La virtud de la utilidad


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Obra de José de Larra

A José Martí, los cubanos de corazón, lo llevamos en el subconsciente desde que lo leímos (o escuchamos hablar de él) por primera vez, tan profundo fueron sus pensamientos en una gigantesca diversidad de campos.

Muchas veces lo citamos en momentos claves, decisivos, de nuestro constante batallar por una vida mejor, más elevada en lo espiritual y profunda en lo ético, aunque sus ideas son aplicables en muchos otros ámbitos del quehacer humano.

La utilidad de la virtud, que él menciona en el prólogo de la colección Ismaelillo dedicada a su hijo, me inspiró desde hace años una valoración que parece un juego de palabras, como reza el título de estas líneas, pero no lo es.

Y me ha vuelto a la mente ahora, al hablar con una de mis numerosas amistades que se interesan por mi salud, para confirmar que, a pesar de los avatares, malestares, carencias y dolencias que la vida acarrea, nunca he perdido la voluntad de vivirla –hasta donde pueda-- mientras me sienta útil.

Al expresársela a mi interlocutora me hizo sentir filósofo “de café con leche”, como se decía en mi juventud a los que creaban sentencias y hacían formulaciones absolutas sin bases sólidas, pero me percaté casi de inmediato que ese puede ser un motor muy importante para restablecer incluso la salud de los que, no solo en la tercera edad, batallan contra efectos comunes al desgaste provocado por el tiempo, la fisiología y genética individual u otras razones, entre ellas accidentes.

Encontrar asidero para continuar viviendo, evitando la depauperación anímica que es consustancial a las adversidades, incluyendo la vejez, la jubilación o la invalidez (total o parcial), debe formar parte de la terapéutica aplicada por los geriatras (le preguntaré a uno de mis nuevas amistades) pero de interés no sólo de especialistas. 

La familia, el entorno, las amistades o cercanos, las instituciones sociales y de las que procede -incluyendo el Partido y el Estado- deben tener en cuenta la creación o fomento, en aquel o aquel necesitado de apoyo, de objetivos por el que seguir luchando, viviendo, más allá de palabras de conmiseración o pena o solidarias pero formales que, al menos para los pensantes como yo, irritan más que estimulan.

Por suerte ese no ha sido mi caso, pero la advertencia-consejo es válido para muchos otros que, amargados, pueden sentirse solos, aunque estén acompañados, y no aportan nada, ni a ellos mismos.

La utilidad de la existencia es lo último que se debe extinguir antes de pasar a ser un recuerdo. (perdón si me volvió a salir lo de filósofo).


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