La Gran Piedra: Monumento Nacional de Cuba


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El medio ambiente cubano había sido paulatinamente degradado desde los tiempos de la colonia, acelerando su deterioro por los gobiernos de la seudorepública, con la divisa de la ganancia a toda costa y a todo costo, siempre a espaldas del pueblo.

Al triunfo de la Revolución, en fecha tan temprana, como en el mismo año 1959, el gobierno revolucionario, preocupado y ocupado por la protección del país y de su naturaleza, aprobó la Ley 239/59, que a través del Departamento de Repoblación Forestal tenía como finalidad conservar, proteger y fomentar la riqueza forestal de la nación. Esta Ley, en su Artículo 20 creó nueve Parques Nacionales a lo largo y ancho del país, prohibiéndose en ellos la destrucción de la vegetación y de la fauna; uno de estos Parques fue La Gran Piedra.

Declarada Monumento Nacional el 30 de diciembre de 1991 esta enorme roca testigo del vulcanismo del Paleógeno, al igual que toda la geología de la Sierra Maestra, se asoma al mundo en la cima de una montaña a una altitud de 1226m sobre el nivel del mar. Con 51m de largo, más 25m de ancho, se estima que alcanza un peso de unas sesenta y tres mil toneladas. Pertenece al municipio de Santiago de Cuba en la provincia del mismo nombre.

Se ubica frente a la costa sur en la subregión Sierra Maestra, entre las cuencas tectónicas de Santiago de Cuba y Guantánamo, en la subáreas: Sierra de la Gran Piedra. Este patrimonio natural es a su vez  Paisaje Natural Protegido (PNP) en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).

Para los que han tenido el privilegio de contemplarla “en vivo”, la visión es impresionante. Ella presenta un donaire especial, y va, como proyectada al espacio sideral, reinando sobre la faz de la Tierra.

En realidad, la gigantesca mole, fruto de los fenómenos de la Madre Tierra, hace reflexionar sobre la real pequeñez del Homo sapiens ante la naturaleza, no solo en tamaño, sino en trascendencia.

Sí, es cierto, los hombres poseen psiquis humana y son más evolucionados biológicamente, pero esa condición no los hace superiores, en todo caso, más responsables.

Al respecto Federico Engels, que no pasa de moda, aunque algunos pretendan enterrarlo nuevamente, sobre todo de pensamiento, escribió lo siguiente en “Dialéctica de la Naturaleza” (1870-1880):

No nos halaguemos demasiado con nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada una de esas victorias ella se venga. Cada una, es verdad, tiene en primer lugar las consecuencias sobre las que contamos, pero en segundo y tercer lugar tiene otras muy diferentes, no previstas que demasiado a menudo eliminan a esas primeras consecuencias… Y así se nos recuerda a cada paso que en modo alguno dominamos a la naturaleza como un conquistador domina a un pueblo extranjero, como alguien situado fuera de la naturaleza, sino que le pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro y estamos en medio de ella, y que toda nuestra dominación sobre ella consiste en la ventaja sobre los otros seres de poder llegar a conocer sus leyes y aplicarlas correctamente.

Los seres humanos podrían ser tan solo un pequeño segmento de arco  de la espiral de desarrollo de la Pachamama.

Sin dudas, La Gran Piedra es de admirar, como lo es también el paisaje que se observa desde su lomo. Ella es, a su vez, un espectacular punto de mira desde la distancia y es en sí misma, un mirador  natural a lontananza. Se dice que los lugareños afirman divisar desde ella, en noches claras, el resplandor de luces que indica la proximidad de la República de Jamaica.

Verdad o no, lo cierto es que  el gigantesco peñasco es el núcleo de uno de los parajes naturales de mayor belleza del territorio, porque ofrece vistas de altos quilates. De una parte permite divisar el litoral costero del sureste de Cuba, donde se extienden pintorescas playas.

Desde otro ángulo se aprecia la heroica ciudad de Santiago de Cuba, con sus edificios de 18 plantas desafiando la sismicidad del terreno, y las ruinas pétreas de mansiones señoriales y secaderos de café que muestran la huella francohaitiana en estos lomeríos, con su patrimonio espiritual.

El microclima que envuelve la zona permite disfrutar de temperaturas que han llegado a descender hasta cuatro grados centígrados, caracterizándose por la expansión de una densa niebla que, incluso en verano, impide divisar cualquier objeto o persona a más de un metro de distancia. En ocasiones, como si se hubiese ascendido al cielo, las nubes vuelan por debajo de nuestros pies.

Estas cortinas de vapor de agua tocan el suelo tapizado de musgos siempre húmedos y suelen envolver de misterio y enigma el encuentro de los hombres con la megapiedra. Solo una fuerza descomunal como la generada por un volcán, pudo haber lanzado este cuerpo pétreo hasta aquella altura. Acaso se habrá deslizado desde el firmamento para beneplácito de los terrícolas.

