La trova cubana Patrimonio Cultural de la Nación: “Acto de justicia histórica y poética” (II y final)


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—¿Qué recuerdos tiene asociados a Pablo Milanés?

Los recuerdos que tengo asociados a Pablo Milanés, son primero como te dije, de su paso por el Cuarteto del Rey, a sus piezas más queridas como «Mis 22 años», «Yolanda», «Para vivir», incluso su presencia inicial en el cine cubano.

Uno de los últimos recuerdos que tengo de Pablo fue el concierto que diera en los jardines de la UNEAC en 2008, su último concierto allí, y que disfruté con un grupo de amistades en el balcón de la casa de un amigo que colinda con la institución. Desde ese palco privilegiado coreamos y disfrutamos tremendamente las interpretaciones de Pablo que —siendo el mismo de siempre— para algunos podía ya en esos tiempos tener zonas o aristas polémicas. Incuestionablemente, junto con Silvio y los demás —pero él particularmente—, escribió algunas de las piezas más representativas de la épica revolucionaria dentro de nuestra canción y de la llamada canción protesta. Algunas de estas —incluidas las de presupuestos más heterodoxos con la temática de la diversidad sexual o la diáspora—, son himnos que acompañan nuestro devenir ciudadano. 

En su momento, mi mujer me regaló recién salidos al mercado dos de los que serían mis discos preferidos, «Años» (donde a modo de curiosidad los hermanos del querido «trovanauta» Guillermo Rodríguez Rivera, los doctores Alipio y Luís, forman parte del coro( y el que grabó con la caraqueña Lilia Vera. En el primero hace justicia a esa voluntad, que destaqué al principio, de ser abanderados de lo mejor de nuestra tradición musical, y en el otro dominando de manera magistral el sincopado de la música folclórica venezolana( es catalizador de los recuerdos de mi primera infancia.

Anécdotas son muchas. Hay una deliciosa del 73, si mal no recuerdo. Alberto Muguercia, “El loco Muguercia” como le decían y por demás una autoridad como conocedor y promotor de nuestras tradiciones musicales, invitó a Pablo a la biblioteca nacional para un recital, centro donde era investigador de su sala de música. Pablo llegó tarde, con la incertidumbre de si iba o no. Cuando llegó, recuerdo a Muguercia con sus años y sus libras, sus espejuelos y medio desmelenado en su calvicie, arrodillarse remedando una ceremonia religiosa, lo que causó risa a todos, empezando por Pablo. 

Tal vez, un seguidor de Mugercia como Pedro de la Hoz, lo recuerde. 

Pablo Milanés, como ya se ha dicho, es un imprescindible de la cultura cubana en su más amplio diapasón. 

—¿Usted cree que los fundadores «enseñaron a pensar» a los jóvenes cubanos?

Creo que estos fundadores no enseñaron precisamente a pensar, pero sí participaron en la formación del pensamiento de los jóvenes cubanos de más de una generación, hasta con las canciones que pudieran ser más sencillas, aparentemente de código más cotidiano como puede ser aquella de Silvio que retrata mi época de secundaria «Qué se puede hacer con el amor», y otras muchas que ya representaban las preocupaciones de los jóvenes y sus inquietudes en el día a día. 

—¿Quisiera hablarnos de su relación con Carlos León?, esa figura tan querida y recordada de la trova y del cine en Cuba.

Mi relación con la trova pasa también, por mi gran amistad con Carlitos León; yo prologué su libro Trovar el cine, publicado por Ediciones ICAIC, en 2018 , incluso ese libro fue una complicidad de ambos pues casi todas las entrevistas habían salido en La Gaceta de Cuba y yo le propuse armar el libro, por tanto me tocó, además de prologarlo, presentarlo en una jornada del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en 2019, momento en que ya Carlos se encontraba muy enfermo, y que se convirtió en un homenaje también a él.

La presentación del libro, Carlos moriría a principios de enero del 2020, fue el pretexto para un encuentro entre un nutrido grupo de colegas, lo mismo lectores, amigos de toda la vida, incluyendo a alumnos de su madre, que cófrades de la NT como Vicente Feliú, Virulo, Angelito Quintero o Manuel Argudín, que al final nos regalaron un breve pero emotivo recital; una tarde para celebrar a alguien muy querido con el noble pretexto de la presentación de su libro, que junto a sus documentales, como los de Noel, Augusto, Miguelito Escalona, dejó la impronta de la trova y del quehacer promocional de un hombre bueno y provocador como fue Carlitos.

