Leandro Soto: “Mi trabajo ha sido ir a los orígenes” / Por Adalys Pérez Suárez


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El próximo 9 de marzo quedará inaugurada en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes una exposición personal de Leandro Soto (Cienfuegos, 1956), artista que desde hace más de cinco años no presentaba un proyecto de este tipo en nuestro país.

La pintura, el grabado, el diseño escenográfico, el videoarte y la docencia han formado parte del quehacer de quien en los años 80 integrara el renovador grupo Volumen 1, dentro del cual destacó por sus instalaciones y performances.

En medio del montaje de Crónicas visuales, título de la muestra curada por Corina Matamoros, el indetenible viajero que es también Leandro Soto, accedió a una entrevista para el Periódico Cubarte.

Quisiera que nos hablara primeramente de lo que podremos ver en esta exposición.

“Esta exposición es los testimonios visuales de alguien que viaja y que se desplaza. Es como el equivalente de cuando los viajeros hacían textos de sus viajes para compartirlos; pero estos son textos visuales de los distintos países donde he hecho la obra.

Si observa bien cada pieza, hay un estilo general, que es el del artista; pero hay una investigación estética, de materiales y de figuración de los países donde se ha realizado la misma.

Espero que el público pueda distinguir, aunque se va a poner al lado de cada una dónde fue hecha, para que logre entender por qué está usado el sari como apoyo pictórico, el saco de yute; por qué cambia el tema. Porque hay cambios de materiales, de temas y de técnicas. Es decir, aquí la unidad no es ni estilística, ni de materiales. La unidad es conceptual.

La exposición completa es una instalación. Las obras tienen cada una su valor individual, pero a mí lo que me gusta es el diálogo entre las piezas como tal. Y esta es la primera vez que tengo la oportunidad de poner a dialogar, en un mismo espacio, obras que fueron realizadas en distintos lugares.

Cada grupo de obras, cada serie, crea su propio espacio, su propia exposición. Pero aquí están mezcladas distintas culturas, de distintos tiempos, distintos materiales, creando ese diálogo entre ellas que, a la larga, a la larga, es una exploración de qué cosa es ser cubano”.

¿Qué período de su creación abarcan estas obras?

“Desde los años 90 hasta el día de hoy”.

Usted hizo una exposición en Colombia, Gobelinos del Caribe, en la que el soporte de las obras era el saco de yute…

“De esa hay seis piezas aquí y esto tiene como fundamento el saco de yute que es, prácticamente, un elemento que existe en todo el Caribe y en el continente, por la industria del azúcar.

Es una revisitación de la pintura de los años 40 en Cuba. Esto me parece que es interesante porque hubo una cristalización de esa época que a mí me resulta muy peculiar y es revisitar ese momento. La obra está hecha parte en Panamá y parte en México, y terminada en Colombia. En Barranquilla, en el Caribe”.

¿Qué piensa que encontrarán ahora en Bellas Arte quienes de usted tienen como referente al artista innovador que integró el grupo de Volumen 1?

“Pienso que van a encontrar la misma intensidad, el mismo espíritu de investigación y la misma interdisciplinariedad de mi trabajo o multidisciplinariedad… A mí me gusta más la palabra interdisciplinariedad porque una disciplina se mete en la otra.

Es que, paralelo a mi carrera como artista visual tengo una carrera como teatrista, como escenógrafo; tanto para cine, como para teatro.

Entonces, ver solamente lo visual... Habría que también exponer y combinar lo teatral para que se aprecie bien. La investigación teatral siempre me ha servido para la pintura y la investigación de la pintura para el teatro. Pero el primer laboratorio de imágenes siempre es el performance”.

Sin embargo, siempre subyace la antropología como base de su obra, desde los primeros años…

“Siempre, siempre, siempre. Ahora hay una conceptualización de arte étnico basado en la etnia cultural con la que uno vive o en la que uno participa; y una actitud colonialista de estar llevando cosas de unos países a otros.

Eso lo niego rotundamente. Uno tiene que vivir con el pueblo donde uno está y hacer la obra participando en la cultura local. Específicamente local”.

En los años en que ha estado en contacto con otras comunidades, cuánto ha evolucionado ese sentido de lo cubano, desde el que usted ha dicho que enfrenta otras culturas.

“Nací en un puerto de mar. En Cienfuegos, que siempre estuvo abierto a las influencias exteriores. Yo vivía frente al malecón y a la ciudad constantemente llegaban marineros de distintos países. Entonces, en Cienfuegos siempre hubo mucha influencia internacional. Ahora llegan gigantescos barcos cargados de turistas, lo cual es otro elemento.

Pero también está el componente indígena. Tenemos la Bahía de Jagua, la Laguna de Guanaroca, todos esos son nombres nativos. Tenemos también la influencia africana, grupos que tocan batá y gente que baila una rumba maravillosa. Hay de todo.

