Emilio Roig de Leuchsenring era abogado, pero no trascendió precisamente por la labor de jurista sino como historiador de la ciudad de La Habana, cargo para el que fue nombrado, y como historiador de Cuba, por la extensión de su obra hacia otras aristas de la historia nacional.
Agosto tiene mucho que ver con este patriota incólume. Nació el 23 de ese mes en 1889 y cuando estaba a sólo quince días de cumplir sus 75 años, fallece el 8 de agosto de 1964. Formó parte de aquella generación nacida a finales de la etapa colonial, que vivió en su niñez el trauma de la república traicionada y que se dispuso a despertar la conciencia nacional en aquél primer cuarto del siglo veinte.
Por eso estuvo entre aquellos trece jóvenes liderados por Rubén Martínez Villena que protestó enérgicamente por el fraude y robo a los fondos públicos que significó la compra a la Iglesia Católica del convento de Santa Clara por el gobierno del presidente Alfredo Zayas Alfonso para instalar allí la Secretaría de Obras Públicas. “La protesta de los trece” fue como se conoció aquel episodio escenificado en 1923 y que fue apoyado por la Asociación de veteranos y patriotas.
Ya para entonces, Roig era un intelectual profundo y comenzó a laborar en el ayuntamiento de La Habana que radicaba en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales. El municipio de La Habana, hasta 1963, abarcaba el espacio de los que actualmente son cinco municipios: La Habana Vieja, Centro Habana, Cerro, Plaza de la Revolución, Diez de Octubre y la parte urbana de Arroyo Naranjo hasta el río Almendares, así como parte del actual municipio de Boyeros y el poblado de Casablanca, actualmente perteneciente a Regla.
Ese municipio creó la Comisión de Patrimonio, Ornato y Urbanismo en 1927, según consta en las actas capitulares revisadas por este autor, siendo alcalde Miguel Mariano Gómez que, aunque militante del Partido Liberal que había fundado su padre, el tristemente célebre José Miguel Gómez, era enemigo a muerte del presidente de la república, el también liberal Gerardo Machado Morales.
Para conducir la nueva comisión fue nombrado Emilio Roig de Leuchsenring, por su demostrada vocación hacia esos temas y la integró, además, otra persona que a la larga sería otro destacado historiador cubano, llamado “maestro de historiadores”: José Luciano Franco.
Desde entonces data la propuesta de nombrar a Roig historiador de la ciudad, pero se negó, por su oposición intransigente a la tiranía del presidente Machado. Derrocado el tirano el 12 de agosto de 1933, se reanudó la pretensión y el primero de julio de 1935 fue investido oficialmente para esa responsabilidad y en 1938 creó la Oficina del historiador de la ciudad de La Habana, con sede en la propia casa consistorial y cuatro años después, fundaría la Sociedad de Estudios Históricos e Internacionales, como alternativa a la Academia de la Historia que, según criterio de varios intelectuales, no jugaba el papel patriótico que le correspondía. Ambas instituciones, se convertirían en las organizadoras de los Congresos Nacionales de Historia, celebrando trece de ellos hasta 1960 así como en las promotoras para designar sitios históricos y patrimoniales con la categoría de Monumentos Nacionales.
A 104 calles de la capital cubana, el ayuntamiento les cambió sus nombres tradicionales por otros de patriotas o hechos históricos, a propuestas de Roig. La primera de sus propuestas fue la de cambiar el nombre a la calle Someruelos, en los barrios de Marte y Arsenal, por el de Aponte. Salvador Muro y Salazar, Marqués de Someruelos fue nada menos que el sanguinario capitán general que en 1812 decapitó a José Antonio Aponte y Ulabarra y sus principales colaboradores y sus cabezas fueron expuestas como escarmiento en lugares públicos de la ciudad. Se trataba de sustituir la memoria del victimario por la de la víctima, al tirano por el líder rebelde y para que el hecho fuera reconocido no bastó con cambiar las placas identificativas de cada esquina, sino que en la intersección de esta calle con la de Corrales, se colocó una tarja para fundamentar el hecho.
