En su excelente andar por el periodismo Vladia Rubio Jiménez sorprende ahora con una fuerte presencia en las artes de la plástica de Cuba, desde que decidió sacar a la luz la sensibilidad artística, su primera vocación nacida en la infancia, y de ahí la tercera exposición personal Asedios, acerca de la cual escuchamos comentarios elogiosos del público que asistió a la inauguración en la galería El Louvre, del emblemático hotel Inglaterra, en el Paseo del Prado y San Rafael, La Habana.
La muestra podrá ser visitada hasta el próximo 27 de febrero y abarca diez obras realizadas sobre cartulina, algunas con tinta y aguada, otras con la técnica mixta y pocas tienen color mediante el uso del acrílico. Los títulos breves son insinuantes y mueven a la reflexión: Pesadilla, Derrotado, Elogio de la sandía, En la cima, El país de Alicia, Los riesgos de la luz, Se cayó el botón, Huida, A volar y Savia.
Para Vladia ellos constituyen pasajes de la cotidianidad que exasperan por rutinarios o aquellos otros que, puertas afuera del hogar, empozan sombras sobre la nuca por tanta sordidez y absurdo, razón que llevo a la artista a exorcizarlos pero sin la renuncia a la impronta donde se entremezclan esperanzas, condenas y en especial el testimonio.
En las dos anteriores exposiciones personales: Hecho en casa y De buena tinta, Vladia utilizó la polifonía de blancos, grises y negros, que también abunda en Asedios, no obstante haberle echado mano al color. Sobre esto último nos dice que su musa la tiene intranquila y a tal punto que ya tiene en mente una futura muestra donde reinen los colores.
No soy crítica, pero he visitado importantes museos de bellas artes en diferentes partes del mundo y me atrevo augurar que la obra de Vladia muy pronto estará en boca de especialistas. Ella pinta de manera pulcra, con delirante pasión, exquisito trazo y revelando mensajes más allá de la vorágine cotidiana.
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