La guayabera, Patrimonio de Cuba, en el ideario creativo de Jordi Leal


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Para el joven diseñador de modas Jordi Leal, no es concebible que en el Estado mexicano de Puebla, se haya hecho costumbre que los hombres asistan de “gala” a las bodas vestidos con guayaberas, ni que en Yucatán, donde existen decenas de talleres donde estas prendas se confeccionan y exportan a todo el mundo, este producto textil sea más admirado y reconocido que en esta tierra donde surgió.

A pesar de que la prensa nacional —fundamentalmente la Televisión Cubana—, trata de reivindicar la importancia que el uso de la guayabera posee en la historia de la cultura insular, aun tales gestiones no ofrecen los resultados anhelados. De ahí la necesidad de incentivar a los diseñadores de modas de todo el país a acometer iniciativas que, desde la tradición, despierten el interés por el uso de esta hermosa y práctica indumentaria; gestión en la que sobresale el Jordi.

 

 

El apuesto promotor cultural, bautizado como El Rey de las Guayaberas, tiene entre sus objetivos inmediatos la creación en la capital de una institución que funcione como Museo de la Guayabera, donde se expongan sus diseños “actualizados en relación con las tradicionales”. Allí tiene concebido  exhibir más de 100 piezas, entre las que se encuentran las imágenes hechas a las confecciones  enriquecidas con decoraciones trabajadas por connotados creadores de las artes visuales, entre los que  se destacan los maestros José Fúster ؅؅؅—con quien comenzó a poner en practica esta idea—,  Zaida del Río, Ever Fonseca, Rebustillo, Nelson Domínguez, Flora Fong, Maikel Herrera, Alicia Leal, Ileana Mulet y el ya fallecido Cecilio Avilés, entre otros 25 destacados creadores de las artes visuales.

 

 

De tal modo, una vez terminadas, las guayaberas adquieren otras dimensiones estéticas y simbólicas, tras la impronta dejadas en estas por los artistas visuales; en tanto luego son exhibidas por encumbradas personalidades de la sociedad insular; proceso que culmina con la realización de las correspondientes fotografías a cada uno de los personajes devenidos modelos, las cuales generalmente son tomadas por los maestros del lente Roberto Chile, Julio Larramendi y Raúl Cañivano, quienes realizan estas imágenes con el fin de que constituyan testimonio gráfico de este proyecto y que posteriormente será utilizado en libros-catálogos.

“Usar la guayabera es como llevar a Cuba en sí mismo”, afirma el reconocido diseñador, quien con su obra establece nexos entre el diseño de modas, los artistas de la plástica y los de diferentes expresiones del arte, como músicos, cantantes, bailarines, actores… así como con otras personalidades de las ciencias, el deporte, la salud pública, el periodismo, la educación…  

 

 

Al referirse a su proyecto de exhibición permanente, el también fotógrafo y modelo de reconocido prestigio, expresó: “Será un museo de nuevo tipo, porque va a mostrar una historia que está en construcción, pero que mañana será la de la guayabera que usó, Omara Portuondo o Javier Sotomayor, por mencionar a algunas de las figuras que han mostrado sus diseños”.

Uno de los maniquíes con que cuenta Jordi es su pequeña y avispada hija Sonette Leal, de siete años de edad, a quien asimismo inculca el amor y reconocimiento de esta prenda que él aspira a que forme parte del ropero de cada cubano, tanto de los hombres, como de las féminas, de niños y jóvenes; intención que debe contar además con el apoyo de los promotores de la moda y de los diseñadores de vestuarios; sobre todo desde la gestión del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), pues bien sabido es que este atuendo considerado  “de etiqueta”, aún no posee gran aceptación popular, sobre todo debido a la influencia que en el vestir nacional posee la costura foránea que se comercializa en Cuba; lo que ha motivado que la guayabera sea más frecuentemente utilizada en algunos sectores relacionados con la política, la diplomacia, la gastronomía y el turismo.

 

 

“Las futuras generaciones —agregó— y las generaciones de hoy van a tener en la capital un lugar que defienda el uso de nuestra Prenda Nacional con una nueva óptica, un lugar que los estimulará a usarla y recrearla como un valor patrimonial invaluable”.

Una idea de lo que pudiera representar este proyecto de museo, pudo apreciarse en el verano del año 2019 cuando Jordi llevó al Memorial José Martí, en la Plaza de la Revolución, la muestra titulada Guayaberas JLeal. La imagen soñada, donde por vez primera puso a consideración del público más de 80 piezas, con el fin, dijo entonces al rotativo Granma, “de que las nuevas generaciones hagan suyo el uso de esta bella y cubanísima prenda de vestir, orgullo de todos los cubanos”. En esa ocasión asimismo exhibió parte de las confecciones que hasta ese momento había realizado para los niños a través de la colección Pequeños Gigantes, además de otra propuesta concebida bajo el título de Mi Habana, en evocación al medio milenio de la fundación de la capital.

