Quiso la vida el destino o el azar que coincidieran en el primer apellido dos de los más relevantes directores cinematográficos cubanos, que a la vez nacieron en La Habana un día como hoy y que además ostentan, de manera muy merecida, el Premio Nacional de Cine: Fernando Pérez (2007), y Manuel Pérez Paredes (2013).
Igualmente Manuel Pérez Paredes (1939) y Fernando Pérez Valdés (1944), concuerdan en contar con trayectorias consagradas al desarrollo del cine cubano, en la que figuran filmes tanto en el género documental como en los largometrajes de ficción; por demás, poseedores de obras singulares y muy populares entre los espectadores, baste con señalar de Fernando Clandestinos (1987), y José Martí, El ojo del canario (2009) y de Manolito, como todos le llaman, Rio Negro (1977), y El Hombre de Maisinicú (1973), esta última seleccionada entre las más significativas producidas por el ICAIC en sus primeras cinco décadas.
También comparten la fecunda experiencia de haber realizado el Noticiero ICAIC Latinoamericano, fundado por Santiago Alvarez; en el caso de Manolito llegan a 34 las emisiones que dirigió.
Manolito es fundador del ICAIC, y Fernando llegó a la institución al año siguiente; los dos han escrito artículos de crítica cinematográfica, y han impartido clases en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
Quizás la filmografía personal de Manolito no sea tan extensa como hubiera podido ser, pero el cineasta ha dedicado muchas horas a la obra de los demás; integra el Comité de Cineastas de América Latina y el consejo directivo de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano; ha asesorado múltiples proyectos fílmicos y documentales, impartido seminarios y cursos de apreciación cinematográfica, asesorado a la Productora Cinematográfica ICAIC, e igualmente ha escrito los guiones de al menos seis filmes.
Por esta vida dedicada al cine cubano, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano le otorgó Manuel Pérez Paredes un Coral de Honor, a quien se considera el más lúcido y agudo cronista de la historia del ICAIC desde sus tiempos fundacionales.
Por su parte Fernando, cuenta con una extensa producción que ha conquistado siempre el favor del público y la crítica, así como el reconocimiento de los jurados en múltiples festivales cinematográficos en Cuba y en el exterior.
Pero las coincidencias siguen pues los dos poseen un evidente afán por escudriñar, apoyándose en recursos artísticos «bien habidos», desde perspectivas personales y diferentes, acontecimientos nacionales, pasados y presentes, con gran acierto y efectividad, con lo que aportan al cine cubano esas diversas miradas que constituyen el reflejo de la historia de un país y los hace creadores imprescindibles para la cultura cubana.
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