Su libro recoge entrevistas a trovadores y personas asociadas a la trova, estoy pensando en Corina Mestre, Maggie Mateo, la primera reconocida como actriz y la segunda como profesora universitaria, pero que son dos nombres firmemente ligados a la historia de la NT y que acompañaron a Carlos en esta aventura.

Por otra parte los documentales de Carlos León sobre Noel Nicola son paradigmáticos. A propósito de sus documentales, está el trabajo que hizo con Vicente Feliú y Miguelito Escalona; a Miguelito lo conocí en Camagüey, en los tempranos setenta, y con Vicente tuve cierta amistad y siempre le tuve mucho aprecio, me pareció siempre una persona muy consecuente y transparente y eso lo refleja su obra y su trayectoria como compositor e intérprete y donde quiera que estuvo fue un embajador de la NT.

Con Carlitos, esa amistad de muchos años y hasta el final de sus días, estuvo siempre acompañada por su testimonio y su vínculo con la NT.

—¿Con cuáles trovadores actualmente mantiene más estrechas relaciones?

De los que siguen dando tumbos y nos siguen acompañando físicamente está Augusto, como ya te dije. Con Gerardo Alfonso, otra voz que merece admiración, vine a coincidir en los últimos años, porque él visitó frecuentemente mi oficina en La Gaceta, cuando preparaba con la poeta y editora Jamila Medina, el libro de las canciones de La Habana con motivo de su aniversario 500.

Otra relación que para mí también ha sido significativa, esporádica, pero no por esporádica menos cordial ni afectiva, es la que tengo con Frank Delgado, amigo de mi hija, muy amigo de quien fuera mi yerno; él es de las afinidades más cercanas que tengo dentro del movimiento.

En Frank reconozco muchas de las virtudes que tú señalaste en la entrevista que le hiciste para esta publicación, en la que precisamente él subraya que la historia de Cuba está muy ligada a toda la música de la NT, y explica que innegablemente, toda la épica de la Revolución, pero además, toda la historia en mayúscula y en minúscula, con sus luces y sombras está ligada a la NT.

Incluso, no estoy pensando solo en la historia presente, sino en el recuento que puede haber hecho por ejemplo Pablo, en el filme La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez, en el que hacía el personaje del trovador, o en un corto, una especie de docudrama, sobre el incendio de Bayamo para el que Pablo musicalizara un texto del querido intelectual Ambrosio Fornet, que si mal no recuerdo Pocho fue además su realizador desde los estudios del cine educativo, o esa otra pieza ya canónica de Silvio, «El Mayor», dedicada al centenario de Ignacio Agramonte, y de él mismo el tema que identifica el filme El hombre de Maisinicú, o su popular «Balada de Elpidio Valdés», sobre ese hito de nuestra cultura que es el personaje legendario que nos legara Juan Padrón. 

Es decir, desde nuestro siglo XIX tanto la trova tradicional como la NT han llevado este decursar de la historia patria, y Frank subraya esto en su entrevista; él escribe mucho mejor de lo que tal vez cree que lo hace, por esto colaboró alguna vez con La Gaceta a instancias mías, y me quedé con la deuda de que de contar con su firma otras veces.  

Junto a su sentido del humor va su sentido de la cubanía, su capacidad de diálogo con las circunstancias del país, una lucidez natural que siempre le he reconocido, una avidez como lector y como hombre de la cultura.

Haberlo conocido primero por sus canciones, después como lector que ha sido durante años de La Gaceta y como amigo al final, para mí es una experiencia que agradezco.

—¿Cuál considera es el aporte fundamental del MNT a la historia de la música cubana?

El aporte de la NT, es fundamental en la historia de nuestra música; en primer lugar porque se reconoció como expresión de la cultura cubana, y de la trova tradicional, por eso, que la trova en general (y ellos son los primeros en reconocerlo( fuera declarada Patrimonio Cultural de la Nación, como pueden ser con el espíritu más ecuménico el beisbol o los lectores de tabaquería, me parece que es un acto de justicia histórica y poética. Esa trova que nos acompaña desde el siglo XIX y que es parte inseparable de nuestra expresión como nación, de nuestra identidad, de nuestra historia y de nuestra cultura, y la NT siempre ha sido consecuente con esto.


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