 

 

Los primeros diseños realizados por Jordi consistían en vestidos tejidos y trajes de baño, así como batas hechas con telas de algodón. Poco después comenzó a interesarse por la elaboración de las guayaberas, una prenda por la que siempre ha experimentado gran motivación ya que se trata de uno de los atributos patrimoniales de la nación cubana. Inicialmente acometió diseños para féminas y en la actualidad ya cuenta con cerca de dos decenas de colecciones recreadas en esta vistosa indumentaria “rejuvenecida y modernizada a través del uso de diversos recursos técnicos propios del arte de la costura y de la moda, diferencia y diversidad importante ya que existe en Sancti Spíritus un Museo de la Guayabera que muestra solo el modelo más tradicional”, asegura Jordi.

La historia de esta vestimenta —según cuenta una de las leyendas—, se remonta a mediados del siglo XVIII, cerca del río Yayabo1, entonces Villa del Espíritu Santo (hoy Sancti Spíritus) luego de que un campesino le pidió a su esposa que le hiciera una vestidura que le resultara conveniente para sembrar la tierra y guardar en esta los tabacos que él torcía. La mujer diseñó y cosió una prenda de color blanco con largos bolsillos cuyo nombre bautizó como “yayabera” en evocación del arroyo de cristalinas aguas.

 

 

El nombre derivó en “guayabera”2, y muy cerca de aquel sitio desde el año 2012 existe la Casa de la Guayabera, donde se atesora una colección de atavíos de este tipo utilizados por relevantes personalidades de diferentes latitudes.

Un año después (2013), en el conocido Centro Recreativo  El Castillito, en el Vedado Capitalino, se creó el Proyecto de Modelaje JLeal , donde un equipo de profesionales y especialistas, integra un programa erigido y liderado por el joven y emprendedor diseñador, quien se ha convertido en referente ineludible en la confección de una prenda de vestir que ha trascendido las fronteras insulares para ganar espacio y reconocimiento en diferentes regiones de Centroamérica, entre estas México, donde en ocasiones se ha disputado su origen en la región de Yucatán, además de Panamá y Colombia, entre otros. 

 

 

En el acogedor espacio situado a pocos metros del cálido Malecón habanero, Jordi trabaja, además, en la formación integral de niños, adolescentes y jóvenes quienes reciben clases relacionadas con la alta costura; la cultura del vestir en ambos sexos y diferentes edades, en correspondencia con diferentes momentos y situaciones; así como nociones elementales de peluquería, automaquillaje, nutrición y meditación. Noble entrega que convierte a El Castillito en alegre celebración de la vida mediante el enriquecimiento de la espiritualidad individual y colectiva.

Pero, más que por la calidad de sus confecciones, él pone a consideración del público sus guayaberas con diseños “más actualizados con estos tiempos, más contemporáneos, que sean del gusto y preferencia de quienes la porten, respetando los elementos que la identifican”, tal ha dicho.

 

 

Su ideario parte de la tradición, es decir, de la realización de este típico atuendo caracterizado por disponer de cuatro bolsillos, cerca de 30 botones, canesú superiores e inferiores al frente y en la espalda, dos hileras de alforzas al frente y tres detrás; ser blanca y de manga larga. Las propuestas (en diferentes colores, generalmente claros, aunque preponderantemente en blanco) de este artífice de la buena costura, ahondan en elementos esenciales y rápidamente percibidos por el público, como el enriquecimiento con alforzas de la parte posterior en las que, con esta misma técnica, elabora sugerentes banderas cubanas concebidas con el mismo color de la tela (generalmente de hilo, lino y algodón); además de cuidadosas y precisas estructuras en las mangas —que pueden ser cortas o extendidas hasta los puños—, cuellos y otras partes del cómodo camisón, hechas mediante pliegues y otros ornamentos.

 

 

Miembro del catálogo de la Agencia Artística de Artes Escénicas Actuar, este amigable diseñador que ha participado en casi un centenar de desfiles de modas y eventos nacionales e internacionales, igualmente ha incursionado en otros proyectos relacionados con el buen vestir de los cubanos, desde las cimientes de la tradición, el clima caribeño, la cultura e idiosincrasia de los insulares, con sugerentes vestiduras para todas las edades y géneros, pero especialmente pensadas para los jóvenes.

Ahora, sus nobles ideas en favor del uso de las guayaberas reclama de atención e interés por parte de los directivos y organismos decisores a los que corresponde apoyar este valioso proyecto que, a fin de cuentas, contribuirá a dignificar nuestro sentido de pertenencia y el orgullo de haber nacido en este país, con una extraordinaria cultura en la que la guayabera ocupa un destacado lugar. Es así como la Prenda Nacional de Cuba: la guayabera, ya tiene su casa; su Castillo y, por su puesto, su Rey.

 

 

Después del río Yayabo, la segunda cuna de la guayabera está en Tekit, un municipio de 10 mil habitantes en Yucatán, cuyo nombre en maya significa “lugar del desparramamiento”.

La tradición cuenta, además, que el nombre de “guayabera” pudiera derivarse de que en cada bolsillo de la prenda podían guardarse hasta cuatro guayabas.

Fotos: Cortesía del artista 


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