Portal Cubarte  -  La educación y los monumentos patrimoniales

La educación y los monumentos patrimoniales


la-educacion-y-los-monumentos-patrimoniales

El carácter primario de la educación en la formación de la personalidad del individuo y las potencialidades de los monumentos como testigos de la cultura para la formación de esta última, le confieren a estos un potencial excepcional para contribuir a tales propósitos.

En ocasiones los fenómenos sociales surgen al unísono, intentar precisar quien fue el primero es, en el mejor de los casos, una quimera. El hombre como tal es un ser social, fue y es en el trabajo, en la interrelación, en la comunicación y en la interacción con otros hombres y mujeres que surge y se desarrolla la psiquis humana, por tanto no debe quedar duda de que para que exista uno tiene necesariamente que existir la otra, es decir, hombre y sociedad surgen uno del otro y, con ellos, la trasmisión del conocimiento, de la experiencia, de lo aprendido, desde cómo cazar, dónde y cómo protegerse de las inclemencias de tiempo o de los depredadores en tiempos remotos hasta como interactuar en la dinámica actual de la vida moderna, en la preparación para la vida.

Por tanto, se puede afirmar que hombre, sociedad y educación son fenómenos y son categorías sociales inseparables.

Como parte de esa regularidad emerge lo educativo de los monumentos y sitios, herencia de la obra humana y la naturaleza. Su importancia trasciende lo individual, la interpretación patrimonial es vital para la comunidad en la formación y fortalecimiento de su identidad, esa interpretación, que es educativa, deberá ser desarrollada en un ambiente de divertimento y participativo, la cual puede y debe también alcanzar y promover las visitas de turistas tanto nacionales como internacionales. Todo ello debe ser bien organizado, planificado a partir de una adecuada definición de objetivos, contenidos, métodos y medios y al final como toda actividad deberá ser evaluada para precisar logros y limitaciones y enriquecer el proceso.

El mundo, y en particular Cuba, dispone en su geografía diversos monumentos culturales y naturales de alto grado de valor simbólico, científico, religioso, patrióticos, entre otros muchos, sitios que marcan momentos singulares de la historia, ilustrativos del altruismo y del sacrificio del hombre por sus valores, por sus principios; sitios que muestran la obra de la naturaleza, o de la creatividad de diferentes civilizaciones, así en las diferentes comunidades se encuentran construcciones religiosas, militares, domésticas, el arte de la arquitectura, de la plástica, de la danza y también se muestran las costumbres y tradiciones, el fruto de los estudios e investigaciones en la construcción de conocimientos, en fin de la obra humana y natural y sus relaciones.

Sin embargo, estas potencialidades que propenderían a hacer más eficiente la educación para que esta sea verdaderamente desarrolladora, que posibilitaría aprovechar mejor la llamada por la psicología y la pedagogía histórico-cultural zona de desarrollo próximo, tanto individual como grupal, no es aprovechada lo suficiente por la sociedad y en particular por las escuelas posibilitando además, que ese nicho formativo sea ocupado por seudoculturas o por culturas foráneas que nada tienen que ver con nuestra historia, ni nada nos enseñan de nuestro futuro, peor aún que nos desvían de nuestro verdadero ser, de lo auténtico, de lo autóctono.

Desde el siglo XIX y principios del XX destacados maestros en el ámbito iberoamericanos como los profesores Altamira y Crevea ya alertaban sobre esto. Ellos, no concebían el estudio de la historia sin el estudio de los monumentos y las visitas a los museos. El argentino Victorio Manuel Delfino publicó en su Metodología y Enseñanza de la Historia en 1912 «la importancia que tiene en la enseñanza de la asignatura poner al alumno “frente a frente de la realidad pasada y presente”, a la vez que deplora que si todos reconocen la importancia del museo como fuente de estudio, no la emplean».

«Las visitas a estos museos, las excursiones a los lugares, donde con monumentos se recuerdan algunos de los hechos de la historia, son no solo convenientes, sino imprescindibles para grabar de manera firme en la memoria de los niños los asuntos a que se refieran».

Otros como Carbonell en 1966 al referirse a los monumentos históricos y los museos, expresaba: «son también excelentes auxiliares que facilitan la intuición directa proporcionando un aprendizaje de calidad». Díaz por su parte consideraba que «un museo es un sistema de medios para la enseñanza…».

Félix Varela, José de la Luz y Caballeros, José Martí, Enrique José Varona y Valdés Rodríguez con su labor educativa, inspirada en la defensa de la nacionalidad y la identidad también han enseñado a los cubanos, a los latinoamericanos y al mundo la necesidad del amor a los valores de la obra humana y a la necesaria educación a partir de ellos, símbolos que se encuentran en también en los monumentos, nosotros también tenemos nuestras torres de Eiffel.

Martí escribió: «nosotros tenemos colosal cima fragante; que sus dolores, esos grandes padres, sólo pueden fecundar (fructificar) en nuestra tierra, esta gran tierra; como ellos los del Arte, nosotros tenemos los monumentos de la Naturaleza; como ellos catedrales de piedra, nosotros catedrales de verdor; y cúpulas de árboles más vastos que sus cúpulas, y palmeras tan altas como sus torres, -y héroes, que a grabar los héroes en montañas, fueran más altas que sus héroes, y mujeres tan bellas como sus estatuas, y un sol de fuego y un amor de fuego que fecundan y doran y levantan los senos juveniles de la tierra».

Entonces hagamos que en el quehacer diario nuestros monumentos cuenten cada día, que en la educación sea esta escolarizada o universal de la sociedad y como categoría eterna, se destaque nuestros valores patrimoniales, ellos son componentes del escudo que es nuestra cultural.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte