La ilustre y venerada Bahía de La Habana


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Pocos sitios tributan tanto a la historia de una ciudad, de una capital, de un país, como lo ha hecho a través del tiempo la Bahía de La Habana.

La evolución de Cuba hubiese sido otra sin la Bahía de La Habana. Es por ello que tiene muy bien ganada la condición de Zona de Protección, declarada un 17 de diciembre, hace siete años, y que bien pudiera convertirse oficialmente en mucho más.

Para evaluar su significado se propone tomar en cuenta los siguientes aspectos.

Dentro del sistema patrimonial nacional existen tres categorías generales para proteger los monumentos y sitios patrimoniales: los Monumentos Nacionales, los Monumentos Locales y las Zonas de Protección. En este último aspecto la Ley No. 2 De los Monumentos Nacionales y Locales, en su artículo 12 establece que:

La Comisión Nacional [Comisión Nacional de Monumentos] determina la zona de protección, que es el área contigua a un Monumento Nacional o Local, tanto si la declaración de esta condición ya se ha hecho como si se halla en proceso de investigación para declararla. Una vez fijada una zona de protección, la Comisión Nacional supervisará las construcciones que se realicen dentro de la misma, recomendará medidas, cuando sean necesarias, para eliminar o modificar las existentes y limitar y proscribir, si procediere, la actividad económica.

La Bahía de La Habana supera con creces estos postulados, ya que es ella per se, el patrimonio que posibilitó la generación de decenas de Monumentos Nacionales que la rodean, incluso del conjunto de aquellos que hacen de La Habana Vieja y sus Sistema de Fortificaciones, Patrimonio Mundial.

El haber alcanzado la condición de Patrimonios de la Humanidad y disponer de tantos Monumentos Nacionales, se debió tal y como lo señala la destacada arquitecta y Doctora en Ciencias Técnicas Isabel Rigol “gracias a la abnegada labor de Marta Arjona y un grupo de capacitados profesionales pioneros del sistema patrimonial de toda Cuba.”

La evolución del desarrollo de la Capital de todos los cubanos ha dependido, desde su génesis, de este bellísimo accidente geográfico.

Sí, porque si desde el punto de vista económico constituyó baluarte excepcional del desarrollo de la ciudad, su paisaje natural y cultural la convierte en algo tan hermoso que las personas sensibles, que por suerte son mayoría, no se cansan de admirarla y venerarla y es más, cada vez que se hace, se descubre un ángulo nuevo, una arista no detectada antes, tanto desde tierra, como desde el mar, o desde las alturas que la rodean, sean cerros u obras arquitectónicas, sea de día o de noche, cuando sobre sus aguas se reflejan titilantes los rayos blancos y amarillos y de otros colores de las luces de la ciudad.

Navegar por sus aguas, sea saliendo o entrando de la misma siempre resulta impactante, su cerro nos despide o saluda en el camino de mar, un Cristo parece desearnos buena suerte y los muros que resguardan los fosos de la Cabaña nos anuncian protección junto a sus calmadas aguas en toda época del año. Así, su mar interior acaricia la embarcación y provocan el placer de llegar a un destino seguro y confiado.

Ella brinda momentos oníricos, llenos del romanticismo de las almas que se enamoran cada día a su alrededor y es cómplice de más de un beso furtivo, y de otros no tanto, en medio de una muchedumbre que viene a disfrutar de una desenfadada conversación y de su refrescante brisa matutina o de su terral nocturno.

Cuántos monumentos nacionales, generados gracias a ella, le rinden homenaje y la contemplan. Entre estos destacan la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1774), o del Castillo de los Tres Reyes del Morro (1589-1630), así como del Castillo de San Salvador de la Punta (1590) o del de la Real Fuerza (sXVI) y más recientemente desde el Cristo de La Habana con veinte metros, de altura, más tres metros de base, monumento que fuese inaugurado el 25 de diciembre de 1958.

