La perniciosa manía de no acusar recibo


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La perniciosa manía de no acusar recibo

En mi época, vamos a decirlo así, era tradición, vamos a llamarla así, una más de las perdidas; acusar recibo de la correspondencia recibida. Eran los tiempos, incluso de las cartas donde había que comprar el sobre y los sellos, pero existía esa cultura.  Las personas generalmente tenían el hábito de responder aunque no tuvieran más que decir “recibido”.  Hoy ya no es así. Usted le envía un mensaje a una persona y es un fenómeno raro recibir acuse de recibo. Peor aún, usted envía una información, que en buena lid requeriría un comentario, un señalamiento y hasta una respuesta, y nada. Conozco de jefes, dirigentes, directores y  responsables a quien se le envía una información, un mensaje y nada; el silencio por respuesta. Se puede llegar a diferentes interpretaciones: no interesa, sin importancia, se subestima, se subvalora, no desea darse por enterado.

No estoy hablando de los acuses de recibo obligatorios como aquellos que se exigen de un tribunal o de una empresa; estoy hablando de educación y cultura. Estoy hablando de interacción, de retroalimentación, tanto desde el punto de vista humano (socialización) como de la actuación. La comunicación es uno de los rasgos del ser humano porque entre otras cosas significa solidaridad.

Entre las múltiples explicaciones, digo explicaciones y no justificaciones,  del no acuse de recibo, podría considerarse, además de las señaladas anteriormente, el tratar de evitar la idea de un posible comprometimiento, aprobación o conocimiento del asunto.  

El no acusar recibo implica incapacidad, ineficiencia, indolencia.

Una vieja amiga con quien comentaba acerca de este tema me decía con mucha razón: “el  no acusar recibo también es el reflejo de falta de acción, hay un dicho muy cubano, reflejo de una época pretérita en que había que garantizar la alimentación de una flota, «matando y salando», que implica acción, compromiso en la acción del  otro”.

En estos tiempos en que la baja de la lectura de libros alcanza los mayores niveles en la historia de la cultura humana, todavía hay por ahí quienes además de haber recibido educación, son gente leída y escribida. Por favor, que no se diga.

Justo al concluir de escribir estas notas recibo un mensaje de la Oficina del Historiador de la Ciudad con el siguiente asunto: acuse mensaje 22-8.  Donde me informa su secretaria que el Dr. Leal continúa en su rehabilitación, pero que cuando regrese a sus labores se encargará del asunto.

Ese es Eusebio, leal a su cultura.


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