En este caso, hice una investigación de mis genes para ver cuántas influencias orgánicas tengo y resultó que tengo de todo. Lo que más me sorprendió es que tengo de judío asquenazi, de la parte de Praga y de Austria”.

En su obra lo que con más fuerza se percibe es el Caribe.

“El Caribe, sí. El Caribe es una estructura sumamente compleja y abierta. Creo que habría que entender aquello de Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Ya Martí en esa época estaba hablando de esa condición caribeña.

Es decir, si naces en el Caribe tienes influencias de todas partes. Y hacia todas partes voy significa que puedes tener diálogo con cualquier cultura”.

Desde lo caribeño implícito en lo cubano es que usted contacta con otras culturas.

“Desde lo abierto que es lo caribeño. Por ejemplo, nunca he tenido conflictos en ningún lugar que he ido. Entonces, hay algo que te une a ese lugar nuevo que visitas. Siempre encuentras un elemento que te sirve de punto común. A la larga, es la exploración de lo caribeño a un nivel étnico, a un nivel espiritual y a un nivel material también, porque cuántas especies comemos en el Caribe que son de origen asiático.

De repente empiezas a descubrir que la mezcla es muy intensa y mi trabajo ha sido ir a las fuentes, ir a los orígenes de donde viene esa complejidad.

Y creo que la influencia de Cienfuegos está presente porque desde niño, viendo tanta gente de tantas partes del mundo, viendo los barcos que venían y estando sometido a tantas influencias, incluso la indígena; ha creado en mí este sentido de exploración y de encuentro también. Porque, finalmente, por muy lejos que tú vas, te encuentras a ti mismo”.

El trascender en el arte su individualidad, ha sido uno de los propósitos que como creador se ha impuesto. Sin embargo, estas crónicas visuales que nos presenta han pasado por el tamiz de su sensibilidad, creencias y conocimientos personales…

“Si Ud. se da cuenta aquí no hay contenido personal en mi obra”.

No hay una catarsis.

“Si hay una catarsis, es antropológica o étnica. Pero la persona es un compuesto. Es un compuesto de memoria, de pasado, de deseos insatisfechos. Lo que es la persona, a mí, realmente, me dejó de interesar en mí mismo. Tratar con la persona es como un nivel sicológico muy infantil. En la cultura lo que trasciende es mucho más importante.

A partir de lo que le decía del ADN, tengo de cuatro grupos distintos: tengo de africano, de islandés, de nativo cubano… ¡Es demasiado! Voy a hacer un mapa genético en esta sala y lo pienso pintar en la pared para que se entienda que esos ADN están buscando su campo de expresión. Eso es lo que es ser caribeño”.

¿Le concede alguna función al arte?

“Sí, como no. El arte para mí es una búsqueda, y es un encuentro también de lo que uno es”.

¿Y socialmente?

“Socialmente es muy importante porque establece un diálogo. A veces entre cosas que no se comunican. A veces el arte es capaz de expresar en metáforas lo que las palabras no pueden decir.La poesía es extremadamente importante.

Además, el arte eleva. Cualquier situación que el arte trata, la purifica. Es como un elemento catalizador y purificador. Aquello que somos capaces de expresar de una forma coherente, llega a un nivel muy superior”.

Hasta hace muy pocos días estuvo abierta en este Museo una exposición de José Manuel Fors, Premio Nacional de Artes Plásticas y compañero suyo en Volumen 1. ¿Imaginaron en aquellos años 80 que llegarían a tener estos reconocimientos?

“Encuentro una consecuencia en la obra de Fors y me encantó poder ver la exposición porque aprecio una continuidad en su trabajo. Hay un enriquecimiento, pero hay una continuidad.

En el grupo de nosotros, la mayoría estábamos interesados en la investigación étnica. La obra de Elso, de Bedia, de Ricardo… Había como un interés en explorarnos. Incluso, en cuestionar si en realidad éramos europeos únicamente. Queríamos explorar nuevas formas estéticas y para eso teníamos que desplazarnos culturalmente por todas las cosas que nos rodeaban.

Y el performance para mí fue siempre importante porque fue el laboratorio de las imágenes. Además, siempre llevé una obra paralela a las artes plásticas como escenógrafo y como teatrista.

Aquí se van a poner videos de mis performances, pero si alguien pudiera ver toda la serie de obras teatrales que he tenido que diseñar paralelo a esto, entendería que la complejidad está respaldada por el elemento interdisciplinario”.

En su obra también se aprecia una continuidad en las esencias.

“En Volumen 1 teníamos muchas discusiones intelectuales, muchos cuestionamientos de si íbamos por el camino o no. Había mucho concepto y, a pesar de que hay elementos muy técnicos en estas obras, creo que es sumamente conceptual. Lo que con el oficio de un cubano que, por lo general, los pintores y los artistas cubanos tenemos muy buen entrenamiento. Y eso se reconoce a nivel internacional”.


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