Todos en excelente estado de conservación y absolutamente dignos de ser visitados una y otra vez, para embeberse en épocas de corsarios y piratas, de capa y espada y por qué no, desde mucho antes, cuando nuestros “indios” eran dueños de su destino y sus espacios no habían sido usurpados por los colonizadores.

A ello también puede agregársele los vestigios que quedan del amurallamiento alrededor de la ciudad mediante la construcción de la Muralla de La Habana (1674-1797), y sus puertas de mar y de tierra. De aquella época se conserva la tradición de detonar cada día, justo a las nueve de la noche un cañón. El famoso “cañonazo”, con el que se anunciaba el cierre de las puertas de la muralla hasta el próximo día y cuya ceremonia se puede disfrutar a diario todavía, desde los muros de San Carlos de la Cabaña.

En ellos se contempla pura historia, historias de las cuales aún existen muchas lecciones por enseñar y muchaspor aprender. Sucesos y evoluciones que emergen desde la época en que a los verdaderos y originales habitantes de “Ciba o Cohiba” les fueran arrebatadas sus tierras, sus familias, su dignidad y sus vidas.

Entonces, el origen de la ciudad se fue erigiendo a partir de la colonización y de la selección de la Bahía de La Habana como Villa principal.

Sus condiciones geográficas son excelentes y la hacen ser una de las bahías más grandes y seguras de América y para algunos del mundo que hizo que la historia de esta parte de occidente, dependiera de este enclave.

La Bahía de La Habana; es de las denominadas de bolsa, en complemento a las llamadas “abiertas” como la de Matanzas. La de La Habana posee una estrecha boca como entrada que se amplía hacia el interior como un bolsillo de varios lóbulos que ofrecen una protección adicional a las embarcaciones.

Esta bahía fue la seleccionada por los colonizadores para fundar definitivamente la ciudad (1519) y gracias a ella se desarrolló la vida económica, política, social y cultural de la entonces Villa de San Cristóbal de La Habana con su influencia en todo el desarrollo nacional de este Archipiélago.

En la Bahía estuvo el Puerto de Carenas, del que surge el Puerto de La Habana, el cual entonces fue un fondeadero de naves en las primeras etapas del descubrimiento. Con el tiempo se convirtió en el punto de concentración de las flotas que se dirigían a España, y más tarde en el mejor astillero de la Armada Española, El Arsenal.

A partir de 1561, con el establecimiento de la Flota de Indias, la ciudad comenzó un vertiginoso desarrollo que se acentuó justo en la zona inmediata al litoral de la bahía, en la cual se erigieron los principales núcleos residenciales y edificios públicos.

El azúcar y el comercio que circularon por ella, influyeron notablemente en que la urbe experimentara no solo un profundo proceso de expansión de su territorio sino también de crecimiento demográfico, socioeconómico y cultural, factores que convirtieron a La Habana en una de las ciudades más ricas y notorias de la época.

Su posición y su desarrollo provocaron codicia. Los ataques de piratas y corsarios, así como las tempranas intenciones expansionistas de Francia, Inglaterra y Holanda obligaron al establecimiento de un sistema defensivo que inicialmente se extendió desde la desembocadura del río La Chorrera, hoy Río Almendares, hasta la entrada del canal de la bahía. La ampliación de estas intenciones expansionistas por las de las antiguas Trece Colonias británicas de Norteamérica hizo que, a finales del siglo XIX, culminara la tercera y última etapa de fortificación de la ciudad que incluyó la construcción de obras defensivas modernas y la inclusión de nuevos sistemas de armamentos, dado los nuevos adelantos técnicos-tácticos de guerra que hicieron poco funcionales y débiles las antiguas y encumbradas fortalezas.

La extensión del frente marítimo de defensa fue ampliada hasta la ensenada de Cojímar, al este de la bahía. Sistema que junto que con su núcleo urbano más antiguo es hoy Patrimonio de la Humanidad.

La Habana, capital de todos los cubanos, y por tanto, Cuba, le deben mucho a su Bahía, si no que los hechos lo desmientan.

