“Ah, estoy aquí para inaugurar la exposición”, fueron sus palabras cuando supo que él y sus compañeros de equipo del dedeté habían sido invitados a participar en la Convención Anual de Caricaturistas Editoriales de Estados Unidos.

Sucede que para Humberto Lázaro Miranda, Laz, la exposición que ahora se exhibe en la galería Pancho Vázquez, del periódico Juventud Rebelde, es muy importante. Digamos, necesaria. No surge por encargo, sino del deseo del artista de dar continuidad a un trabajo anterior.

“Hace 10 años, también con motivo del aniversario del periódico, hice la serie de caricaturas personales Retrato hablado. Pasado un tiempo, quise volver sobre esa idea y hacer una 'segunda temporada', pero la cosa no cuajó: la gente no cooperaba para las fotos, y lo fui dejando”, cuenta este dibujante de 53 años de edad, reconocido por sus caricaturas personales, aunque también trabaja asiduamente la historieta, el humor general y la ilustración, y lo hace con buena factura y pegada.

Foto visa da título a la muestra de 26 retratos en acrílico sobre lienzo, en los cuales refleja una parte de quienes hacen el Diario de la Juventud Cubana: periodistas, correctores, caricaturistas, fotógrafos, diseñadores y directivos.

Son obras hechas en formato de 30 cm x 40 cm, trabajadas en monocromía de grises. La muestra incluye el retrato del propio caricaturista, que entre sus reconocimientos atesora el segundo premio en historieta de la Bienal Internacional de San Antonio de los Baños, en 1997.

Para Laz, Foto visa es un regalo a sus compañeros de trabajo. Y habla en sentido literal, porque los retratos serán obsequiados por el artista a cada uno de sus colegas una vez que finalice la exposición.

Retratos para el recuerdo

En julio de este año el dibujante retomó el proyecto de pintar a quienes le acompañan en el quehacer del diario. Él mismo tomó las fotos que luego le servirían de referente en los retratos. Compró los materiales necesarios: lienzo, bastidores, pinturas, clavos…

“No me importó invertir tiempo y dinero, dice. Yo he 'vacilado' esta exposición. La he hecho con mucho cariño para mi gente”.

El día de la arrancada hizo tres retratos. Fue Ronquillo (Ricardo Ronquillo Bello, periodista y subdirector del periódico), la primera Foto visa. Indago la razón.

“Coño, él es un tipo buena gente, chévere. Todo el mundo lo quiere y tiene buena opinión de él, también yo. Así que no podía faltar. Es mi homenaje”.

Luego salieron las “fotos” de Adán (Iglesias Toledo, dibujante y director del dedeté) y la de José (Luis López Sado, periodista de la Redacción Deportiva).

“Adán es mi amigo, mi hermano, somos colegas del dedeté, pero la relación va más allá del trabajo. Y José es mi socio del softball. Yo hubiera querido pintar a cada uno de mis compañeros de trabajo, pero me era imposible. Los que faltan quedan pendientes para otra expo”.

—Se nota un cambio de línea entre estas pinturas y los dibujos de Retrato hablado, expuestos en noviembre de 2004…

—En aquella época estaba muy influenciado por el norteamericano David Levine. Entonces no tenía suficiente capacidad para sintetizar rasgos; esas caricaturas no exageraban ni deformaban tanto. Eran una mezcla de retrato y caricatura con el canon decimonónico de cabeza grande y cuerpo pequeño.

Con ese mismo estilo, en el que abundaban las finas líneas a plumilla, hizo los Rostros de la Noticia. Compuesta por caricaturas de personalidades de la política internacional, esa exposición se inauguró en el Museo del Humor de San Antonio de los Baños, el 8 de diciembre de 2005. Sin embargo, en marzo del año pasado, a propósito de la Bienal del Humor en la Sala Villena de la UNEAC, el artista mostró un salto en su carrera. Laz Mirada fue el título de la muestra donde exhibió los originales de las obras publicadas en la sección de igual nombre del dedeté. En aquellas coloridas pinturas en acrílico se apreciaba un nuevo estilo en Laz: más suelto, espontáneo y con mayor poder de síntesis.

—Volviendo a Foto visa, ¿cómo fue el trabajo de realización?

—Las fotos que tomé —donde traté de captar un gesto espontáneo de mis colegas— las descargué en la máquina. Con Photoshop las trabajé en escala de grises y luego las imprimí en papel. Con el lienzo ya montado en bastidores y preparado para pintar, dividí en cuadrículas la foto y la tela, y comencé el dibujo cuadro por cuadro. Lo he disfrutado mucho.

—Se dice que una buena foto es aquella en que el fotógrafo logra captar el alma de la gente. ¿Ves eso en tus retratos?

—Yo no soy fotógrafo y no sé lo que es una buena foto. Yo solo traté de pintar a mis compañeros tal como son.

—Acabas de regresar de San Francisco, California, ¿cuáles son tus impresiones del viaje?

—Estar en la Convención Anual de los Caricaturistas Editoriales de Estados Unidos, que este año se celebró en San Francisco del 8 al 12 de octubre, fue una experiencia gratificante. Allí fuimos los tres dibujantes del dedeté, invitados por Mark Fiore, presidente de la Asociación que agrupa a los caricaturistas de ese país, y recibimos un trato amable y respetuoso. Conocimos a dibujantes muy buenos, con una línea muy peculiar, no solo norteamericanos, sino también de otros países. Me hacía falta ese contacto, para ver otras líneas de trabajo, otras maneras de plasmar las ideas, que estoy seguro van a influir en mi estilo.

—¿Cómo valoras tu trabajo con respecto a esos colegas?

—Lo comparo con el de otros y no lo veo bueno. Siento que tengo que apretar y echar pa´lante. Sin embargo, los colegas estadounidenses y de otros países con que compartimos hablaron muy bien del trabajo nuestro, y eso me estimula.

Ahora, en la quietud de la tarde, observo los retratos de Laz y descubro la ternura de su lente, de su mano entrenada en ilustrar textos y cronicar la vida nuestra con toda su gente: es de los pocos dibujantes que incluye a la raza negra en su obra. Agradezco a Laz por el regalo. Sé que no edulcora la frase, la palabra le sale como ráfaga cuando tiene algo que decir, pero estas pinturas han pasado por su alma desnuda y son para recordar.