LA ESCRITURA DEL ALMA HAMANO RYUHO Y EL ARTE DE LA CALIGRAFÍA EN CUBA


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La caligrafía oriental como vía de autoconocimiento, práctica de meditación, ejercicio para el bienestar mental y en específico, como una de las artes de Japón, halla un despliegue significativo en el Gran Teatro Alicia Alonso, en la exposición del artista y calígrafo nipón Hamano Ryuho,  titulada Vientos de Japón.

No ha sido, por cierto, la primera vez que disfrutamos del cautivante universo de la cultura artística japonesa. En el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam se presentó la muestra colectiva de artistas contemporáneos japoneses y cubanos Going Away Closer (2018), organizados en recordación del 120 aniversario del arribo del primer emigrante japonés a nuestra patria, a la vez que como homenaje al establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Japón y Cuba.

La exhibición anterior y más reciente de Hamano Ryuho fuera de Japón fue en Argentina, algo que según expresó el artista a la prensa, le motivó a exponer en Cuba, por haber nacido allí el Che Guevara.

Vientos de Japón ha sido posible por la colaboración de la Embajada de Japón en Cuba, el Comité Gestor de la Colonia Japonesa, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, y la Asociación del Comité Promotor de las relaciones entre Japón y Cuba.

El artista impartió, además, dos talleres, uno en la Casa de Asia en La Habana y otro destinado a jóvenes estudiantes de arte en nuestra Universidad de las Artes, ISA.

Con su personalidad carismática, de la que emana una significativa energía, explicó el significado del Shodo o camino zen de la escritura en la Casa de Asia, adonde acudieron una veintena de  personas de muy diversas profesiones y oficios, mas unidas por un interés especial por la cultura nipona, y para las que Hamano Ryuho quiso ofrecerles ─dijo―“un tiempo japonés”, donde los asistentes aprenderían a escribir una letra, que en su idioma, puede significar una palabra, de forma que la escritura se une en un signo visual estético, por ejemplo, para hacerlo más comprensible aquí, si escribiéramos la palabra alma, en japonés se  escribe solamente .

En la Casa de Asia vimos a Hamano verter agua sobre la tinta negra orgánica, y alzar el pincel con un gesto peculiar para luego trazar con precisión enérgica y a la vez  con rasgos sueltos, los caracteres japoneses. Para nosotros occidentales, resulta difícil este arte de escribir ideogramas que pudiéramos considerar en sí mismos una abstracción formal desde el punto de vista plástico-visual.

La inclinación de Ryuho por la caligrafía japonesa surge cuando era muy pequeño, y aunque se formó como geógrafo en la universidad, su vocación más poderosa fue convertirse en calígrafo de profesión, lo que equivale a decir un artista, pues para Ryuho es imposible separar su práctica de la escritura caligráfica del concepto de creación artística (a diferencia de cómo lo vemos en nuestro pensamiento occidental): “La caligrafía  es un arte que nació hace dos mil años ―me aseguró cuando le entrevisté en la Casa de Asia”.

Es una forma manual de evidenciar lo espiritual, así como de autoconocerse, a través del trazo directo del pincel o fude de madera de bambú, mojado en tinta sumi y plasmado en papel de arroz o washi. Asimismo es  un ejercicio para la sensibilidad y la meditación,  mediante el que se intentan trasladar profundos significados en la escritura desde la propia individualidad.

La conservación de las tradiciones y artes japonesas como el Ikebana o arreglos florales, la Ceremonia del té,  el Camino de la energía o armonía, así como el Shodo o arte milenario de la  caligrafía, del que Ryuho es un expositor internacional, es por otra parte un desvelo que le ha llevado a ser promotor y  maestro de la enseñanza de la caligrafía a emigrantes japoneses o nikkei fuera de su patria. Es así como ha llevado sus exhibiciones a Hawai, Perú, España, Estados Unidos, y Argentina, y en varios de estos ha impartido cursos y talleres. En este último país mencionado, Hamano Ryuho escribió los nombres de 17 desaparecidos de origen japonés que fueron víctimas de la dictadura militar en el pasado histórico de ese país del sur.

Para aquellos que se motiven y visiten la muestra en el Gran Teatro Alicia Alonso, vale subrayar que el Shodo o caligrafía fue traído de China por monjes budistas del Zen a Japón, donde se desarrolló y fue cultivado incluso por los samurai, que compararon el dominio de la habilidad incluso con el del sable; asimismo la tradición se conserva hasta hoy, en que se imparte en la educación primaria a los niños japoneses.

Vestido a la usanza japonesa con un kimono color aceituna, descalzo y con un estilo desenfadado, Ryuho recibió a los visitantes de la muestra que conocimos, quizá por vez primera, aspectos de la caligrafía japonesa. A la entrada de la exposición, el artista

ubicó de forma instalativa, rollos de papel con nombres de emigrantes japoneses en Hawai, y también en los separadores, obras de gran formato que contienen otros nombres de nikkei en Argentina.

Aunque no se reconoce como un creador de libros arte, sin duda, su obra puede ser además abordada como libro artístico en forma instalativa, pues esta muestra implica un referente al libro con un concepto de escritura que engloba una narratividad secuencial y textual.

En la última sección Ryuho incluyó versos de Man'yōshū (Manyoushuu), cuya traducción sería la Compilación de 10 mil páginas,  donde aparecen versos de los siglos VI y VII y enseñanzas budistas, y que en las obras sobre papel incluyen imágenes caligráficas que revelan temas de aves cantando bajo árboles y flores, a la par que en la ficha técnica, se halla la traducción al español, uno de los textos dice: “La plata, el oro y las joyas qué valor pueden tener al lado de un niño? Los niños son el tesoro más preciado”.

Las obras artísticas de Hamano Ryuho comprenden no solo su intención de una escritura caligráfica realizada desde la sensibilidad, con una intencionalidad por comunicar significados anímicos, sino también manifiestan su desvelo por producir una obra creativa, de vuelo estético y formal.

Hamano Ryuho considera su propia caligrafía como un vestigio de sus sentimientos plasmado en el manuscrito, de ahí que en su primer taller les pidió a los aprendices que no desecharan las hojas por él pintadas, pues contenían rastros de él mismo. Quizá por ello me considero bienaventurada, pues conmigo permanecerá una huella de su alma japonesa, al quedar manuscrita en la dedicatoria que realizó a mi nombre, escrito con caracteres kanji: カリーナ, en el catálogo que me ha dejado como recuerdo de su presencia en La Habana.


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