Para ascender a la Gran Piedra, el visitante tendrá que enfrentarse con la emocionante aventura de escalar, envuelto en la densa neblina, 452 peldaños, escoltados por una tupida vegetación de helechos, orquídeas y otras especies, que perfuman el ambiente. La subida requiere de la toma de aire en los tres descansos existentes.

La flora y la fauna del área:

Su microclima característico ha propiciado una flora y fauna con alto grado de endemismo: algunos estudios indican unas sesenta y dos especies endémicas de árboles y once de animales, tal es el balance hasta el momento de la particularidad del ecosistema en donde está enclavada la roca.

Algunos mencionan que su flora es exclusiva, pues posee 222 variedades de helechos, incluyendo los arborescentes, todo un espectáculo digno de disfrutar por el tamaño de sus megáfilos o frondes. Resulta todo un acontecimiento ver cómo va desenrollándose la incipiente hoja.

En el territorio también han sido identificadas 352 especies; orquídeas, eucaliptos, pinos maestrenses, cubenses, cipreses, y una variedad de frutales brindan una gran riqueza ecológica.

A sólo un kilómetro se encuentra el Jardín Botánico, donde se cultivan de forma excepcional, especies como el ave del paraíso, las dalias, magnolias y otras de climas fríos, aprovechando el microclima que reina en la zona.

Se dice que la fauna de la Gran Piedra es uno de los atractivos más importantes. En torno a ella, se oye el repiquetear y el vuelo de los pájaros carpinteros, zorzales reales, bellos cartacubas, gavilanes de elegante vuelo, torcazas, mayitos y, representando los colores de la bandera cubana, el ave nacional, el tocororo.

Los órdenes más importantes del grupo de los insectos son Diptera (moscas, mosquitos, tábanos y otros); Hymenoptera (hormigas, abejas, avispas y abejorros) y Thysanoptera (insectos que pueden abatir sus alas sobre el abdomen, ej. grillos), de un  total de 14 órdenes. El orden de los lepidópteros (mariposas y polillas), uno de los más atractivos, tiene 58 especies y se pueden observar especies típicas de bosques de montaña, como Greta cubana  de excepcional y transparente belleza.

Por su parte el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural aporta la existencia de un género de fanerógama[1] uniespecífico: Synapsis ilicifolia presente en el Monumento Nacional La Gran Piedra y en la Reserva Ecológica Siboney-jutisí, también en Santiago de Cuba.                   

La geología del área:

Según el libro “Las Áreas Protegidas de Cuba” de Iroel Ruiz Plasencia, geológicamente, este PNP se encuentra dentro del Arco Magmático Paleógeno Sierra Maestra, constituido de modo principal por las rocas del complejo vulcanógeno sedimentario, de los cuerpos subvolcánicos asociados a este magmatismo, y del complejo magmático intrusivo representado por los granitoides.

En toda la Sierra de la Gran Piedra y Sierra Maestra aparece el grupo El Cobre, constituido por tobas, lavas andesíticas, raramente riolíticas y riodasíticas, así como basálticas, tufitas e intercalaciones de calizas.

Desde lo cultural:

La zona fue asentamiento de colonos franceses durante los siglos XVIII y XIX. Estos inmigrantes legaron sus construcciones, ejemplos de arquitectura  vernácula e industrial, que se amoldan al exuberante entorno natural que las rodea.

La cultura del cultivo del café es otro de los legados galos en la zona y en diversos puntos del territorio nacional.

La degustación de este aromático grano es hoy punto de costumbre generalizada después de despertar en la mañana, o después de cualquier comida, y también de invitación ante una visita: ¿quiere usted una tacita o un buchito de café?

Como se comprende, La Gran Piedra está plena de valores; estéticos, científicos, culturales, paisajísticos, ecológicos, económicos y otros muchos. Los atractivos de este patrimonio son tan exuberantes como la propia vegetación que le rodea, tan variados como la riqueza de especies que atesora, tan refrescantes y misteriosos como la niebla que la envuelve y tan abarcadores como la distancia que es posible observar desde su altura.

En consecuencia, conservarla y protegerla es de extraordinaria importancia para posibilitar su utilización, disfrute y estudio por y para las presentes y futuras generaciones. Ello es responsabilidad de todos, pero de manera diferenciada, por lo que cada cual debe cumplir su parte.

Por tanto, la educación ambiental y patrimonial no admite dilaciones para comprender que cada elemento de la obra de la naturaleza humana o extrahumana, al decir de José Martí, merece tanto respeto como el que se le brinda a uno de ellos, al hombre.

Nota:

[1] Spermatophyta, grupo monofilético del reino de las plantas (Plantae) que comprende a todos los linajes de plantas vasculares que producen semillas (tomado de Wikipedia).


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