San Lázaro (Avenida de la República), Neptuno (Juan Clemente Zenea), San Rafael (General Carrillo), Zanja (Carlos J. Finlay), Reina (Avenida de Bolívar), San José (San Martín), Monte y Calzada del Cerro (Máximo Gómez), Malecón (Avenida Antonio Maceo)1 Belascoaín (Padre Varela), Avenida del Puerto (Carlos Manuel de Céspedes), Zulueta (Agramonte)… hasta totalizar 104 arterias. El Paseo del Prado ya se llamaba Paseo de Martí desde 1905 en que fue inaugurada su estatua en el Parque Central.
Roig fue autor de una obra de síntesis histórica paradigmática acerca del espacio territorial del entonces municipio de La Habana: La Habana. Apuntes históricos, publicada por el propio municipio de La Habana en 1939 y reeditada en tres tomos con la nota: Actualizada y notablemente aumentada, en 1964 por el Consejo Nacional de Cultura.
Sobre La Habana, también publicó La Habana y sus calles y muchos artículos y escritos sobre la ciudad, se encuentran reunidos en la Colección Facticia, en la biblioteca del Museo de la Ciudad.
Fue precisamente Roig quien fundó el Museo de la Ciudad, en el propio Palacio de los Capitanes Generales, y allí, en su despacho, fue visitado por Fidel y el Ché, en varias ocasiones después de 1959 pues el historiador habanero se integró totalmente a los proyectos revolucionarios. De hecho, integró la Comisión para la nueva Academia de Ciencias de Cuba en 1962 presidida por el doctor en ciencias y capitán del Ejército Rebelde Antonio Núñez Jiménez, así como el Consejo Nacional de Cultura. Las primeras ideas y acciones para el rescate patrimonial de La Habana se les debe a Roig.
Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, y Por Cuba libre, son sendos ensayos que, por haber sido publicados antes de 1959 demuestran valentía política además de su objetividad científica, como también demuestra un análisis racional de la identidad nacional, la propuesta en el IX Congreso Nacional de Historia, de considerar a la masonería como una institución imprescindible en la formación patriótica de la nación cubana en el siglo XIX.
Sobre el antirracismo de Roig de Leuchsenring, cualquiera diría que bastaría demostrarlo con su homenaje a Aponte, pero otros hechos también lo refrendan. Fue Roig el primer historiador que mencionó el hecho de los cinco jóvenes negros anónimos de la sociedad Abakuá que, el 27 de noviembre de 1871, murieron como héroes tratando de rescatar a los ocho estudiantes de medicina condenados a muerte injustamente por un tribunal español presionado por el cuerpo de voluntarios. A Roig le llegó por tradición oral popular y lo hizo público.
A Roig se le dedica el Día del historiador cubano, cada primero de julio, precisamente por su nombramiento como historiador de la ciudad de La Habana, nada más representativo para honrar a los que se inspiran en Clío en el archipiélago cubano, aunque esa conmemoración por error, fue instituida en 1995 el 19 de julio, creyéndose el nombramiento del insigne patriota en esa fecha, hoy rectificada.
A 58 años de su desaparición física y 133 de su natalicio, nuestro homenaje profundo al patriota y al maestro que fue, si hoy tenemos una Habana más conocida y una historia nacional más sentida, entre a los que se les debe, está el doctor Emilio Roig de Leuchsenring.
1 Por entonces, la Avenida del Malecón se extendía desde Prado hasta el Parque Maceo, allí se unía con la calle Marina, que conserva su nombre hasta el Parque 4 de julio (Monumento al Maine). Posteriormente se extendería el Malecón hasta la Calle G, entonces se le llamó Avenida George Washington desde el Maine hasta esa calle y en 1958 fue extendido hasta la Chorrera, identificándose el nuevo tramo como Avenida Pi y Margal.
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