Lorca tras las lunas de Danza-Teatro Retazos


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Fotos: Buby.

No hay dudas, sigue siendo Isabel Bustos una maestra en la construcción de atmósferas teatrales. Su elegante grafía para trocar la luz, de recurso elocuente de la escena, en atributo propio y narrante del cuerpo y su espacio, la colocan en posición destacada en el amplio panorama de nuestra danza contemporánea de este minuto. Las lunas de Lorca, aquel mítico espectáculo que redimensionara el hacer de la coreógrafa en 1998, retornó al escenario de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, con el garbo de entonces.

Las lunas de Lorca, una aproximación a la poética del dramaturgo español que, en afinidad a sutiles pasajes y aproximativas situaciones de sus piezas Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba o Yerma, recrea el universo de mujeres ensimismadas, hombres de paso, cante y brumas. Ambiente ideal, a ratos excesivo en sus figuraciones, siempre alusivo en expresión de estados, de soplos, deseos reprimidos, libaciones del espíritu. Rebeldía-docilidad, ángel-demonio, fuga-retención, vida-muerte. Deseo.

En el remontaje de la pieza, la iluminación del diseñador sueco Stefan Bolliger y la música en vivo del multipremiado compositor y guitarrista Josué Tacoronte, fueron decisivas. También, la inclusión de breves escenas que amplificaron el interés de Isabel para remarcar el sentido de las imágenes y símbolos dramáticos que encierra la escritura lorquiana. Un elenco renovado, debutante en esta obra. Trabajo grupal, solos, dúos, cuartetos. Unísonos, silencios y simuladas palmas. Destacable el cuerpo de baile femenino en sus caracterizaciones y ensambles, notable la bailarina Alina Ramírez en sus diferentes roles.

Sigue Danza-Teatro Retazos fiel a sus principios fundacionales, aun cuando la coreógrafa no descansa en la labor trasmisora de su poética discursiva en la formación de jóvenes y nuevos elencos. Ya han transcurrido más de treinta años de aquel enero de 1987, cuando la escena del Teatro Nacional de Cuba acogiera la iniciativa de Isabel Bustos. Mujeres, fue el primer espectáculo de la entonces debutante agrupación. Era una propuesta compuesta por trece estampas, viñetas, fragmentos, retazos independientes entre sí y caracterizados cada uno por su título (“Oración”, “Encuentro I”, “Camino”, “Agua”, “Impulso”, etc.)

En el programa de mano se anotaba el objetivo fundamental de Isabel y su equipo: “Romper con estereotipos y convencionalismos para llegar a un público más amplio por medio de la exaltación del gesto natural y cotidiano, y de la expresión en sí misma”.

En aquel espectáculo se proponía, en fugaces imágenes coreográficas, una combinación espacio-temporal muy particular y hasta extrañante, donde lo sensitivo y emotivo guiaba la acción, para proponer una comunicación diversa con el espectador.

Desde entonces, ese ha sido el camino andado por Danza Teatro Retazos, siguiendo una línea coreográfica regida por la sensopercepción del movimiento y el sentido altamente teatral y expresivo de la plástica visual en la representación. Así, la compañía ratifica su mirada y tratamiento del gesto, de la acción, de las metáforas, frases y secuencias coreográficas, en complicidad con la creación de atmósferas teatrales, donde la sonoridad y la iluminación participan del entramado de los hechos, de la referencialidad de las posibles situaciones dramáticas.

Isabel Bustos es deudora, quién puede negarlo, de presupuestos poéticos que aún identifican a la danza-teatro como la tendencia más integradora y posibilitadora dentro del amplio vocabulario de la danza contemporánea. Amplitud que se desplaza desde el apego a la más ortodoxa tradición del cuerpo danzante en su tecnicismo corporal, hasta la ruptura más anárquica que juega con la alternabilidad, con la anulación del poder de la técnica, con otorgarle principalía a otros sistemas expresivos sobre el movimiento y el cuerpo del intérprete.

Las más recientes creaciones en el repertorio de Retazos (Formas, Momentos, Posible Imposible, Crisálida), junto aquellas icónicas de la autoría de Isabel (Solamente una vez, Proximidad, Naturaleza muerta con gallina blanca, Bésame mucho, Ensueños, etc.), ahora, frente a Las lunas de Lorca, nos recuerda cuán importante es recuperar la memoria en nuestra danza toda. Nos recuerda cuán importante es no perder de vista al espectador; sí, a un lector más entrenado y diestro para digerir formas y procederes que, por paradójicos que parezcan, dialogan y nos remiten al comienzo de la actividad escénica, cuando no eran concebibles las taxonomías entre danza, teatro o mimo.

Hoy, veinte años más tarde del estreno de Las lunas de Lorca, oportuno es el actual retorno de Danza-Teatro Retazos al escenario del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Momento propicio para revisitar, desde el presente, la memoria, los recuerdos de cuerpos ausentes, otros ocultos; hechizos de luces disueltas, músicas que resuenan en la distancia. Tiempo para recordar instantes fundacionales de una praxis escénica, devenida escuela y presencia en los tránsitos vividos por lo mejor de la danza contemporánea en esta isla nuestra.

Celebremos la presencia del público en sala García Lorca para aplaudir la danza contemporánea made in Cuba. Estímese por igual, el reestreno de Las lunas de Lorca, como antesala convocante del XXV Encuentro Internacional de Danza en Paisajes Urbanos “Habana Vieja: Ciudad en Movimiento” que, entre el 15 y el 19 de abril próximos, convertirá a La Habana en espacio total para la danza.


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