Tras del estreno, en marzo de este mismo año, de La mesa está servida, una versión del dramaturgo y director José Milián sobre la obra teatral En alta mar, de Sławomir Mrożek, regresa a escena el Pequeño Teatro de La Habana con un nuevo texto de la autoría de su director general y artístico.
La fabulosa vida de las plantas, tal es su título, funciona como la segunda parte de Mamíferos hablando con sus muertos, escrita esta última en el 2001, finalista en la primera edición del concurso de dramaturgia Virgilio Piñera (2002) que convoca con frecuencia bienal la Casa Editorial Tablas- Alarcos, y estrenada en el 2004 por su autor con el grupo fundado por él en 1989, merecedora del Premio Santiago Pita que confiere la UNEAC al Mejor Texto Cubano en escena en el Festival de Teatro de Camagüey de este propio año.
Ambas obras, Mamíferos… y La fabulosa vida… comparten el espacio: la casa de una familia cubana en alguna ciudad de provincia, y los personajes: Juanamari, Manolito, La abuela de Manolito y madre de Juanamari, la tía Cuca, y las mellizas Fela y Flora, la diferencia entre ellas es que junto a los temas devenidos referenciales, como el de la comida, las tradiciones y el secreto guardado en la familia (en este caso acerca del verdadero problema que enfrentaba la tía Cuca), por ejemplo, en el segundo texto se incorporan otros que actualizan el discurso al aludir a fenómenos propios del presente que vivimos, quizás el más importante sea el de la procedencia de Manolito, que nos coloca ante el asunto del regreso a la Isla de quienes partieron a otras geografías.
La muerte es tematizada de muy diversas formas a lo largo de la dramaturgia de este autor (Si vas a comer espera por Virgilio, La rueda de casino, Sibila, Las mariposas saltan al vacío, son solo ejemplos), y algo semejante sucede con la comida (y su ausencia, desde Vade retro en adelante), aunque ciertamente el dramaturgo y estudioso Matías Montes Huidobro sitúa a la comida, junto al sexo y el dinero, como recurrencias de la dramática cubana. En el teatro de José Milián el ritual ocupa un lugar predominante y, a partir de ello, se subraya la existencia de los rituales de la vida cubana cotidiana no en tono de exaltación precisamente, sino, y aun cuando resulten un recurso dramático, señalando su función normativa, su peso obligatorio relacionado, en general, con el funcionamiento de la familia y de la zona privada de la vida. En familia se desarrolla esta obra y en un tiempo enseñoreado por la muerte o la infinitud (sobre todo atendiendo a su vínculo con Mamíferos…).
Nuevamente diálogos y situaciones priman en la armazón dramática. Vuelve a escena el diálogo ágil, ocurrente, lleno de inesperadas transiciones que alza el corpus dramático sobre el escenario y establece la regla del intercambio espectáculo- espectadores. Es esta partitura dialógica intensa la que deben llevar muy bien (tiempo y tono precisos) Falconerys Escobar, en Juanamari, y Gabriel Nieto como Manolito, el cual recibe aquí su bautizo de fuego (quién lo diría al ver su actuación) puesto que con este personaje hace su debut en escena.
Lissete Soria y Carmen Pantoja tienen a su cargo a Cuca y La Abuela, respectivamente, y consiguen un buen desempeño. Ana Patricia Pomares y Klara Lemus son las mellizas Fela y Flora, funcionan eficazmente con respecto al trabajo espacial y a la labor de conjunto de la puesta, aunque sus caracteres, comparados con el resto, despiertan menos interés.
Tal y como aconteció en La toma de La Habana por los ingleses, escrita en 1969 y estrenada al siguiente año en Teatro Estudio por su autor, en una época en la cual el travestismo resultaba todo un suceso en la escena nuestra, de nuevo contamos aquí con este recurso en el discurso espectacular; en esta ocasión, en sentido contrario al de la puesta mencionada, ya que el actor Falconerys Escobar interpreta a Juanamari, esta hija que ha devenido cabeza de familia, obsesionada por lograr reunir a todos sus miembros, una obstinación que ha trascendido, incluso, a la sobrevida.
Cuando conocí por vez primera el título de la pieza no pude dejar de recordar el testimonio de Vicente Revuelta en El juego de mi vida. Vicente Revuelta en escena cuando rememora la etapa en la cual se asomaba a algunos cursos en la Universidad de La Habana y escuchó, por ese entonces, una conferencia de la filósofa y escritora española María Zambrano donde esta presentaba a los filósofos de la Grecia antigua y, a la sazón, expresaba «…Parménides decía que las plantas se sueñan a sí mismas...» Más tarde, ya dialogando con esta puesta de José Milián y el Pequeño Teatro de La Habana, como una espectadora más, percibí diversas lecturas en el espectáculo, senderos en los cuales el ritmo vertiginoso que toma no me permitió extraviarme; alguno, tal vez, pueda tener relación con las disquisiciones de la filosofía.
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Publicado: 5 de octubre de 2017.
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