalidad. Es, además, patrimonio de esta Isla caribeña. Y nos entristece, que muchos de aquellos que bebieron de ella desde sus primeros pasos, hoy pilares cimeros de este arte universal, que encendieron su luz propia alcanzando la fama y un nombre en el firmamento danzario, no solo cubano sino internacional, no estén con nosotros, no entreguen su pequeño grano de arena para que la obra continúe. Aunque hay excepciones, y en este Encuentro han dado todo su amor y lo mejor que llevan dentro, para este fin. Ellos son ejemplo palpable de lo que la palabra MAESTRO significa para las nuevas generaciones, para estos alumnos que desde sus primeros años cruzan la escena vistiendo protagónicos de grandes clásicos, de obras cimeras del repertorio universal. Por eso, es menester que todos nos unamos en torno a la Escuela. Y cada día hasta el cansancio, a los estudiantes inculcarles que la técnica es un medio para llegar, algo muy importante, pero junto a ella deben caminar otros aspectos que a veces se dejan de lado y son parte esencial de este arte: el estilo. Vivimos en otro tiempo, y hasta en otra latitud, pero hay que aprender a bailar y hacerlo como es. Que no se pierda una posición, un gesto adecuado y preciso, por un giro de más, o por una descomunal extensión, un salto. No. El arte del ballet exige mucho, tiene sus postulados, y si Usted quiere ser un bailarín clásico debe aprender a la perfección su lenguaje. Igualmente para la danza contemporánea, el folclor. Al fin y al cabo la danza es una sola, el arte también. En estas jornadas jóvenes, desde la inauguración hasta hoy, hemos podido celebrar, sobre las tablas, una hermandad de las artes. Porque la danza tiene la singular virtud de aglutinarlas a todas, como ninguna otra. La música, literatura, artes plásticas,  teatro… todas vibran con ella. Son parte fundamental en ese acto creativo, que en su soplo mágico y efímero, es como un diálogo con los dioses. Dejarse llevar por algo fuerte que se siente muy adentro, y trata de salir en forma de movimiento. Gracias a todos por construir verdades sobre la escena. A los participantes en el concurso FELICIDADES, todos se entregaron de lleno para ser y estar. Eso es lo fundamental, participar, más allá de un galardón, que es el decir de unas cuantas personas, por supuesto, competentes, especialistas, maestros…, aunque a todos nos gustan los Premios. Pero hay uno, que a veces pasa imperceptible frente a nosotros. El aplauso del público, que en Cuba es un inmenso jurado que también emite su veredicto, y conoce lo que está viendo, en su gran mayoría, porque repito, es todo un pueblo que danza, que la lleva como parte de su idiosincrasia. Escuchemos, pues, los aplausos como música extraordinaria, feliz, especial. Como el juicio espontáneo de algo que se recepciona en lo más profundo, y surge como sonido infinito, o simplemente AMIGO, a lo largo de toda su carrera. Ese es el mejor lauro. Aplaudamos, pues, todos, a este 22do. Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza de Ballet, y a todos los amantes del lenguaje universal, que desde muchos puntos de la Tierra, se acercan a Cuba para beber de esa agua, que transformada en movimiento o danza, nos satisface a los de esta Isla, como algo tan cercano como el espléndido mar que baila al compás de las olas con todos nosotros, y no se detiene nunca. Invitamos y convocamos desde ya, a la próxima edición en el 2017.

Muchas gracias.


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