Los fundadores de la NT «eran la voz de la utopía, del sueño» (Parte II y final)


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Coincidencias estéticas, sociales y culturales.

 

Musicalmente me identifico con Pablo Milanés. Sin temor a equivocarme, te afirmo que Pablo Milanés es la mejor adquisición de la música cubana de la segunda mitad del siglo XX. Cubrió todos los géneros de la música cubana y lo hizo bien, perfecto. Tuvo, y tiene, la mejor voz de sonero después de Miguelito Cuní; cantó la rumba tan bien como Carlos Embale, y si oyes su disco de boleros en Tropicana te imaginas estar frente a Vicentico Valdés; si ello no bastara tres de sus temas están entre las mejores canciones de amor escritas en lengua castellana de todos los tiempos: «Yolanda», «Y yo sigo pensando en ti» y «Años». 

 

En una encuesta hecha hace veinte y tres años por la revista Salsa Cubana, de las cien grandes personalidades de la música cubana del siglo XX solo fue superado por Sindo Garay, Miguel Matamoros y Silvio Rodríguez en la misma posición, tuvo los mismos votos que el Benny, pero en la lista de las cien canciones colocó diez temas; el más cercano fue Silvio con seis.

 

Brutal su importancia en la música cubana. También fue de todos los trovadores el que más cerca estuvo de las necesidades culturales de su tiempo; y ahí están sus obras y su visión.

 

En lo personal fui amigo y compañero fraternal de Alberto Tosca. Disfruto conversar con Polito Ibáñez y mientras existió la Revista Salsa Cubana tuve la suerte de que Santiago Feliú fuera de los habituales a nuestras tertulias de la tarde, pero no éramos amigos.

 

También determinadas circunstancias profesionales y personales me acercaron a Eduardo Ramos y a Lázaro García mientras dirigían los estudios Abdala. Pasé tardes maravillosas conversando con ambos y no lo voy a ocultar bebiendo ron y fumando tabacos en su oficina. Esas conversaciones fueron una escuela de vida, cultura y cubanía.

 

A Gerardo Alfonso le conozco de verlo cada día sentado en el parque de G y 25 mientras yo era estudiante; después descubrí que su mamá era prima de mi suegra; a Pavel Urquiza porque era vecino mío. 

 

Hay otros con los que nunca crucé una palabra. Es el caso de Amaury Pérez; en mi archivo no faltan «Quédate este bolero», y «Acuérdate de abril» en la versión de Cheo Feliciano, «Ese hombre» (su título original es «Vino triste»), en la versión de Danny Rivera.

 

Con Vicente Feliú pasé una tarde conversando de lo humano y lo divino en Abdala un par de meses antes de su fallecimiento y disfruté de esa charla profundamente; además de que me enteré de cosas geniales, de esas historias que pocas veces o nunca se cuentan.

 

Silvio Rodríguez es un caso aparte en esta relación de hechos y de puntos de vista. Fue gracias al periodista Rudel Zaldívar que lo conocí personalmente. Rudel trabajaba con Irakere y Oscar Valdés le pide que busque a alguien que trabaje con sus hijos que recién estaban fundando el grupo Diákara. Coincidentemente yo conocía a Oscarito, a Diego y a Alberto; los hijos de Oscar; también a Emilio Vega. El día que me presento a trabajar por vez primera me entero que ellos van a acompañar a Silvio.

 

Silvio me atendió como si me conociera de toda la vida. Ese día descubrí su inteligencia musical y su agudeza para decantar el modo de tratar a las personas; no trata mal a nadie, pero pone límites a la comunicación; algo que la gente no entiende; pero es propio de las personas tímidas. Te digo esto porque meses después coincidimos en casa de Tito Márquez y allí, muy reposado hablamos de la trova, de la música cubana e incluso de algunos sueños que tenía en materia musical.

 

En muchas de esas conversaciones entendí la raíz de ciertos acontecimientos, la causa de muchas incomprensiones y hasta donde muchos de ellos evolucionaron, tanto humana como profesionalmente.

 

¿Usted cree que los fundadores del MNT «enseñaron a pensar » a los jóvenes cubanos?