Hoy, sin embargo, mantiene un elevado nivel de contaminación que merece ser combatido con la mayor energía, a pesar de las limitaciones económicas y financieras por causas conocidas, como dice el dicho, “lo cortés no quita lo valiente”.

La Bahía ha sido receptora de diversas fuentes que perjudican su equilibrio ecológico. Durante años ella ha resultado sometida a una fuerte actividad portuaria, grandes embarcaciones han atracado en sus muelles. En épocas pasadas algunas embarcaciones lavaban su sentina o producían derrames de aceites e hidrocarburos que afectaban sus aguas y produjeron severas contaminaciones al ambiente marino. Hubo períodos con presencia de flotas de pesca, como la de la Flota Camaronera del Caribe.

Estos fenómenos, a los que hay que sumarle el aporte de desechos de muchas industrias y de los desagües de la población, ha generado un nivel acumulado de contaminación de difícil solución, a pesar del esfuerzo que desde hace décadas se viene realizando por el Grupo Estatal de La Bahía, diversas instituciones científicas y gubernamentales.

A la falta del rigor necesario para penar a los causantes del daño ecológico hay que sumarle el crecimiento industrial y la ausencia de las plantas de tratamiento necesarias para atenuar los tenores de contaminación de diverso tipo.

Actualmente existen varios proyectos de recuperación ambiental para la Bahía de La Habana, que incluyen recogida de desechos sólidos, dragado del fondo, plantas de tratamiento de residuales y el uso de bacterias especializadas en la descomposición del petróleo, uno de los más importantes contaminantes.

Entonces, afortunadamente no todo es desgracia, el plan de desarrollo de la Bahía ha posibilitado atenuar los niveles de contaminación. Ello se refleja en una mayor presencia de peces y aves, que empiezan a llegar en mayor proporción desde hace algunos años. Ya regresan los pelicanos y sus abruptas zambullidas y otras especies de peces que son motivo de pesca artesanal, lo cual es otro elemento cultural de la Bahía.

Junto a la presencia de pequeñas embarcaciones fondeadas, que con uno o dos tripulantes se hacen a la mar cada noche, se produce un desfile de botes a motorque busca la captura de algún preciado ejemplar de escama.

También por los muros de su malecón corren arriba y abajo con caña en mano o a cordel y anzuelo los pescadores de orilla paraintentar capturar algún ejemplar de la “mancha” o cardumen detectadopor la efervescencia de las aguas.

No más observar el arisqueo, parece que el agua bulle en la superficie, y allá van, junto a hombres y mujeres, las gaviotas o algún que otro pelícano en busca de una cuota de comida para sus pequeñuelos y la suya propia en un espectáculo digno de incluir dentro del patrimonio espiritual o intangible y como parte de la cultura habanera que se extiende por todo lo largo de su malecón.

Hacia el lado este del interior de la bahía se produce un hecho ecológico singular y es la existencia del manglar de la Triscornía, que no solo ha resistido los embates de la contaminación, sino que acoge a numerosas especies de aves, resultando un refugio excepcional para ese tipo de fauna.

Entre otros de los muchos elementos que se asocian a la Bahía también se encuentra su túnel que es parte de su fruto, así como resultado del desarrollo de la ciudad.

Como se ve, en tan solo unos pocos ejemplos, la Bahía de La Habana es fuente de sucesos trascendentes: geográficos, históricos, biológicos, económicos, militares, políticos y poblacionales, románticos, ecológicos, simbólicos, estéticos, éticos, culturales, comerciales y pesqueros, que hacen de la misma un patrimonio integral e integrador de la cultura y la naturaleza en Cuba.

Fuentes Principales

https://www.canalcaribe.icrt.cu/la-bahia-genesis-de-la-villa-de-san-cristobal-de-la-habana/

https://www.ecured.cu/Puerto_de_La_Habana

https://www.todocuba.org/de-donde-proviene-el-nombre-de-cuba/


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