El acceso pleno a la cultura en sus más diversas manifestaciones ha sido una de las prioridades de la Revolución Cubana. A propósito del tema, el equipo de Ventana Política intercambió con Abel Prieto Jiménez, hoy director de la Oficina del Programa Martiano, y entonces ministro de Cultura.
Por su actualidad y relevancia, compartimos con nuestros lectores la entrevista realizada durante la celebración de la 25 edición de las Romerías de Mayo en la ciudad de Holguín, Cuba.
¿Qué ha hecho la Revolución en estos 60 años para garantizar el acceso del pueblo al disfrute de la cultura?
Yo creo que esa es una de las grandes obras de la Revolución: la democratización de la cultura. Antes de la Revolución la cultura cubana era una cultura fuerte, vigorosa, pero, o estaba en circuitos muy elitistas o estaba subestimada. El músico popular era casi un mendigo. Grandes artistas plásticos, como Fidelio Ponce, murieron literalmente de hambre. Es decir, no había ningún respaldo gubernamental en la república neocolonial; ese fue un derecho para nuestro pueblo que se logró en enero del ´59.
Un rasgo del propio sistema de democratización tiene que ver con el sistema de Enseñanza Artística. Hoy prácticamente se visitan todas las escuelas del país para que los niños puedan hacer pruebas de aptitud —no importa si vives en una montaña remota, en un barrio o en una ciudad superpoblada—, si tienes talento, tienes aptitudes, tienes oportunidades de ingresar en la Enseñanza Artística.
Al propio tiempo estamos en plena Feria del Libro, ahí tienen uno de los ejemplos más excepcionales de la democratización, es que ese libro está subvencionado completamente. El estado invierte en el papel, los insumos, en todo lo necesario para producción editorial, y los libros están a precios muy bajos. Incluso bajó el precio promedio del libro con respecto a la feria anterior, está alrededor de los 7 pesos y en la anterior estaba en 10. La gente ha comprado más libros aunque se ha recaudado menos dinero. Para un editor del capitalismo sería una noticia terrible, para nosotros no.
La Feria no se hace para recaudar dinero, sino para sembrar el hábito de lectura. Estamos en un momento donde hemos tenido un retroceso en el campo de la lectura. Se está diseñando una campaña para la promoción permanente de la lectura con bibliotecarios, con los medios. Pero ese derecho, el acceso a los libros, que hoy en el mundo es un artículo de lujo, cada vez más caro —y cada vez más mala literatura—, donde se ve al libro como mercancía vulgar, en el caso nuestro lo vemos como portador de mensajes asociados a la emancipación del ser humano, a la calidad de vida.
Yo creo que hoy la vida cultural del país es muy intensa y el sistema de instituciones ofrece oportunidades para todos los sectores. Es un derecho realmente notabilísimo. En el mundo y en Cuba el derecho a la cultura tradicional que caracteriza a tu familia, a tu comunidad, se ha ido restringiendo en favor de los fetiches, los símbolos de las grandes transnacionales de la industria cultural. Ese es un derecho que en el mundo entero está siendo dañado. En el caso de Cuba hacemos hasta lo imposible por rescatar lo propio. Los instructores de arte… ¿Quieren mejor muestra de democratización del acceso a la cultura, a los talleres de apreciación, formación de grupos de aficionados? El sentido mismo de esa profesión está asociada a ese derecho del pueblo nuestro a un disfrute masivo de las expresiones culturales, por complejas que sean.
El ballet clásico, que era antes de la Revolución algo de la familia de clase media alta, como algo ornamental, por amor propiamente a lo artístico, querían que sus hijas estudiaran eso, hoy eso se extendió y hay un público bastante amplio para esta manifestación. La danza contemporánea, que está en un momento extraordinario en Cuba, tiene también un público que la sigue. Son manifestaciones que por lo general no serían para sectores amplios de la población, pero aquí en Cuba se ha sembrado un apetito por la cultura, tiene mucho prestigio social.
Todo esto tiene que ver con lo que pasó en 1959. Recuerda aquella frase de Fidel cuando se funda la Imprenta Nacional. Fidel dice: “No le decimos al pueblo cree, le decimos lee. No nos interesa formar fanáticos, nos interesa formar lectores, personas que por sus propios conocimientos, que por su propia libertad personal se acerquen a nuestros ideales.”
¿Cuánto ha obstaculizado el bloqueo al desarrollo cultural?
Primero tendríamos que hablar de un rasgo de la política cultural desde el principio. El primer libro que publica la Revolución es el Quijote…, de Miguel de Cervantes. No era un folleto de propaganda política, sino una de las obras maestras de la cultura universal. Eso caracteriza la política cultural, la idea de que defendemos la identidad, defendemos lo nuestro, nuestras tradiciones, pero al mismo tiempo tenemos una gran vocación universal. La cultura cubana recibe como algo natural las influencias de todas partes del mundo y al mismo tiempo influye en otras culturas.
Precisamente Estados Unidos, que es uno de los países más poderosos en términos de creación musical —por poner un ejemplo—, ha tenido un diálogo permanente con nuestra Isla desde hace muchos años. Desde antes de la Revolución hubo músicos cubanos que viajaban a Estados Unidos, y músicos norteamericanos que viajaban a Cuba, había interinfluencia; y muchos de los elementos de esa música crecían también en Cuba. Esa es una de las cosas que el bloqueo está impidiendo: que entre músicos cubanos y norteamericanos haya un diálogo fecundante.
Recordemos el Día Internacional del Jazz, cuando vinieron grandes personalidades del espectáculo y dijeron cosas maravillosas de los jóvenes jazzistas nuestros. Qué importante sería para nuestros jóvenes jazzistas tener un intercambio fluido, regular, con sus colegas en Estados Unidos; y qué importante sería para esos colegas nutrirse, como se hizo en una ocasión con el “Music Bridge”, el puente de la música, donde vinieron realizadores y se hicieron piezas a “cuatro manos”. Ahí la creación está padeciendo los efectos del bloqueo, pero más allá de eso está el público.
Nuestro público se limita de recibir importantes visitas de artistas valiosos de los Estados Unidos; el pueblo de los Estados Unidos se limita de recibir grupos teatrales, grupos de danza, música. En todos los campos, los dos públicos —que deberían ser consumidores habituales de la cultura del otro país—, están padeciendo una carencia absolutamente irracional. Eso sin contar los problemas que tenemos a la hora de comprar los instrumentos de música para nuestros estudiantes, de comprar cuerdas, accesorios, cosas que están en el mercado norteamericano, muy cerca de nuestras costas a un precio muy accesible, y las tenemos que ir a buscar a Europa, a China. Todo se encarece, y nuestras instituciones pagan eso también en términos económicos y de falta de recursos.
En general es negar algo. El bloqueo en el campo cultural significa ponerle obstáculos a algo que va contra natura. Siempre hubo una interinfluencia, siempre hubo una corriente de ida y vuelta entre la cultura de Estados Unidos y Cuba, y el bloqueo significa obstaculizar eso.
Deje un comentario