Yo no creo que hayan enseñado a pensar así de modo categórico. Sí influyeron en el pensamiento de una parte de los jóvenes, había otros a los que la NT no les decía nada ni lograba satisfacer sus intereses musicales.

 

Que la gente iba a los conciertos y se sabía sus canciones, sí. Si Pablo o Silvio hubieran dado un concierto en la Tropical en los años ochenta la gente hubiera ido y se lo hubiera pasado excelente; pero se trataba de goce, más que de reflexión. 

 

Creo que la NT generó emociones muy fuertes y funcionó como resorte para vincular a mi generación, a la anterior, y a un par más de ellas con una realidad. Los fundadores de la NT eran la voz de la utopía, del sueño. Ciertamente se adelantaron a determinados acontecimientos sociales de peso; Pablo con dos temas: «El breve espacio» y «El pecado capital»; y Silvio con «Resumen de noticias», «Boleros y habaneras» y «El necio».

 

¡Ah!, que nos vimos reflejados, cierto, pero que también le dimos a esos temas de alto contenido patrio y social un toque cubiche, es muy cierto. Lo más importante de ese peso social es la apropiación que ha hecho la rumba de muchos temas de la NT.

 

Un gran error al analizar la NT es hablar de «canción inteligente»; esa distinción es, fue y será funesta para la cultura cubana. Cada vez que se esgrime ese argumento se está discriminando a ciertas músicas, a ciertos músicos y a una parte importante del público. 

 

Hay un fenómeno curioso con la NT. Tuvo más peso en la conciencia colectiva de Sur y Centro América que en Cuba; sobre todo en los círculos estudiantiles e intelectuales. 

 

Recuerda que la NT surge en los años setenta, es la década de las dictaduras militares, los desaparecidos; la muerte de Salvador Allende, el plan Condor; de la guerra fría y los movimientos de liberación en el continente; esos son acontecimientos que definieron a una izquierda que miraba a la NT y sus canciones como su arma musical. Era su refugio espiritual.

 

Nosotros teníamos a los trovadores aquí, al alcance de la mano y prestos a contar nuestra historia; con mayor o menor poesía, con mayor o menor grandeza musical, y así fue hasta los años noventa que las reglas del juego musical cambiaron y la NT dejó de tener la importancia de las décadas anteriores.

 

Los músicos detrás de la NT

 

Siempre se habla de los trovadores, pero pocas veces se habla de quienes en alguna medida han hecho grande la obra de muchos de ellos. Te hablo de los productores, los arreglistas o directores musicales, y de cómo el peso de ese trabajo ha sido fundamental en la calidad y trascendencia de la obra de muchos trovadores.

 

Sin el talento de Mike Pourcell no se hubiera hecho el disco de los poemas de Martí que grabó Amaury Pérez o el caso de Días y flores de Silvio que produjo Frank Fernández.

 

El sonido de Pablo Milanés fue definido en un comienzo por Emiliano Salvador, complementado por Jorge Aragón y redondeado por Miguelito Núñez. Está el caso del mismo Silvio con Afrocuba y el derroche de talento y creatividad de Oriente López. Fíjate si su pensamiento musical era perfecto –complementado por Silvio y su dominio de la música--, que cuentan que cuando Irakere lo acompañó en Chile, Chucho Valdés dijo que era una música perfecta, impecable.

 

Miguelito Núñez también definió el sonido de la banda de Santiago Feliú. Y así un montón de ejemplos.

 

Más recientemente está el caso de Silvio, primero con Trovarroco y después con el grupo que ahora le acompaña. En todos los casos se trata de una evolución musical que supera el principio del trovador solo con la guitarra.

 

Y no menciono los arreglos hechos por músicos de Puerto Rico o neoyorkinos. Pero están las versiones de Isidro Infante de los temas de Pablo, de Ángel “Cuco” Peña, de Sergio George. Está el caso de Issac Delgado, primero con Gonzalo Rubalcaba y después con Joaquín Betancourt, en Versos en el cielo, o más recientemente con la obra de Silvio y los arreglos de Juan Manuel Ceruto.

