La hora de los aplausos


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En Cuba todos saben a qué hora mataron a Lola, fue a las 3 de la tarde. Nadie sabe concretamente quién fue Lola, si era gruesa o delgada, si joven o vieja, qué color de piel tenía, dónde vivía, a qué se dedicaba, cuál fue la causa del homicidio, en fin… nadie sabe nada de Lola pero sí que la mataron a esa hora y por tanto cuando alguien hace alusión a las 3 de la tarde para una cita amorosa, una reunión o cualquier actividad, a veces incluye, como para que no haya confusión: ¡nos vemos a la hora que mataron a Lola!

En eso de las horas hay otras. No nos olvidemos de la hora de los mameyes. Su origen fue entre agosto de 1762 y julio de 1763 en que La Habana fue ocupada por los ingleses cuyos soldados vestían casacas rojas y patrullaban la ciudad por parejas y a cada ronda que daban en algún barrio aquellos dúos, los criollos habaneros le llamaban la hora de los mameyes, en alusión al color rojo de la sabrosa fruta tropical que por estos lares se le da su nombre aruaco originario: mamey pero en la región oriental se le denomina zapote. Por supuesto, lo que comparaban con mameyes eran las casacas que vestían.

Como los habaneros velaban a las rondas de soldados para que, una vez que pasaban, hacer de las suyas, llámese a esto cualquier tropelería, con el paso del tiempo se le ha llamado la hora de los mameyes, cada vez que pasa algo abrupto, tumultuario o extraordinario: ¡llegó la hora de los mameyes!

Las mil y pico, es otra expresión horaria que significa que fue tardísimo cualquier cosa que se esté contando o relatando: ¡eso fue a las mil y pico! Si el día tiene 24 horas no puede haber una hora mil.

El béisbol es nuestro deporte nacional, tanto lo tenemos acriollado y cubanizado que le llamamos simplemente la pelota. Del argot beisbolero surgió la expresión: ¡a la hora de recoger los bates! ¿Cuándo se recogen los bates de la batera en un juego de pelota? Cuando se termina y el dicho significa que cuando algo ya se había terminado prácticamente –puede ser una reunión, un festín, cualquier cosa- alguien, por algún motivo lo prorroga y es como si recomenzara la actividad.

Recuerdo de varias reuniones en las que ya algún jefe había hecho las conclusiones en nombre del director y cuando ya todos recogían sus bolsos y documentos para marcharse, llegaba “el jefe” y con noticias del organismo superior que debía compartir con los participantes en el cónclave. ¡El jefe llegó a la hora de recoger los bates! La reunión se prolongó una hora más.

¡No es hora para eso! Se refiere a alguien que es inoportuno planteando algo que nada tiene que ver con el momento o el contexto. También en ocasiones suele sustituirse por otros refranes y expresiones con significaciones similares: ¡El horno no está para galleticas!, ¡Estás muy grande o mayorcito para esa gracia!

En ese tema de las horas y los horarios, el costumbrismo cubano es riquísimo. A veces, en determinadas regiones y localidades hay expresiones peculiares sobre esto.

Una hora que se hizo popular en La Habana y después se extendió a la costumbre nacional fue ¡la hora del cañonazo! Las 9 de la noche es esa hora. La historia comienza desde el siglo XVII cuando, desde el centro de la bahía habanera, una embarcación disparaba un cañonazo a las 8 de la mañana para abrir las puertas de mar y tierra con que contaba las murallas que rodeaban la ciudad para su protección y a las 8 de la noche disparaba otro para cerrarlas.

A finales del siglo XVIII cuando se concluyó el majestuoso castillo de San Carlos de La Cabaña que fue la mayor fortaleza militar del imperio colonial español en América, el cañonazo comenzó a ser ejecutado desde ese lugar. A partir de 1863 comienza la demolición del recinto amurallado ya inoperante pues la mayoría de la ciudad se había desarrollado en espacios extramuros. Se decidió entonces no ejecutar más el cañonazo matutino y trasladar el nocturno para las 9. Desde entonces, esa es la hora del cañonazo. Recordamos los que tenemos algunas canas aquél programa musical estelar de los sábados por el Canal 6 de la Televisión Cubana –actual Cubavisión– que se llamaba Juntos a las 9 y su presentador Héctor Fraga lo anunciaba así: ¡Juntos a las 9! ¡A la hora del cañonazo!

Lo cierto es que desde la década de los 90 del pasado siglo en que se hizo público el lanzamiento de ese cañonazo, hasta el escenario de La cabaña ascienden cada día, turistas nacionales y extranjeros y habitantes de La Habana para ver el atractivo espectáculo con soldados vestidos a la usanza de la etapa colonial recibiendo el aplauso de los espectadores y por mucho tiempo fue Luperto, un cañón antiguo del tipo Ordóñez, quien se encargó diariamente del suceso.

Hacia el interior de la ciudad, muchas personas se sientan en el Malecón para ver la explosión o sentirla. Son muchos los que sincronizan su reloj con el cañonazo de las 9 y el Canal Habana, a esa hora, lo refleja con una viñeta en la parte inferior del programa que se transmita a esa hora.

Pero ya que hablamos de las 9 de la noche e hicimos alguna referencia a aplausos. Habrá que incorporar a la cultura cubana, una nueva denominación a esta hora, además de la hora del cañonazo, puede ser en lo adelante, ¡la hora de los aplausos! Porque a la convocatoria inicial, a similitud del recibimiento con aplausos que se hizo a nuestros médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud en Italia y otros países con aplausos, toda Cuba ya aplaude a nuestros héroes a esa hora, y el aplauso es extensivo a nuestros estudiantes de ciencias médicas y trabajadores del sector de la salud de distintas profesiones u oficios que pesquisan, a los agentes del orden público, a nuestros periodistas y comunicadores, a nuestra población disciplinada que ha asumido con responsabilidad las medidas adoptadas y ha superado algún momento de histeria y pánico que apenas se asomó, a nuestros trabajadores del comercio y la gastronomía, a los aviadores, trabajadores aeroportuarios, choferes de ómnibus, ferrocarriles y taxis, a los campesinos que se esfuerzan ahora más camino a la soberanía alimentaria aunque nos parezca aún lejana, a los obreros industriales que no paran, a los músicos, poetas, escritores, artistas plásticos y escénicos y a todos los artistas que transmiten consuelo, valores y esperanzas, a nuestros niños felices que ya advierten lo serio de vivir en un país que les protege como oro su sonrisa y a los adultos mayores que aunque biológicamente vulnerables, contribuyen a su seguridad quedándose en casa. Es un aplauso a nuestro efectivo sistema de salud, a nuestro aguerrido pueblo y a su Revolución.

No se habla más. Las 9 de la noche es y será: ¡La hora de los aplausos! 


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