Desde el sur del sur hasta una de las ciudades “maravilla”, llegó esta actriz que por el “cachái” devela su identidad. Presentó aquí la cinta No soy Lorena, dirigida por Isidora Marrás, estrenada en el Décimo Santiago Festival Internacional de Cine. El proyecto se efectuó en cuatro años y el rodaje fue en 28 jornadas, distribuidas en el tiempo según la disponibilidad de Loreto Aravena y su participación en la popular serie Los 80.
Por sus conceptos y las formas de entender el cine, Loreto lleva a una directora por dentro, quizás mañana devele su talento. Trae consigo los estilos de su tierra, los sonidos de Violeta, Víctor y Pancho Villa. Habla del cine y sus problemas, reflexiona sobre esto y propone vías de solución.
¿Su entrada al cine estuvo condicionada por vocación o por necesidad?
Por vocación, absolutamente. Estudié teatro en la Universidad de Chile y a la verdad es muy distinto el teatro al cine, pero mi formación como actriz fue en las tablas y cuando terminé la Universidad fui a trabajar al teatro nacional. Allí comencé mi carrera como actriz y en ese minuto me vio un director de casting que estaba haciendo una serie titulada Los 80, y así comenzó mi carrera televisiva.
Muy famosa entre los chilenos…
Sí, muy conocida. Lleva siete años al aire, ahora es su última temporada. La serie mostró toda una época muy complicada en mi país por la dictadura y gracias a esta serie se me abrieron un montón de puertas para continuar haciendo teatro por una parte, para hacer radio y cine que es lo que más gusta.
¿En qué tiempo hace tantas cosas?
(Se ríe) Cada dos años trato de hacer una obra de teatro, eso significa que estoy cerca de tres meses ensayando, usualmente son los meses de mis vacaciones. A veces opto por trabajar o disfrutar de mis vacaciones. Pero adoro el teatro, es sacrificado pero gusta mucho trabajar en vivo, es muy arriesgado y una forma de ir creciendo como actor. Radio, hago prácticamente todos los días. Estuve por tres años en Radio Universo, la 93.7 FM en Chile, la mayor parte de su programación era grabada lo que me permitía enviar los programas desde mi casa y ahora estoy haciendo voces en Cooperativa, una radio.
Al filme No soy Lorena, ¿cómo llega?
Al proyecto llego a través de Los 80, ya la directora Isidora Marrás me había visto y pensé que necesitaba una actriz muy dramática y fue todo lo contrario. Me ayudó a hacer un ejercicio muy interesante: contener las emociones y tratar de mostrar lo que estaba sintiendo con la mirada. Cuando vi la película entendí mejor lo que ella buscaba: en mi rostro, en mis ojos. Eso es fuerte, era la primera vez que me veía en el cine.
¿La primera vez?
La primera vez que hago un protagónico y la primera vez que me veía tanto tiempo. Estoy en todas las escenas y es fuerte para una actriz. La película la he visto siete veces y me critico mucho, siempre encuentro algo que podía haber hecho mejor. Pero la gente al parecer le gusta, así que está bien.
Chile es un país dominado por grandes emporios mediáticos. ¿Cómo fue aceptada la cinta en su país?
La película no se ha proyectado de forma comercial en Chile. Precisamente porque los medios de comunicación son complejos y muy caros, las películas chilenas en general no tienen el dinero para pagar lo costoso que es la publicidad. Por tanto, tenemos que competir con los grandes de Hollywood, lo que significa que una cinta chilena puede estar un mes en cartelera y las películas de Hollywood hasta seis meses.
A veces sucede con cintas chilenas que logran ser un éxito pero uno nunca sabe bien por qué ocurre esto. Sucedió con Sexo con amor de Boris Quercia, también con Violeta se fue a los cielos y pasa con Fuerzas Especiales, una comedia en la que participo. Pero nunca se sabe bien por qué triunfan.
¿Le incomoda esa realidad?
Me incomoda el hecho de saber que no tenemos un público educado para ver cine chileno. Es un público que va mucho al cine pero que no opta por su propio cine.
¿Por qué?
Por una parte no se ve reflejado con él y por otra, y en gran manera, hay una suerte de mala fama con el cine chileno, como un cine lento y muy contemplativo. Eso sucedió en los noventa y la gente sigue creyendo que las películas chilenas son de ese estilo o de política. Pero ya no es así. Hoy en día hay grandes directores que están naciendo y hay buenas temáticas, que hacen que el público chileno se pueda reconocer, pero el público de mi país no está yendo a ver sus propias películas.
¿No cree que se explota demasiado el tema político?
Todavía hay mucho que decir sobre la época de la dictadura y hay muchos realizadores que no se contentan con quedarse en silencio y en ese sentido hay que ir reinventándose. Andrés Wood lo hizo de una forma espectacular cuando comenzó y después Larraín. Pero hay otros que siguen tocando la tecla de la política, uno porque estuvimos 17 años en silencio y dos porque en los colegios todavía no se enseña la época de la dictadura. Es un tema complejo del cual se ha hablado poco.
Como también se habla poco en el cine del conflicto con los mapuches…
Hay muy pocas películas que tocan el tema. Es un conflicto todavía no resuelto y que divide mucho.
Con todas esas visiones, ¿no le interesa materializar un proyecto pero detrás de las cámaras?
Sí. Mi marido es director y con él aprendo mucho sobre el cine. Todo lo que se es porque lo he aprendido de manera autodidacta. De hecho, cada vez que vengo a Cuba me preocupo de llevarme libros sobre cine, acá son muy baratos y hay muchos. En algún momento pretendo dirigir, pero eso será de aquí a unos diez años más. Hay que aprender a contar historias y en mi país, creo, ese es el mayor problema. ¿Cómo cuentan la historia? Las historias son interesantes, el problema es cómo hacerlo.
Para eso, ¿de quién se nutre?
Me gusta mucho lo que hacen los hermanos Coen y me gustó en un tiempo el cine de Almodóvar.
¿Ya no le atrapa?
Cambió mucho, no es lo mismo. Comenzó a tocar temáticas que ya no me interesan tanto.
¿Y del cine cubano?
Dos cosas: el público —muy interesante, respetuoso y muy instruido— y cómo el cine logra identificar al público cubano, con temáticas propias.
Específicamente algunas de las cintas preferidas…
(Se ríe) Venecia me encantó, Siete días en La Habana me fascinó.
Si mañana tiene la oportunidad de dirigir su primer filme, ¿qué historia contaría?
Qué difícil (piensa unos segundos). Creo que hablaría de la relación madre-hija. Mi mamá me acompaña aquí en La Habana y es muy bonito lo que me pasa con ella.
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