 

Y no se me pueden olvidar los discos perdidos de José Luis Cortes, el Tosco, con los temas de Pablo y Silvio que tuve la suerte de escuchar y para el que escribí unas notas; pero nunca salió y el “Tosco” perdió esas grabaciones el día que le robaron en el estudio. Te puedo decir que eran unas joyas esos tres discos.

 

En el mismo momento que cada uno de estos músicos se acercó a los temas de la NT le dio una dimensión inimaginable y dejaron de ser un hecho propiamente cubano, político incluso, para ser un hecho continental y universal.

 

Impronta cultural de la NT. Atrevido paralelismo

 

Te invito a hacer la siguiente reflexión.  

 

Los acontecimientos culturales más importantes de América Latina en los años setenta y ochenta con el boom de la literatura latinoamericana, el movimiento de la música salsa y la NT cubana.

 

Te lo ejemplifico, puede ser festinado, pero no importa; primero estableciendo un vínculo escritor -músico, con algunos de ellos.  

 

Silvio Rodríguez sería como el Jorge Luis Borges y el Alejo Carpentier de este asunto. Pablo Milanés es la suma de muchos escritores, no sé: Mario Benedetti, Octavio Paz o Mario Vargas Llosa, sobre todo por lo fácil que conecta con los públicos y Rubén Blades es el Gabriel García Márquez.

 

Ahora bien. La NT, la música salsa –la dura, la que contaba las historias del barrio, la que denuncio y movió grandes masas de hombres—y el Boom de la literatura comienzan su ascenso a partir de los años setenta. Tienen un gran momento en los ochenta cuando comienzan a entregar el premio Novel de Literatura a muchos de esos escritores, o el premio Cervantes, y su ocaso comienza en los años noventa.

 

Si escuchas «Maestra vida» de Rubén Blades, encontrarás que es una versión musical de Cien años de soledad. Hay discos de Silvio que por su profundidad poética te remiten a la poesía de Borges o a las novelas de Carpentier. Con Pablo pasa lo mismo. 

 

Te puse tres ejemplos, pero recuerda que son movimientos que involucran a más personas, más obras y diversas formas de ver la realidad.

 

¿Qué recuerdos guarda de Pablo Milanés?

 

Por accidente me vinculé a la Fundación que Pablo creó en el año 1992. Víctor Águila y Amado Córdoba fueron mis garantes.

 

No te voy a decir que fuimos amigos, sí conversamos más de una vez, incluso compartimos en varios lugares; sobre todo en la Peña de Eloy Machado, el Ambia, en la UNEAC, también conocido como El poeta de la rumba.

 

Recuerdo que en una oportunidad hablamos de la posibilidad de que le entrevistara, pero no concretamos fechas, a pesar de que siempre que coincidíamos yo le soltaba una de las mías y él pacientemente me respondía, incluso una tarde cruzamos la línea de la confianza y conversamos unas tres horas en casa del Ambia en Lawton; allí estaban Paquito Paquete, este servidor y Juan Formell; después terminamos en su casa. Fue el día que el Ambia le dio a Formell su poema «Soy todo», que dio título al disco Ay Dios ampárame.

 

Hay una anécdota interesante y es que cuando se organizó el Son más largo, en el año 1997, él pidió permiso para poder cantar con el conjunto Chapottín. Hubo protestas y declaraciones de que eso «no era Nueva Trova»; el asunto lo solucionó el Tosco que dijo que si Pablo cantaba aquello sería el gran show de todos los tiempos de la música popular cubana. 

 

A partir de su experiencia ¿cuál considera es el aporte fundamental de la Nueva Trova a la historia de la música cubana? 

Tanto en lo musical, como en lo cultural, como en lo social la NT es la expresión sonora de la épica revolucionaria, tanto cubana como latinoamericana. Una épica que incluye poesía, la existente y la creada. Gracias a la NT muchos poetas importantes cubanos vieron su obra musicalizada y publicitada; está el caso de Fayad Jamís; de Nicolás Guillén, de Regino Pedroso, del mismo José Martí.

 

Hay obras de la NT que han superado el paso del tiempo y soportan el juicio de la historia; son de una probada universalidad, y lo más importante: caben en cualquiera de los géneros de la música popular cubana.

 

¿Tú quieres mayor virtud que esa?


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