La juventud y el alma de los pueblos


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Los que amamos la vida por la vida misma, la naturaleza y  la historia por lo valioso de la creación humana y apostamos por la  juventud como fuerza creadora y  sustancial para la construcción de un porvenir mucho más hermoso para nuestros pueblos, sabemos que el camino de mantener a toda costa los sueños es absolutamente imprescindible.

El mundo de hoy se debate entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal; entre los que más tienen que son los menos y aquellos que sienten pobreza, hambre, discriminación, que son los más. Por ahí anda con su guitarra en mano, el joven cantautor cubano Tony Ávila, hablando de estas cosas.  

Las fuerzas del mal saben que hay hombres que pueden caer en flaquezas y las aprovechan. Gran parte de los medios masivos de comunicación,  tanto impresos como digitales, están en sus manos. Representan armas muy poderosas, las que unidas  al miedo, al chantaje, al desconocimiento, surten el peor de los efectos.

Nunca olvido aquellas palabras de Martí¨: “Hacen mal los hombres  jóvenes que se entretienen en morder con dientes envenenados el virgen seño de la Patria” o cuando dijo: “Los tiempos no son más que esto: el tránsito del hombre- fiera al hombre-hombre. ¿No hay horas de bestia en el ser humano, en que los dientes tienen necesidad de morder, y la garganta siente sed fatídica, y los ojos llamean, y los puños crispados buscan cuerpos donde caer? Enfrentar esta bestia y sentar sobre ella un ángel, es la victoria humana.” 

Fue, sin dudas, una inmensa profecía que Fidel supo defender y  hacerla valer cuando  llevó a la educación cubana a los más altos sitiales de la historia        

En esta batalla crucial del mundo de hoy, el poder del dinero juega un protagonismo descomunal a punto de llevar a la Tierra a consecuencias catastróficas.

La Ética en la actualidad,  como dicen muchos especialistas,  ya adquiere otra dimensión.

Muchos son los desafíos que tiene la humanidad por delante.

La juventud es actividad creadora, es símbolo de las grandes transformaciones, es ritmo ascendente en el alma de los pueblos.

Una vez escribí y ahora lo ratifico  que cuando José María Heredia publicó sus primeras poesías en 1825, esas poesías  señalaron el paso hacia una nueva etapa de cambios culturales en Cuba. Tenía solamente 22 años. Pero aún más, cuando escribió En el Teocalli de Cholula, contaba con 17 años y cuando la famosa Oda al Niágara, tenía 21.

En el siglo anterior, en 1787, había nacido Félix Varela, aquel maestro de maestros.  Sumamente joven impartió clases de Filosofía en el Seminario de San Carlos, del cual fue alumno. No hay que olvidar, que aquel joven estudioso, que asombrosamente se anticipó a su época, influyó de manera muy especial en la juventud, y como se ha dicho,  fue el cubano que nos enseñó en pensar.

Para Varela, la formación de valores siempre fue muy importante. “Es desgraciada toda sociedad, grande o pequeña, donde tienen influjo y aprecio hombres inmorales”  aseveró.

Resulta necesario también recordar, por otra parte, que Plácido fue fusilado a los 35 años, en plena juventud, cuando a pesar de ser en su tiempo un mestizo libre, fue el joven poeta más divulgado del siglo XIX.

Hay otros ejemplos  que nos enorgullecen: José Jacinto Milanés, antes de sumirse en su fatal delirio, había escrito La madrugada y otros poemas, cuando aún no había alcanzado los treinta años. La Avellaneda, escribió Al Partir, a los 22 años.

Julián del Casal murió joven y en  pocos años fue capaz de  acumular una obra en verso y prosa que como diría mi  profesor Raimundo Lazo, “su impulso de gran artista lo hace sobresalir, captando mejor que todos sus contemporáneos, la necesidad de renovar profundamente la poesía, y dando realidad en su ideas y aspiraciones a las que los demás solo se acercaban de modo vacilante”.

Nuestro Martí, escribió su poema dramático Abdala, cuando tenía 16 años. En España, deportado, publicó su ensayo El Presidio Político, con solo 18 años. Ya a los 21, era Licenciado en Derecho Civil y en Filosofía y Letras.

Fidel en el Centenario del natalicio de nuestro Héroe Nacional, cuando el asalto al Moncada, tenía 27 años, más o menos la edad de aquellos gloriosos jóvenes que decidieron, costara lo que costara, que no murieran las ideas de Martí y que Cuba lograra su total independencia y soberanía.

Está demostrado que los jóvenes son los que cambian la historia, los que innovan y enaltecen, los que descubren y fructifican.

Los jóvenes son los que tienen la capacidad de mejorar o destruir el planeta.

¿Por qué no creer en el ímpetu y la audacia de la juventud?

Ah, eso sí, es deber de una sociedad formar a las nuevas generaciones en el amor  a los dignos antecesores, a sus ejemplos más luminosos a partir de todo el patrimonio cultural e histórico que se atesora.

El hombre o la mujer en el mundo que no recuerda de dónde vino, que no crezca atado a un verdadero compromiso con su pasado lleno de gloria, que no lo sepa defender, no podría entregar a sus hijos y nietos la herencia cultural que le precede y lo que es más lamentable, no habrá logrado enriquecer ese legado como tributo a la necesaria  continuidad histórica.

Hay que saber sembrar sentimientos y principios en el propio seno familiar, en la escuela, en los barrios, en toda la nación.

Recuerden aquella reflexión martiana que el “que sabe más vale más”, o  aquella “ la educación es el único medio de salvarse de la esclavitud”.


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